El grupo sueco, regresó, luego de casi dos años, a una Argentina inmersa, entre otras cosas, en pleno revival ochentoso. Lo hizo para revalidar sus pergaminos de otrora, pero también refutar aquellos que la considerábamos una blanda blanda y con sólo dos hitazos. Convencer y enloquecer a propios, sorprender a extraños por su arrollador hard rock, y porque no recibirse de grandes sin dejar materias pendientes.
Por Canal26
Sábado 22 de Septiembre de 2012 - 00:00
Si andas por los 40 y persistís en eso del rock, el metal y los recitales, pasándote por donde ya sabés eso de que “no estarás un poquito grande para esto”, bueno, lo vas a entender.
Más aún si por el glorioso 1986 además de dar la última vuelta olímpica futbolera y entrar en esa cuenta regresiva que se estira como chicle sin gusto, te diste vuelta o sacudías a tu entorno con esa intro, para millones épica, para otros tantos grasa de “La Cuenta Regresiva” de aquellos Europe. Intro y canción devenidos con el tiempo en ineludible clásico o recurrente kitsch si te diste vuelta y dejaste a los Europe pegados a ese sonido recurrente.
Bien. Las lanas largas, esas mechas enruladas y rubias de Joey Tempest han quedado allá, lejos y hace tiempo en el inconsciente colectivo de aquellos a los que el bondi del hard rock, soft metal los llevaba a donde la imaginación transportaba. Allá han quedado sólo esa imagen, o ese sonido primitivo que junto a la melosa pero no menos soberbia balada “Carrie” distorsionaron, porque acotaron la trayectoria de una banda que por este 2012 gira el mundo llenando estadios o teatros. Y colmando, calmando o convenciendo almas y corazones rockers.
Porque cuando uno pasa por la experiencia “Europe en Vivo” comprende y entiende. Y se sacude el preconcepto. Se desembaraza del prejuicio.
Es que la banda sueca no es ni “The Final Countdown” ni “Carrie”, porque esto sería además de acotarla, equipararla a, por ejemplo Survivor, aquella banda estadounidense de Adult Orient Rock (AOR) y su remanido, boxístico, insoportable y sí adiposo “Eye of the Tiger”.
Acá en Europe, la conozcamos o no, hay una trayectoria. Y un presente que se llama “Bag Of Bones” y de ese disco de este año eligen “Riches to rags” para acometer ante un Teatro de Flores casi repleto, de nostálgicos cincuentones, cuarentones, treintañeros ataviados con remera de la banda sueca, o las linqueras de Motley, Edguy, Maiden o Sabbath o la única de Assassin manga larga, Lacrimosa manga corta del cronista que desentonan pero qué importa.
Porque de entonar se trata y así van enhebrando “Not supposed to sing the blues”; “Firebox”, “Superstitious”, “Scream of anger; “No Stone”; “Demon head”; “New love in town”; “Bag of bones”, “Seventh sign”, “Enemy”, “Girl from Lebanon” en los que se luce la increíble, clara, limpia, caudalosa y poderosa voz del simpático y hasta canchero Joey Tempest que por momentos recuerda al eterno Ronnie James Dio o al vigente David Coverdale de acuerdo al tema ejecutado, siempre dentro del cariz personal y diría (otro hallazgo) genial registro vocal del cantante . Y donde acompañan magistralmente la guitarra del noruego John Norum, el bajo de John Gunnar Levén, la machacante y tremenda batería de Ian Haugland y el presto Mic Michaeli desde los teclados para aportar los sones de baladas o el toque psicodélico.
Promedia entonces un show que ya, por consultas al voleo con quienes tienen pinta de haber estado en el Malvinas Argentinas en 2010, supera a aquel en sonido y calidad , cuando la ovación de la noche deviene en la calma que antecede a la cuenta regresiva del huracán final.
Es “Carrie”, cual otra sino, coronada sea por los fanáticos, coreada sea por casi todos, oída respetuosamente por quienes no toleramos ninguna balada por considerarlas boludas, cámara y celulares en alto y...un Encendedor! Uno Solo! Pero que alcanza e ilumina, alta la mecha, el rewind, el rescate emotivo, el revival ochentero, como en los finales de esa bendita década que nos devolvió la democracia o principios de la infame '90 y su dictadura de neoliberalismo de mercado hasta la irrupción de esos aparatos que también sirven para hablar por teléfono.
Así las cosas, tras el clima que deja la balada, algunas palabras en castellano muy bien pronunciadas por Tempest, acerca de que tenemos “pelotas” y “aguante” y la alegría del cantante que, sorprendido y feliz, filma con su cámara para la inmortalizar al público argento, se van encadenando “Let the good times”; “Beast” y “Doghouse” con precisión, maestría y una garganta imbatible de un Joey impecable y digno de un respeto superior como cantante.
Y de la voz de Tempest, acomete la tempestad final con la gancherísima y movilizante “Rock the Night” y “Last Look at Eden”donde una hora hora y cuarenta después Los Europe ya habían aprobado muy satisfactoriamente en otra incursión por América del Sur, ya se habían recibido como ochentosamente hoy la Argentina revive esas gloriosas épocas de nuestra lejana pero eterna adolescencia, hard rocker para el caso.
Y claro, cómo no, cuál sino para graduarse, saltar como un egresado, mirarse con el de al lado, verlos reír, verlas llorar, algunas entradas en años, otras entradas en kilos, emocionadas unas, emocionados casi todos.
Y sorprendido y pipón a quien suscribe con ese “The Final Countdown”, que le dejó la lección que es tan Europe como no sólo eso es.
Porque “Es la última cuenta regresiva... (…) (Y) Estoy seguro que todos la extrañaremos”.
Por Sergio Corpacci
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