La situación de la gimnasta estadounidense, que puede sumarse a lo expresado por la tenista Naomi Osaka y la nadadora argentina Delfina Pignatiello, alertó y visibilizó lo que viven los deportistas de alto rendimiento. El completo análisis del Licenciado Flavio Calvo y la importancia de un cuidado más allá de lo físico.
Simone Biles, AGENCIA EFE
Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, además de emociones y nuevos récords mundiales, dejaron un contundente mensaje de la prestigiosa gimnasta estadounidense Simone Biles, quien decidió bajarse de algunas disciplinas de la gran cita del deporte por no sentirse emocionalmente preparada para competir.
Pero este caso no es el único: podemos mencionar el reciente alejamiento de la tenista japonesa Naomi Osaka, quien también abandonó Roland Garros y no jugó Wimbledon por problemas similares. Además, vale mencionar que Delfina Pignatiello se alejará de las redes sociales por los mensajes de odio recibidos tras sus presentaciones en sus primeros Juegos Olímpicos en la capital de Japón.
Naomi Osaka, AGENCIA EFE
En el marco de una creciente presión sobre los deportistas, que también puede vincularse con cualquier persona común que soporta este tipo de responsabilidad extrema en su trabajo, el Licenciado Flavio Calvo (MN: 66869) habló con Diario 26 sobre la importancia de la psicología en el alto rendimiento para sobrellevar el lado negativo de la competencia.
“El apoyo psicológico es muy importante. Cuando hay dos equipos o dos deportistas que llegan a una final, ambos tienen el mismo nivel de entrenamiento y de capacidad para triunfar en cuanto a lo físico. En ese caso, el que tenga un mejor desarrollo del trabajo psicológico, en cuanto a la gestión de sus emociones, la tolerancia a la frustración, el trabajar para sus objetivos etc., seguramente tenga más posibilidades de predominar. Así como sucede en el deporte sucede en varios ámbitos de la vida, hay puestos de trabajo, espacio de visibilidad, etc. que requieren un buen trabajo de lo mental, para que el estrés, las ansiedades, o la mala gestión de las emociones no sean elementos que boicoteen ese posible éxito”, inició la charla el también docente.
En el marco de las expresiones de Biles, Novak Djokovic fue consultado acerca de la presión y aseguró que “es un privilegio”, en un claro ejemplo de que muchos aún creen que un conflicto psicológico está considerado como una debilidad a la hora de competir. Así lo analiza el especialista: “Todavía la salud mental continúa siendo un estigma y se debe a varias razones. En primer lugar, es una herencia de la época medieval, dónde comenzaron los primeros manicomios, y la locura estaba asociada a lo espiritual y lo oscuro. Hoy las afecciones mentales en muchas personas continúan teniendo ese peso social, basado en creencias desadaptativas y en el miedo a lo que no podemos explicar o comprender. Más a allá de esto, en cosas más simples, lo social tiene este mismo peso. Existe la creencia de que si pido ayuda es una señal de debilidad o que hay cierto tipo de emociones, como tristeza o miedo, que si las expreso estoy siendo débil. Se habla de que la búsqueda de ayuda en las áreas mentales y emocionales es símbolo de una persona poco fuerte, cuando en realidad es todo lo opuesto. Quien se anima a salir del sistema enfermo, a mostrar sus emociones reales, sin tener que usar una máscara impuesta socialmente y el que se anima a mostrar lo que de verdad sucede es quien es mucho más fuerte y lo demuestra en esas acciones”.
Novak Djokovic, AGENCIA EFE
En el marco de la salud mental, cabe mencionar que Simone Biles fue una de las 150 víctimas de Larry Nassar, ex médico del equipo olímpico estadounidense de gimnasia, condenado a 175 años de prisión por abuso sexual. Ante la consulta sobre una vinculación ante lo ocurrido en su paso, el tallerista aseguró: “Muchas de estas situaciones se ven fomentadas y sostenidas por el secreto, dónde el abusador amenaza y desde un lugar de autoridad produce un doble mensaje. Esto puede traer muchas consecuencias a nivel psicológico y de diferentes tipos: en el desarrollo de la autoestima, en el tipo de vínculos que se generen con un otro, en la validación de las emociones, en la autoconfianza, en el poder disfrutar o no los logros personales, la propia sexualidad, etc. En un deporte profesional, donde los niños en los entrenamientos y giras muchas veces se encuentran lejos del espacio de contención de la familia y los entrenadores y directores pasan a ser muchas veces sus referentes, las consecuencias pueden ser aún mayores. La persona que se supone debe ser protectora se convierte en alguien a quien temer, lo que puede llegar a ser hasta psicotizante. Hay un abuso de poder y un desequilibrio en el cual la propia víctima no entiende, muchas veces, qué es lo que está pasando, dónde comienza el abuso y dónde no. No comprende si es normal que su entrenador diga o haga ciertas cosas. Los abusadores sexuales buscan y se aprovechan de esas situaciones y de esa manipulación, encontrando espacios dónde hay menores que se pueden convertir en sus víctimas”.
Delfina Pignatiello
Para cerrar una charla repleta de conceptos, Flavio Calvo analizó la exposición a la que se someten los atletas en las redes sociales y el “efecto hater” hacia ellos: “Suelen generar muchísima presión, presión extra e innecesaria muchas veces. Las redes sociales suponen otro tipo de vínculo con el público, donde pareciera que hay que mostrar un perfil cien por ciento exitoso en todo, cuando no siempre estamos con las emociones puestas en ese perfil. La interacción con la gente a través de comentarios y de las respuestas suma presión porque se basa en gente desconocida ante la cual no conviene dar explicaciones, pero que se transforman en jueces del hacer del deportista. No todos están preparados emocionalmente para la crítica o la agresividad que las personas muestran a través de las redes, dónde el anonimato, la distancia y todo lo que está mediado por la lejanía de una pantalla hace que no se genere la suficiente empatía con el otro como para poder decir las cosas de una manera sana. Es conveniente que los deportistas, en estos casos, se mantengan al margen de las redes. Tal vez deban tener otras personas que tomen el rol de manejarlas, y que tengan la contención psicológica suficiente como para separarse de los dichos y basar su autoestima y logros en ellos mismo”.
Por Matías Greisert
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