Volodímir Zelensky, REUTERS
Actor, comediante, considerado un hombre débil por propios y ajenos, es la contracara perfecta de Putin, la encarnación del hombre todopoderoso al que todos temen, sobretodo los propios. El presidente ruso hizo una hábil lectura de la situación. El mundo occidental pospandemia está débil. Líderes con severos problemas internos y personalidades lábiles le daban la oportunidad de devorarse a su vecino díscolo y darle una señal al mundo y, sobretodo a los países de la OTAN, de que Rusia, o la antigua URSS, había vuelto y que los jueguitos militares y los provocadores coqueteos con Ucrania debían cesar definitivamente.
Con desplegar su inmenso ejército en las fronteras bastaría para una rendición incondicional del cobarde actor o, en el peor escenario, soltar apenas unas bombas y destruir su aparato militar, alcanzaría para que Zelenski abandonara Ucrania a toda velocidad buscando refugio en un país aliado despejando el camino hacia unas nuevas “elecciones” y la reinstauración de un régimen títere de Rusia como el de Lukashenko en Bielorrusia.
Por supuesto que Putin y su incursión militar deberían soportar algunas sanciones económicas de occidente pero nada intolerable para su autocracia gobernada con puño de hierro.
Todo arrancó según lo planeado, el Reino Unido y Joe Biden le ofrecieron asilo y seguridad a Zelenski apenas Rusia traspasó sus fronteras y el mundo reaccionó de manera tibia ante la invasión. Fue ese el momento en donde todo cambio y el pequeño actor de un país marginal interpretó su mejor papel y sorprendió a todos. Lejos de acobardarse y huir, se calzó su traje de fajina y declaró: “la lucha es aquí. Necesito munición, no transporte” y luego, de manera conmovedora, agregó sin pestañar en sus redes sociales: “El mundo nos ha dejado solos”. La noble resistencia de este hombre al que Putin quiso presentar como nazi, drogadicto, genocida y corrupto inmediatamente conmovió a occidente. Sin dudas el fenómeno Zelenski sorprendió a Putin.
No contaba con un arma nueva, casi nuclear y que no mata que tenía el ucranio: las redes sociales. Zelenski, sin su histrionismo y sus conmovedores mensajes diarios por Instagram y twitter, hubiera quedado hundido en los sótanos de la historia convertido, como Putin quería, en un líder poco serio, drogadicto, corrupto y miserable que incluso había huido abandonando a su pueblo. La posverdad se enfrentaba a un temible rival, un hábil comunicador con voluntad de lucha transmitiendo en vivo su deseo de pelear y morir por su pueblo, su tierra y la paz. Hollywood sin extras ni efectos especiales.
Occidente también quedó atrapado en la actitud de Zelenski. El actor cómico subestimado por todos, era en definitiva un hombre serio, de ideales definidos y con una potencia personal que muchos habían despreciado. Ya no podían dejar peleando en soledad a ese hombre dispuesto a morir por su patria que los exponía frente a sus propios pueblos como líderes timoratos y débiles. El mundo reaccionó rápidamente o, mejor dicho, Zelenski los obligó a reaccionar y se produjo una histórica, profunda y coordinada batería de sanciones que se ciñeron contra la Rusia invasora devastando su economía y una fenomenal campaña comunicacional llenó los noticieros de todo el mundo mostrando a Putin como un líder irracional, peligroso, megalómano y despiadado. La FIFA eliminó a Rusia del mundial, el mundo entero le dio la espalda.
La heroica resistencia ucraniana comenzaba a dar sus frutos y no sólo llegaron las sanciones económicas sino también las armas. No es posible entender el giro que tomaron las acciones sin la conducta de un solo hombre. Putin y la Duma trazaron un sesudo plan durante meses que no podía fallar. Está fallando por la audacia y valentía de este desconocido actor que, como si se tratara de su mejor papel, conmovió a las masas. Ahora Rusia está viendo como continúa. Las salidas que tiene son pocas y peligrosas. Necesita avanzar para mejorar su poder de negociación mientras mantiene al mundo en vilo y a pocos botones de su propia autodestrucción.
*Por Javier García