Por Canal26
Domingo 18 de Agosto de 2024 - 04:59
Mohamed Siali
Buhachem (Marruecos), 18 ago (EFE).- El trato diario de los humanos con los macacos de Berbería en Marruecos ha influido en el comportamiento de esta especie de monos, que, en algunas ocasiones, ha perdido su instinto salvaje, lo que perjudica su salud y su seguridad, algo que preocupa a las ONG de protección de animales.
El turismo rural, que no toma en consideración la biodiversidad, la captura ilegal y el uso de macacos (que viven salvajes desde Gibraltar hasta los bosques del Atlas, pasando por el Rif) en la animación turística, ha hecho perder a estos monos, en peligro de extinción, sus hábitos nutritivos y su capacidad para protegerse.
Monos mendigos
"Por ejemplo, el macaco de Azrou (en el centro de Marruecos) ya no es un animal salvaje porque su comportamiento ha cambiado debido a la intervención humana y a la forma en que se utiliza para apoyar el turismo", explicó a EFE Ahmed Harrad, uno de los fundadores de la Asociación para la Conservación del Macaco en las Montañas del Rif (ACMMR).
Harrad, que vive en un refugio que depende de su ONG en medio del Parque Natural de Buhachem, en el norte de Marruecos, lamenta que el estado de salud de los monos de Azrou es "desastroso" debido a la obesidad y a enfermedades, como la diabetes, por consumir únicamente la comida que les dan los visitantes.
"Incluso la distancia de seguridad con los humanos no la mantienen. Imagínate que salen a interceptar camiones y pedir comida, como si fueran mendigos, y se dejan tocar", añadió.
Este comportamiento facilita también la captura de sus cachorros por los traficantes de animales.
Para contrarrestar esta situación, Harrad, junto con otros interesados en la protección del macaco de Berbería (que tiene una esperanza de vida de entre 12 y 13 años), incluidos expertos extranjeros, se involucraron desde 2004 en un programa ambicioso para la protección de este animal en el parque de Buhachem.
Al contrario de los monos de Azrou, los macacos que viven entre los robles y cedros de este parque mantienen su comportamiento salvaje, ya que se alimentan únicamente de champiñones, flores, semillas e insectos, y guardan una distancia de seguridad de más de 100 metros con los humanos.
"La población aquí es la más estable y numerosa en comparación con todos los demás bosques de Marruecos, e incluso del mundo", subrayó Harrad.
La ONG realiza un seguimiento científico minucioso al animal y determina continuamente sus ubicaciones en el bosque y el número de su población, y ha publicado numerosos artículos en revistas internacionales especializadas.
Harrad se levanta cada mañana para ir en su todoterreno antiguo a observar con sus prismáticos los monos y desplazarse, con su cámara de fotos en la mano, entre las áreas forestales donde vive cada grupo, ya que son "muy territoriales", dijo.
"Aquí hay más de treinta grupos, con un promedio de entre setenta y sesenta individuos por grupo", explicó Harrad.
Los activistas de la ACMMR lanzan campañas de concienciación en las escuelas, y en el verano, por ejemplo, organizan campañas de sensibilización en los paseos marítimos y en las playas donde explican a la gente que "Marruecos tiene una riqueza y que es obligatorio conservarla".
"Decimos a la gente que el macaco no es una mascota como un perro, que debe vivir en su hábitat y no se le debe dar comida, ya que sabe muy bien qué y dónde comer. También aconsejamos no dar dinero a las personas que explotan a los monos", comentó Harrad.
Añade que la asociación, en coordinación con instituciones del Estado, realiza operaciones de reintroducción en el bosque de los macacos que confiscan las autoridades durante operaciones contra la captura y tráfico ilegal de animales.
"Hemos creado una red de denuncia. Cuando alguien ve un macaco en cautiverio o siendo traficado, nos informa y nosotros avisamos a las autoridades. Estas últimas nos involucran en las intervenciones debido a los acuerdos que tenemos con la Agencia Nacional de Aguas y Bosques", explicó.
"Nos encargamos del traslado y cuidado del animal en condiciones adecuadas, luego lo colocamos con el grupo adecuado en el bosque, en un lugar seguro y lejos de las carreteras y asentamientos humanos", añadió Harrad. Cada año realizan entre cuatro y cinco operaciones de este tipo.
"Me alegra mucho cuando suelto a un animal en el bosque. Para mí, lo más importante es su libertad. Una hora de vida libre es mejor que toda una vida en una jaula", concluyó el activista. EFE.
ms/alf
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