Judas Priest, la legendaria banda de Rob Haldford incluyó Argentina como escala a su gira "Epitaph", a priori, despedida de las mega giras mundiales. No les crean. Estos tipos, no solo gozan de muy buen salud metálica, merecen vida eterna.
Por Canal26
Lunes 19 de Septiembre de 2011 - 00:00
Hay de todo en la avalancha de visitas internacionales que en 2011 abruman calendarios, aprietan corazones, vacían bolsillos.
Estan aquellos que, con un buen presente en sus pagos y zonas de influencias, pretender extenderlo por otras latitudes y llegan cargados, algunos de ilusiones, muchos de marketing y otros de buenas intenciones.
Están los que estan de vuelta (En La Plata, el mes que viene, vienen dos que fueron “de aquellos” y hoy son de estos) y que cobran cómo cuando vinieron por vez primera.
Y están tambien aquellos que sienten que ya no van volver y vuelven al precio que merecerian los que si estan de vuelta.
Porque sin pagar sumas siderales, que bien lo valdrían estos pesos pesados, que 35 mil fanáticos colmen gran parte del Estadio de Racing Club, que se trasladen a Avellaneda, para reencontrarse, quizá por última vez con uno de los tipos que definió esto que hoy es el heavy metal, y sus etiquetas, que el mismo se encargó de fustigar, de verdad, no tiene precio.
Judas Priest y su leyenda, esa que comenzara allá por 1969 y se extendiera hasta nuestros días, con un breve parate del 92 al 94, el ingeso del Ripper Owens y la transitoria salida del Reverendo Halford, detonó, devastó, arrasó, descolló y dejó sin aliento a sus acérrimos, y porqué no, nos dio un cachetazo de lección metalera a quienes, por caso, le perdimos los pasos en nuestra lejana adolescencia y nos perdimos toda la trayectoria de los precursores del "NWOBHM", la renovacion del heavy metal versión británica.
Porque, para ahorrar calificativos, fue descomunal de principio a fin, lo entregado por la banda liderada por el Reverendo Rob Halford, ese que vistió de tachas y cuero, con impronta masoquista y, que cuando salió del closet, nadie se lo reprochó ni lo bajó de ese pedestal icónico que a fuerza de garganta, carisma y talento se había ganado.
¿Falta el precursor e irremplazable KK. Downing en guitarras? Ok, ahí esta Richie Faulkner, “muy buen violero el pibe ese, eh” como coincidieron en opinar un sacado Cesar Fuentes Rodriguez (periodista, cronista, fuente y leyenda de las plumas metalera locales) y Norberto “Ruso” Verea (hoy periodista deportivo, por siempre una de las voces de “Tiempos Violentos” y referente periodìstico heavy metal y rocker), ubicados en la helada, lejana, aunque muy cómoda platea desde donde seguimos las intancias de un “Epitafio” escrito en vida, que a todas luces reclama vida eterna para los “Priest”.
Porque Rob Halford, Glenn Tipton, Ian Hill, Scott Travis y el ya mencionado Faulkner se llaman a sí mismos por su segundo nombre y no por “Judaaas Judasss” como le cantaba la monada enfervorizada a la que Halford le reclamaba que la vivasen como ellos quieren. Y no da, por fonética, por rima y por la piel de todos que por más de dos horas fue una auténtica piel de Judas.
Porque de principio a fin, sin decaer jamás, sin una balada boluda, que apacigue a las fieras, estas fieras metaleras, fueron escribiendo en vida, y qué buena vida, su Epitafio de la mano de esos clásicos como “Painkiller”, “Living After Midhnight” y la esperada “Breaking the law” , único tema donde el Reverendo eligió no cantar no porque no llegara como si le pasara previamente a David Coverdale al frente de sus hard rockers Whitesnake que pese a que dieron un gran show, su garganta acusó el paso de los anios, y los temas estaban al menos dos tonos mas abajo. Pero Coverdale sigue siendo Coverdale, nobleza obliga.
“Rapid fire”, “Metal gods”, “Heading out to the highway”, “Judas rising”, “Starbreaker”, “Never satisfied”, el cover de Joan Baez “Diamond and Rust”, “Down of cration” y “Prophecy” sonaron y detonaron en la primera parte de un show que impactó tambien visualmente con lenguas de fuegos, rayos láser y parafernalia metalera ochentosa, clásica e inmortal.
La segunda parte donde Halford irrumpió, como no podía ser de otra manera, en moto (esta vez no se cayó como le había ocurrido en Chile) no dacayó jamás, como el show entero, de la mano de “Night crawler”, “Turbo lover”, “Beyond the realms of death”, “The Sentinel” y “Blood red skies”.
Para los bises anticipados con el ferviente “y Judas no se va, y Judas no se va” (ningun Priest,je), los británicos entregaron “Electric Eyes”, “el mejor temas de Judas, loco, es para agarrar una moto, pisarla y dársela de frente” se entusiasmaba mientras se restragaba la manos el “Ruso” Verea recibiendo la venia de Fuentes Rodriguez, para ambos “el mejor show de Judas en Argentina”.
El Epitafio escribía sus ultimas palabras, y Halford eligió jugar a cantar con los 35 mil fans reunidos en torno a un funeral que nadie ni ellos desean, y enfundado innecesariamente en una bandera argentina, le pondría punto final al Epitafio con “Hell bent for leather” , “You’ve got another thing coming”, y el por todos esperado, “Leaving after midnight”.
Qué 2011 increíble. Hubo y habrá de todo en la avalancha de visitas internacionales.
Y aunque falten demasiados peso- pesados (Faith no More, Guns and Roses, Aerosmith, Megadeth, Kyuss, Pearl Jam, Chris Cronell, Stone Temple Pilots) difícilmente algo supere a los Priest, que en su piel de Judas nos invitaron a pasar un rato por su infierno escribiendo un Epitafio, que ojalá borren prontamente.
Un infierno en la Piel de Judas, que estuvo encantador esta noche.
(Textos para 26noticias Sergio Corpacci)
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