La frase se lee en uno de los chats que en LAM le atribuyen a Mauro Icardi. La frase es una de las más lapidarias contra una mujer a la que deserotiza por cuidar de la familia y dejar de ser atractiva.
Por Canal26
Miércoles 27 de Octubre de 2021 - 07:43
Mauro Icardi y Wanda Nara.
Tras el escándalo de los chats entre Mauro Icardi y la "China" Suárez y la carta de "perdón" del futbolista salieron a la luz polémicas frases que dejaron un tema abierto entre las relaciones y la posición de la mujer en relación a sus parejas y la maternidad.
La periodista Luciana Peker hizo un relato detallado de ello para Infobae donde muestra gran parte esta sensación en la que se encasilla a la mujer/madre por fuera de la sexualidad.
Si una mujer es madre y quiere sexo es una zorra. Si una mujer es madre y no quiere sexo -o no despierta el mismo interés que alguien con quien no se comparte la agenda de pañales, problemas y deberes- no solo es madre, sino, que el deseo choca en el peor final: es como su madre. ¿Qué sería? Ya no una mosquita muerta, sino una mosca en la sopa.
El cuento es el más clásico. Te daría mil hijos (como si se dieran) en una epopeya sexual que implica el techo de la entrega amorosa y, cuando los hijos llegan, la mujer deja de ser vista como mujer y pasa a ser vista como una madre (por lo tanto no como una mujer) y eso se traduce en que mantiene status de querible, pero pierde el status de deseable.
Hay mil maneras de ser madres y mil y una de ser mujeres. Pero toda la pelea por decir y repetir (sin soplar y soplando también) que ser mujer no es un chip biológico (ni que implica necesariamente querer procrear) y que la maternidad también es una construcción social se bajan cuando un varón repite el hit del patriarcado: ya no la veo como una mujer, sino como una madre.
Antes las cosas estaban claras. Las esposas y madres eran santas, pero no atractivas y las amantes eran atractivas para la cama pero no para la crianza de la descendencia inmaculada. Pero el esquema binario entre mujer/madre no está superado. Si la crianza deserotiza la sensualidad aleja la idea de familia. Todavía el erotismo y el cuidado siguen siendo dos vagones que cuando tienen que ir juntos la mirada de los varones los haces descarrillar como si no pudieran enfilar por la misma vía.
La posibilidad de mirar las vidas propias a través del voyeurismo de las historias de Instagram y los programas de tevé tiene el límite en el que las decisiones, deseos y debilidades de las demás son su propia vida, no la nuestra. Así que sus cuerpos, sus reconciliaciones y separaciones son cosa suya y no materia opinable. Pero la icardiada dejó de romper con los códigos del machismo (la mujer del amigo no se mira como si fuera una propiedad que se negocia entre varones) y, ahora, los reafirma (la mujer que cocina, lleva al colegio y reta a las hijas no levanta temperatura).
Antes de esfumarse con postales familiares y manos enlazadas entre tatuajes, el wandagate nos deja una última gota de interpelación con esa frase por la que tantos varones justificaron sus valijas fuera del hogar y tantas mujeres las lagrimas con las que se secaron incrédulas ante el desprecio repentino por amamantar, cambiar y trasnochar entre miedos nocturnos.
La injusticia erótica de cuidar a las hijas e hijos de quienes decían amarlos pero dejar de amar -por prestarles demasiada atención- a esas señoras que se entregan de cuerpo y alma a otros, aunque los otros no fueran más que los suyos. No es el poliamor el primer atrevimiento de amores múltiples, sino la maternidad. Pero de eso no se habla y -encima- pareciera que es un código de barras que la cultura no puede modificar.
“No la quiero más como pareja. La veo como una hermana o como una madre”, dicen que dijo Mauro Icardi, según el relato de Ángel De Brito en LAM. Pero no se trata de despellejar el discurso, sino de levantar las manos con un encendedor (o con un celular para aggiornar los clásicos de ayer, hoy y siempre) y gritar: me too o, si quieren, a mí también.
El Alcoyana Alcoyana de las separadas con descendencia levanta la mano y se identifica. La ex candidata a diputada (con el reclamo del pago de la cuota alimentaria de los padres tacaños y lavados de manos) Cinthia Fernández sumo su testimonio en LAM: “(Mi ex) le decía lo mismo (a su amante). Le mandaba fotos mías roncando porque yo estaba durmiendo cuando estaba embarazada”.
El mal gusto de la foto roncando justificaría una juntada de firmas para clausurar watsapp para siempre. A los caballeros se les podría pedir una licencia de decoro antes de poder habilitar una mensajería telefónica. Pero, al margen, grafica la mayor fantasía sexual de las mujeres que acaban de parir o se levantan de noche, todas las noches, cuando las bendis les piden agua, un cuento, la mamadera o que quieren jugar a las 6 de la mañana: ¡dormir!
La doula Julieta Saulo cuenta en Instagram sus historias como MILF (Mother I'd Like to Fuck), un término que los varones les pusieron a las madres con las que tendrían sexo, en Tinder con humor y complicidad.
Ahí son madres que en una sociedad que -supuestamente- ensalza la maternidad quiere decir que si son madres se las baja. Ahora si son madres y no quieren dormir, sino salir de joda, conocerse, no quedarse llorando porque el marido las abandona -o es calificado de adicto al sexo como si se tratara de una inyección que no tiene regulación- o disfrutar además de criar, ahí son zorras.
Las lobas que no le ponen el pecho (solo) a sus hijos, sino al sexteo son las zorras las castigan las empresas que no las quieren como ejemplos de sus marcas y el chat de mamis que no las quiere en la puerta del colegio estacionando en la doble fila de la doble moral de los papis que relojean mientras se hacen los presentes. Porque a ellos la paternidad nunca les juega en contra, pueden irse, venirse, levantar, dejar y chatear. Nadie cuestiona a los papitos.
¿Por qué los papitos no pierden el atractivo si van a la plaza atajar hamacas pero ellas son devaluadas si se empapan mientras sacan a las criaturas de la bañadera con las manitos infantiles que hacen chapa chapa y salpican toda la blusa recién estrenada o cualquier prenda que quiera pasar por la dignidad de entrecasa? ¿Por qué la maternidad exige siempre más y despierta menos aplausos? ¿Por qué a la paternidad le alcanza con menos y siempre levanta más?
En la Argentina la pelea por el aborto legal, seguro y gratuito logró consolidar el derecho a no ser madres. Pero, todavía mucho más difícil que conseguir leyes, es cambiar los sentidos. En esa pelea se consagró la frase “la maternidad será deseada o no será”. Los logros se festejan. Pero también se multiplican. Todavía nos falta un desafío más difícil y complejo (y que se pelea cuando la marea verde no acompaña en la intimidad de cada casa): que la maternidad no solo sea deseada sino deseable.
Los deseos no se votan, no se consagran, no se moldean. ¿No podemos intentarlo, armarlos, interpelarlos? ¿Y si aceptamos que el deseo está cruzado por lo que aprendimos, lo que odiamos, lo que repetimos y lo que resulta más sencillito y atractivo? ¿Y si pensamos que la maternidad deseada puede ser no solo impulso, sino una construcción que no salga en boletín oficial por necesidad y urgencia, pero tampoco que aceptemos la injusticia sobre la maternidad porque la idea conservadora manda a decir que todo lo que fue será y nada puede cambiar?.
Al menos, mientras pensamos como hacemos para que cuidar no implique inmolarse al desprecio sexual, la maternidad sexuada sí que puede ser mirada. En las series “Sexo&Vida”, “Según Roxi”, “Workings moms”, “La señora Fletcher” y “Wanderlust”, entre otras, la maternidad y el sexo se llevan, se cuentan y, en el mejor de los casos, se concretan.
El kamasutra podría reinventarse en todas las posiciones sexuales que recuerda de su vida juvenil encendida la protagonista de “Sexo & vida”. Aunque tanto sexo oral vertical contra una pared de un bar no suele encontrar caballeros dispuestos a irse en cuclillas para besar como en la ficción. Igual se aplaude (nosotras de pie, ellos un poco más abajo) la inspiración para que los amantes besen. Tal vez eso ya hace valer la pena la maratón de Netflix y, aunque tenga clichés, la serie es una de las apuestas más hot que ofrecen, a simple vista, una madre como protagonista.
Ella no se saca el camisón en todo el día ocupada entre su hijo pequeño y su beba recién nacida y se esconde a la noche para escribir sus memorias y arquea el cuello de nostalgia mientras su marido la esquiva o, en el mejor de los casos, le despacha sexo de rutina para acabar rápido y seguir viendo el partido. Pero no es él quien la deja porque la ve como una madre, sino ella quien ya no soporta la vida marital que hizo papilla su sexualidad.
La mamichula extraña a su ex novio que huyó por miedo a convertirse en padre y (cuándo no) repetir su historia familiar. Pero que tenía un sexo que la transportaba a un cielo que no puede olvidar aunque ame a su familia. La serie pone en escena que las mujeres ya no llegan vírgenes al matrimonio y, por lo tanto, la experiencia sexual las hace extrañar el polvo de las noches felices que el casamiento evapora en rutina. Ellos ya no pueden vender espejitos de colores porque ellas tienen sexo para comparar y no siempre son las devaluadas, sino las evaluadoras del buen (o mal) sexo.
La serie está basada en las memorias de BB Easton, una psicóloga escolar de Atlanta que escribió 44 capítulos sobre 4 hombres y generó una estrategia para levantar la vida matrimonial. La serie fue vista por 67 millones de personas y, por eso, ya está encaminada la segunda parte. Pero de segundas partes se trata porque la protagonista es Billie (Sarah Shahi) que recuerda a su ex novio y fantasea con volver con él. Más allá de los cliches sobre sexo, crisis y matrimonio la serie da vuelta algunos postulados. Y muestra que la experiencia sexual de las mujeres (aunque algunos ex no valgan la pena) no es en vano.
No es lo mismo la maternidad que enfría la sexualidad cuando ellas no son las que frenan, sino las que son frenadas. No es igual que una mujer sea madre después de vivir una sexualidad frenética y muy experimentada que las que llegaban sin haber conocido otro placer ni otro destino que el de parir y ser succionada por las demandas maternas.
No es lo mismo la resignación cuando la época no daba otra oportunidad que jurar quedarse para toda la vida en la casa. Y también se incorporan los discursos feministas que arengan a las mujeres a no elegir entre una vida y otra, sino a disfrutar en plenitud de todas las vivencias. Y cuando se dicen todas es eso: que ellas quieren todo.
SERIES QUE MUESTRAN ESTO
En la serie canadiense “Madres trabajadoras” o “Workin’ Moms” Catherine Reitman es la creadora y una de las protagonistas que enfrenta obstáculos maternales, laborales y sexuales. Pero el trabajo no es solo la oficina, sino también la cama. La protagonista no elude la clásica patita en el camino del varón que se siente desplazado y desatendido y saca a relucir una amante más fogosa frente a la esposa que se reparte entre el trabajo puertas adentro y puertas afuera.
Pero Catherine no agacha la cabeza, se busca un amante más joven, se equivoca y manda una nude de la vulva depilada al chat de mamis y, también, contra la mirada retadora de algunas amigas, decide volver con el marido y reintentar conjugar sexo & maternidad & trabajo (y eso ya es demasiado rock roll).
En “Mrs. Fletcher”, de HBO, el conflicto no es en la maternidad con biberones, saca leches y sonajeros, sino cuando el hijo parte a la universidad y ella se encuentra con su soledad, nuevos cosquilleos, el beso con una chica, más besos con un chico mucho menor que ella y, por sobre todo, con el porno que se vuelve su mayor compañía.
La serie protagonizada por Kathryn Hahn muestra a una madre sola dedicada a su hijo que se encuentra, por sobre todo, con sus fantasías y sin tapujos. No la muestra sobre excitada si el porno se vuelve una realidad aburrida después de un touch en el baño de una fiesta. El porno suele ser mejor en la pantalla que cuando quiere ser llevado a la cama. Pero hay fantasías que se pueden realizar con un poco de libertad, ternura y autonomía para festejar.
Y exhibe también como la sexualidad frente a los hijos con vida sexual puede ser mucho más difícil de concretar que cuando los bebés requieren mucha energía pero no aparecen como espectadores que dan a entender que saben de que se trata ese otro deseo de su madre además que no los tiene como protagonistas.
En “Wanderlust”, de Netflix, la protagonista Toni Collette se permite experimentar el poliamor para salvar su matrimonio, pero especialmente a ella misma de una sexualidad que ya no encaja sin que sea una discusión más porque falla. Lo interesante que comparte con algunas otras de las realizaciones que se pueden ver por plataformas es que la maternidad entra en crisis con la sexualidad, pero no por la falta de deseo del hombre, sino por el deseo insatisfecho de la mujer.
No es que a ella le falte atractivo, sino que a él no le alcanza la libido. La maternidad no parece ser el problema, pero la intimidad no es posible cuando hasta para masturbarse ella no se puede esconder -ni siquiera- en el cuarto propio que desde que nacen los hijos se pierde junto con los orgasmos sin silenciador- pero ella no se queda callada. Sale al mundo y grita su placer aunque le de pudor emprender la búsqueda.
Más allá de las multi plataformas internacionales, acá nomás, la doula Julieta Saulo genera en su muro de Instagram los lunes sin filtro (LSF), en donde ella cuenta sus antiguas experiencias en Tinder y las madres sueltan sus apetitos sexuales con maridos o amantes (apodados Raules) entre hijos e hijas (siempre bautizados bendis) y las felicitaciones cuando se logra el buen sexo.
La madre que nunca tuvo culpa por desear algo más que estar con sus hijos y a la que no culparon por estar demasiado con sus hijos es una bendecida y una excepción a la regla de querer separar maternidad de sexualidad. Pero a pesar que nadie zafa del látigo de querer deserotizar a las que cuidan (cuando es tan sexy verlos a ellos cuidar) el único camino no es la resignación, el perdón o el desmadre con tal de parecer sexuada.
Fuente: Luciana Peker para Infobae
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