En un mundo cada vez más digitalizado, es crucial reconocer y valorar la importancia que tienen las relaciones humanas auténticas para el propio bienestar.
Hoy en día, la inteligencia artificial (IA) está transformando profundamente nuestra manera de relacionarnos. Sigmund Freud, considerado el padre del psicoanálisis, destacaba la importancia de las relaciones humanas para el desarrollo de la personalidad. Sin embargo, esos vínculos “naturales” están siendo reemplazados, cada vez más, por interacciones “artificiales”. ¿Cómo afecta esto a nuestro inconsciente? ¿Qué podemos hacer para preservar relaciones saludables en un mundo cada vez más digitalizado?
En el ser humano habitan dos pulsiones: Eros, la pulsión de vida, y Thanatos, la pulsión de muerte. Eros está relacionada con la construcción de vínculos, el amor y la creación, mientras que Thanatos se asocia con la agresión, la destrucción y la desconexión. Estas dos fuerzas suelen mantener un equilibrio dentro de la psique humana, permitiendo que las personas se relacionen con los demás de manera saludable mientras gestionan sus impulsos destructivos.
Pero, la creciente dependencia a la inteligencia artificial podría estar alterando este equilibrio. Cuando interactuamos con esta tecnología, corremos el riesgo de fortalecer la desconexión emocional y social, potenciando la influencia de Thanatos. La falta de vínculos auténticos podría generar un aumento de comportamientos autodestructivos, depresivos o de aislamiento. ¿Le vamos a dar a Thanatos el poder de ganar la batalla?
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El ser humano es un ser social, lo que lo lleva a conectar y relacionarse con las demás personas desde su nacimiento. “Las relaciones interpersonales afectan nuestro comportamiento, emociones, pensamientos, todo”, explica la licenciada en psicología Adriana Annino Velázquez (F.P.V. 15.813), quien continúa: “Partiendo por las experiencias tempranas con las figuras de apego: padre, madre, cuidadores/as; a partir de éstas, cada persona establece patrones de relación, los cuales se repetirán a lo largo de la vida”.
En un mundo cada vez más digitalizado, es crucial recordar el papel esencial que juegan las relaciones humanas en nuestra vida emocional y psicológica. Como señala la especialista, "las relaciones interpersonales no son solo conexiones sociales que establecemos con las demás personas, sino que son el pilar sobre el cual construimos nuestra identidad y autoestima".
Sin embargo, la epidemia de las “pantallas” y el auge de las nuevas tecnologías, que cada vez son más similares en comportamiento a las personas, hacen que las relaciones interpersonales se vuelvan más superficiales. Estos modelos tradicionales de relación fueron reemplazados por la inmediatez de las comunicaciones en la era digital. “Esto ha re-definido cómo nos conectamos y construimos nuestras identidades, incidiendo en la autenticidad y en la profundidad de nuestros vínculos afectivos”, sostiene.
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La empatía, la capacidad de comprender y compartir los sentimientos de los demás, nace de la interacción directa y auténtica con otros seres humanos. Desarrollada en las primeras etapas de la vida, se forma a través de la relación con figuras de apego, como los padres y cuidadores, quienes modelan la capacidad de reconocer y responder a las emociones ajenas. Este proceso involucra la comunicación no verbal, el tono de voz y la expresión facial, elementos que facilitan una conexión profunda y genuina.
Sin embargo, cuando la inteligencia artificial empieza a reemplazar estos vínculos humanos, la riqueza de las interacciones emocionales se reduce considerablemente. Las máquinas, por más avanzadas que sean, no pueden replicar el complejo entramado emocional y la autenticidad de una interacción humana real.
La falta de respuestas emocionales genuinas y de contexto personal en las conversaciones con IA limita nuestra habilidad para desarrollar y practicar la empatía. Es decir, “la IA mal empleada, puede hacer que las personas desarrollen una menor sensibilidad hacia las emociones de las demás personas (empatía) y crea una dificultad para comprenderlas, interfiriendo así, en el desarrollo de relaciones interpersonales saludables”.
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La tecnología moderna permite una conexión constante con otras personas, aunque, por lo general, desaprovechamos esta capacidad y la llevamos al extremo. Al priorizar la comunicación digital sobre el contacto físico y las interacciones auténticas, corremos el riesgo de sustituir la riqueza emocional de los encuentros cara a cara por interacciones superficiales.
Esto se agravó aún más con la llegada de los chats de inteligencia artificial, como Meta AI. Por más avanzada que parezca, esta tecnología no tiene la capacidad de replicar la autenticidad y la profundidad de los vínculos humanos reales, en los cuales la comunicación no verbal, la empatía y el entendimiento mutuo son esenciales. Si bien es cierto que la IA puede simular ciertas respuestas y comportamientos, carece de la capacidad de experimentar emociones, limitando así su habilidad para formar vínculos verdaderos con las personas.
Según Adriana Velázquez, "la IA, por más sofisticada que sea, no puede reemplazar las conexiones humanas auténticas. Esto puede llevar a un círculo vicioso donde la persona se desconecta aún más de su entorno social, reforzando sus sentimientos de soledad y alienación". Esta falta de reciprocidad emocional puede acentuar la desconexión en las personas, provocando un mayor sentimiento de soledad.
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En conclusión, aunque la inteligencia artificial avanzó, y seguirá haciéndolo, de manera significativa, aún no es capaz de satisfacer plenamente las necesidades humanas fundamentales como “la empatía, el contacto físico, la validación emocional y la conexión profunda”. Estas necesidades son intrínsecamente sociales y requieren una reciprocidad y complejidad que solo las relaciones humanas auténticas pueden proporcionar.
Por más sofisticada que sea, la IA sigue siendo una herramienta limitada en comparación con la riqueza emocional que ofrece el contacto humano genuino. Los vínculos no pueden ser reemplazados por algoritmos y la conexión constante puede llevar, muchas veces, a la desconexión total.
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