Para los niños de hasta 17 años, la tasa de diagnóstico se duplicó con creces, según los datos de reclamaciones de seguros analizados para The Post por Trilliant Health.
Por Canal26
Lunes 9 de Octubre de 2023 - 19:25
La enfermedad de hígado graso suele afectar a las personas mayores, sin embargo, este último tiempo comenzó a volverse frecuente su aparición en niños, situación que llamó la atención de los especialistas.
Evidentemente algo cambió en la década del 2000, fecha a partir de la cual, pediatras de todo Estados Unidos comenzaron a informar casos de niños de tan sólo dos años con acumulaciones de células grasas en el hígado en concentraciones que normalmente no deberían existir
Los investigadores de la revista Clinical Liver Disease estiman que entre el 5 y el 10 por ciento de todos los niños estadounidenses tienen enfermedad del hígado graso no alcohólico, lo que la hace casi tan común como el asma. Frente a este panorama, Samir Softic, gastroenterólogo pediátrico del hospital infantil de Kentucky afirmo, “es la peor enfermedad de la que nunca has oído hablar”.
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Si bien la enfermedad se observa en todos los grupos raciales, socioeconómicos y geográficos, los médicos informan que los niños de ascendencia mexicana, algunos subgrupos asiáticos y aquellos que viven en la pobreza se ven afectados de manera desproporcionada.
De la mano del hígado graso comenzaron a volverse presentes entre los jóvenes otras afecciones que antes era "exclusivas" de los adultos: presión arterial alta, colesterol alto, diabetes e incluso cálculos biliares.
Muchos especialistas sostenían que la causa principal de esta enfermedad era la obesidad, sin embargo, ésta es solo una parte del rompecabezas. Los científicos se sorprendieron al descubrir que no todos los niños con obesidad tienen hígado graso, y no todos los niños con enfermedad del hígado graso luchan contra el peso.
Aunque la investigación sobre las causas de la enfermedad aún se encuentra en sus primeras etapas, muchos creen que el estilo de vida moderno, repleto de dietas, actividades sedentarias y la exposición ambiental, es el principal culpable.
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La alimentación tiene un rol primordial en el desarrollo de esta enfermedad, cada vez más común en niños. En la actualidad abundan los alimentos ultraprocesados y azucarados, los cuales, de alguna manera, llegaron a dominar nuestra dieta.
De hecho, las encuestas nutricionales muestran que las comidas consumidas por los niños cambiaron radicalmente, pasando de muy pocos alimentos ultraprocesados (a principios de la década de 1980), a más del 67% en los últimos años. “Crea una bomba de tiempo y está matando a nuestros niños”, afirmó Barry M. Popkin, profesor de nutrición en la Escuela Gillings de Salud Pública Global de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.
Esta situación encendió la alarma de los médicos, ya que no existen en la actualidad tratamientos aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos. Es necesario aumentar la regulación de los aditivos y promover las dietas verdaderamente saludables, evitando caer en engaños.
“La industria desempeña un papel enorme en la promoción del consumo y la facilidad de acceso a la comida chatarra”, afirmó Paula Hertel, hepatóloga pediátrica del Texas Children’s Hospital. “Algunos de los alimentos menos saludables son los más baratos y de más fácil acceso”, continuó.
Según los expertos, el azúcar, puede ser tan dañino para el hígado como el alcohol: el exceso de glucosa en la sangre se transforma en células grasas, y esas células grasas reemplazan gradualmente a las células del hígado, lo que provoca enfermedades.
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Durante los últimos años, la industria se abocó a comercializar un nuevo tipo de fórmula que utiliza un agente edulcorante diferente a la lactosa natural que se encuentra en la leche de vaca. Comenzó a observarse que los bebés alimentados con esta desarrollaban un “patrón alterado de conducta alimentaria” que incluía ser más inquietos con la comida y disfrutarla menos.
El etiquetado y el marketing son realmente engañosos y crean la impresión de que estos productos son saludables. Las fórmulas con carbohidratos sin lactosa son más dulces que la lactosa y se metabolizan de manera diferente, lo que genera riesgos, especialmente cuando no son médicamente necesarios para muchos de los que consumen esas fórmulas.
Eva Greenthal, científica política del Centro para la Ciencia en el Interés Público, una organización sin fines de lucro que aboga por sistemas alimentarios más saludables, dijo que las fórmulas para niños pequeños son “una categoría de productos inventada por la industria de las fórmulas para ampliar su base de consumidores”.
Sin embargo, nadie sabe con certeza si el daño proviene de cualquier cosa con la que hayamos reemplazado la leche en nuestra dieta, como leche endulzada artificialmente o bebidas azucaradas; o si está en juego otra variable no descubierta.
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El hígado tiene el tamaño de una pelota de fútbol, pesa alrededor de tres libras (1.360 gramos) y está en el lado derecho del cuerpo, debajo de las costillas. La función principal de este órgano es filtrar toxinas.
Un poco de grasa en el hígado es normal, pero cuando más del 5% de sus células contienen grasa, la capacidad del órgano para realizar su trabajo se ve impedida, y los especialistas pediátricos dicen que algunos niños que tratan tienen hígados con entre 30 y 40 por ciento de grasa.
Tiempo atrás se pensaba que el hígado graso era causado exclusivamente por el consumo excesivo de alcohol. Un siglo y medio después, en 1980, investigadores dirigidos por Jurgen Ludwig de la Clínica Mayo de Rochester, Minnesota, se sorprendieron al encontrar la enfermedad en 20 pacientes, en su mayoría mujeres, que no bebían mucho. Fue así como descubrieron una enfermedad hepática de “causa desconocida” caracterizada por cambios grasos llamativos. La enfermedad pasó, de esta manera, a ser conocida como enfermedad del hígado graso no alcohólico.
Un estudio de 2022 en la revista Lancet Gastroenterology & Hepatology estimó la prevalencia global de la enfermedad del hígado graso no alcohólico en un 32 %, siendo la cifra mayor entre los hombres (40 por ciento) que entre las mujeres (26 por ciento). Los autores advirtieron que esas cifras “seguían aumentando a un ritmo alarmante”.
]Pero en el 2000 todo cambió. En las clínicas se comenzó a ver un patrón inusual en niños con hígados agrandados, descoloridos y con cicatrices. “Del tipo que verías en un adulto con abuso crónico de alcohol”.
La obesidad parecía ser un claro factor de riesgo. Mientras tanto, los estudios genéticos identificaron variantes que hacían que algunos niños fueran más susceptibles a enfermedades graves, y los datos epidemiológicos mostraron que los niños hispanos y asiáticos tenían la prevalencia estimada más alta, seguidos por los niños blancos.
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En los últimos años se destinó dinero de los Institutos Nacionales de Salud, capital de riesgo y donaciones privadas a la investigación de la enfermedad del hígado graso, pero hasta ahora ningún tratamiento parece inminente. Los suplementos de butirato de sodio, una sustancia que se encuentra en la leche y la manteca y que se usa para tratar problemas gastrointestinales, fueron prometedores pero no dieron resultado. Por su parte, un ensayo que involucraba un medicamento para la presión arterial que se creía que tenía efectos antifibróticos se detuvo temprano después de que el medicamento demostró no ser más efectivo que un placebo.
Otro fármaco prometedor tuvo efectos secundarios cardiovasculares preocupantes. La vitamina E, un antioxidante, sigue sobre la mesa, y un estudio preliminar muestra una mejoría en algunos niños con enfermedades graves, pero los investigadores dicen que se necesita más trabajo.
Las compañías dicen que aún no se demostró que los medicamentos ayuden con el hígado graso. “En muchos niveles, no estamos preparados para hacer frente a esta enfermedad en los niños”. Mientras que los trasplantes de hígado en niños diagnosticados con enfermedad del hígado graso siguen siendo poco comunes.
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