Un recorrido por la infancia y los años previos al gran salto que lo convertiría en estrella mundial de las pistas de baile.
Nació en 1965 y emergió del barrio de Caballito, se convirtió en la máxima figura de la música electrónica argentina y es el máximo exponente del progressive house mundial. Hoy, recorrió los cinco continentes gracias a un magnífico trabajo como dj, y para mantener su apretada agenda de shows, necesita subirse al avión unas doscientas veces por año.
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Empezó de muy chico jugando con el tocadiscos de sus padres y para darse el gusto de pasar música y que lo escuchen, organizaba pequeñas reuniones en su casa. Aparte, con un vecino de su edificio con quien compartía la pasión, conectaban sus tocadiscos y jugaban a reproducir música sin saber todavía lo que significaba ser dj.
Eran tantas las horas que Hernán se pasaba reproduciendo discos, que hasta llegaba a memorizar las partes del vinilo dañadas que hacían saltar la púa. Ese apasionado juego funcionó como escuela y sirvió para que un poco más tarde y con tan solo doce años, comenzara a pasar música en el club del barrio.
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A sus quince años, en una fiesta en su colegio, tuvo por primera vez frente a sus ojos a un verdadero dj acompañado de equipos que nunca había visto.
Aquel personaje era Alejandro Pont Lezica, famoso disc jockey de la época que, como uno de sus hitos, musicalizó la boda de Diego Maradona y Claudia Villafañe.
Esa inolvidable imagen despertó el ímpetu que caracterizó a Hernán Cattaneo. Totalmente abstraído, se quedó toda la fiesta mirando a Pont Lezica y pensando “es esto”. Para sus adentros, el adolescente había elegido el camino profesional que marcaría el resto de sus días.
“Si vos desde chico ya tenés un norte o una pasión, y decís ‘esto es lo que yo quiero’, te ordena el resto de la vida muchísimo, y en muchos casos, te evita un montón de pérdidas de tiempo”.
Con el objetivo entre manos, Hernán le dijo a su papá que quería dejar el colegio porque no tenía sentido si él ya sabía lo que quería hacer. Hijo de inmigrantes pobres, Cattaneo padre ni remotamente consideró la idea. Aparte, debemos tener en cuenta que para esa época ser dj apenas era un hobby que estaba lejos de considerarse una profesión.
Nada detuvo la temprana y determinada vocación que llevó a Hernán a transformar la cabina del dj en su oficina, y las bandejas y discos en sus herramientas de trabajo. Además, aunque su padre estaba en contra de la idea de ser dj, su mamá, un poco más sensible a la música, lo apoyaba y le daba dinero a escondidas para comprar discos.
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Con algo más de experiencia en las cabinas, a finales de los 80’s, en Cinema, un cine reconvertido en discoteca, Hernán era residente y comenzó a pasar música house toda la noche. En esos primeros años hubo un tira y afloja con la gente que no terminaba de tragar el nuevo sonido y se acercaban al él a pedirle que cambie de música.
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Apenas arrancaron los 90’s, Pacha abrió sucursal en Argentina. Con este nuevo espacio en la escena, el dj tomó un lugar más importante. Si bien los primeros años fueron difíciles para la discoteca, se convertiría en un punto clave para lo que fue el gran desarrollo de la movida electrónica nacional.
En 1993, Hernán Cattaneo entró como residente al boliche por un período de varios años que lo llevaría a crecer en conjunto con la escena y a convertirse en el dj más reconocido de nuestro país.
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De alguna manera, Hernán había tocado techo en Argentina. Después de buenos y varios años en Pacha, estaba preparado para más. Inesperada, la oportunidad llegó cuando fue elegido para encargarse del warm up en la visita de Paul Oakenfold junto a Chemical Brothers en Buenos Aires.
Vaya a saber por qué situación, los Chemical decidieron abrir la noche y Cattaneo quedó en el medio para que Paul cerrara la noche.
Con sabio tino y con algunos gritos de la gente que no entendía, “durmió” la pista de baile, considerando que, después de un enérgico show de los Chemicals, era necesario un descanso para recibir al dj londinense.
Paul había estado escuchando tocar a Hernán y después del show le dio las gracias y le dijo no olvidaría lo que hizo por él. Increíblemente y cumpliendo su palabra, tres meses más tarde Oakenfold llamó a Cattaneo para invitarlo a una gira mundial que duraría un año.
Lo que sigue es para una segunda parte. Porque de aquí en adelante comienza una historia nueva. Una historia de un viaje de un año que se transformó en quince viviendo en Europa y que marcó el comienzo de un recorrido que todavía no llegó al final.
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