"ART”, otra vez en Mar del Plata

El de anoche fue un debut sin máculas, a diez años del estreno de "Art" en Buenos Aires, con Darín, Palacios y Oscar Martínez, reemplazado primero por Luis Brandoni y desde hace dos años por Mazza, quien asumió más que satisfactoriamente su incorporación a la obra.

Así lo entendió también el público que anoche colmó el América y que saludó con una ovación la labor de los tres actores.

Al ser consultado por Télam sobre otros proyectos artísticos, Darín aclaró que le resultaba difícil hablar de otra cosa que no fuera "Art": "Estoy enfrascado en eso".

"Tengo un nivel de compromiso muy elevado con el espectáculo, porque no me gusta resignar calidad", señaló. Y lo que se vio anoche sobre el escenario confirmó que hablaba en serio.

El sonido impecable, la iluminación precisa y la escenografía, básica, que respeta fielmente el espíritu de la obra, tienen como único objetivo dar el mejor marco, como corresponde, a la labor de Darín, Palacios y Mazza.

El cuarto protagonista, un cuadro de "aproximadamente 1,20 por 1,60, totalmente blanco", según afirma Marcos (Mazza), sigue siendo en "Art" el pretexto para desnudar las personalidades de tres amigos entrañables pero totalmente diferentes.

A partir de una discusión que en apariencia se ciñe a lo artístico, más precisamente al valor estético y económico del cuadro en cuestión, Marcos y Sergio (Palacios) comienzan a sacar a la luz, con una agresividad creciente, la visión crítica que siempre tuvieron el uno sobre el otro.

En el medio queda el contemporizador Iván (Darín) que, como muchos árbitros de situaciones conflictivas, termina recibiendo las mayores agresiones, incluso físicas.

En lo individual, Palacios vuelve a encarnar en el tono más adecuado su personaje, un acomodado profesional muy adepto al arte moderno, refinado, medido, pero no exento de un fuerte carácter.

Mazza asume con solvencia el rol de Marcos, casi autoritario y bastante intolerante, incapaz de contenerse pero con algunos muy leves gestos de arrepentimiento.

Darín, en tanto, brilla no solo por sus parlamentos sino por el talento que emerge a borbotones en cada uno de sus gestos, de sus miradas, de sus ademanes precisos, que iluminan la escena apenas entra.

Con esos aportes interpretativos más la calidad del libro, la obra, que tiene mucho humor y provoca grandes carcajadas a pesar de su trasfondo dramático, llega nuevamente a estas costas para reafirmar que el teatro de verano también puede albergar propuestas de excelencia.