A 12 años de su muerte, un repaso de la vida y obra de uno de los escritorios más importantes de Latinoamérica que supo convertir en poesía aquella cotidianeidad que tanto nos pesa.
Benedetti en Montevideo, de fondo se observa la Plaza Independencia, foto: Eduardo Longoni.
Se cumplen 12 años de la muerte de Mario Benedetti, el escritor y poeta uruguayo que trascendió en una época donde la escritura era la única herramienta para reflejar vivencias, sentimientos, dolores e inquietudes de una generación atravesada por la violencia y censura. Un repaso de su gran obra que siempre será eterna.
Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros, departamento de Tacuarembó, siendo hijo de Brenno Benedetti y Matilde Farrugia. A los 4 años se mudó junto a su familia a Montevideo donde logró terminar el primario, pero no así el secundario ya que debió abandonarlo por problemas económicos. Cumplidos los 14 obtuvo su primer trabajo en la empresa Will L. Smith que se dedicaba a repuestos para autos.
Mario en sus primeros años en Tacuarembó.
A principios de la década del 40 se trasladó a Buenos Aires donde tomó contacto con la obra de Baldomero Fernández Moreno y que sería la inspiración que despertó su vocación de poeta. En 1941 regresó a su país donde tuvo sus primeros inicios literarios en la redacción del semanario Marcha, un importante foro de reflexión y análisis clave en la cultura rioplatense, en el que se formaron generaciones uruguayas de intelectuales; además llegaría la publicación de su primer libro de poemas en 1945: La Víspera Indeleble. Un año después se casó con Luz López Alegre quien sería su compañera hasta la muerte y musa de muchas de sus obras.
Finalizando la década se hace cargo de la dirección de la revista literaria Marginalia, aparece su primera obra ensayística, Peripecia y novela (1948), y su primer libro de cuentos: Esta Mañana (1949). Su rol de militante también iría de la mano ya que para esa época participa activamente en el movimiento contra el Tratado Militar con los Estados Unidos y publica los poemas de Sólo mientras tanto (1950), editado por Número, una de las revistas literarias más destacadas de la época.
1959 y 1960 serían los años consagratorios para Benedetti ya que se publicaron dos de sus obras más famosas: Montevideanos y La Tregua. Esta última luego sería adaptada al cine por Sergio Renán en 1974 y nominada a un Oscar. Ambas obras resultarán de gran ejemplo para explicar su estilo con un lenguaje convencional que relata las vivencias del “hombre común” de la época atravesado por dictaduras, censuras y debiendo enfrentar una realidad social opresora que atenta contra sus propios sueños, proyectos y que lo obliga a una constante disputa entre el querer ser y el deber.
Héctor Alterio y Luis Brandoni, dos de los protagonistas de la versión cinematográfica de La Tregua de 1974.
A medida que su escritura ganaba reconocimiento también aumentaría su involucramiento en la política. Fue partícipe del Congreso Cultural de La Habana con la ponencia Sobre las relaciones entre el hombre de acción y el intelectual; formó parte del Consejo de Dirección de Casa de las Américas y en 1968 fundó y dirigió el Centro de Investigaciones literarias de Casa de las Américas hasta 1971.
En ese mismo año fue parte de la fundación del Movimiento de Independientes 26 de Marzo, una agrupación que pasó a formar parte de la coalición de izquierdas Frente Amplio. Esta faceta suya se vio reflejada en las obras que publicaría como Crónicas del 71 (1972) y Terremoto y Después (1973). El golpe de Estado en Uruguay, en 1973, obligó a Benedetti a renunciar a su cargo en la universidad y a exiliarse pasando por Argentina, Perú y Cuba donde se instaló de 1975 hasta fines de 1979 para escribir Con y sin nostalgia (1977), Pedro y el Capitán (1979) y Cotidianas (1979). Finalmente, en 1980 partió a España donde viviría hasta su regreso a su país.
En España Benedetti hace hincapié con sus obras a los conflictos políticos y culturas que debe atravesar, El Desexilio y otras conjeturas (1984) es uno de estos ejemplos que tomó de sus trabajos periodísticos en el viejo continente. Una de las características en su escritura es mostrar a los personajes terrenales, en primera persona y sin necesidad de que el lector deba recurrir a un guiño del autor para entender las necesidades, sentimientos y victorias del protagonista; como si existiera una especie de puente que conecta a ambos porque el personaje tiene similares características que el lector.
Benedetti, foto EFE.
Para 1985, ya vuelta la democracia a su país, Benedetti emprendió su regreso aunque no de manera definitiva ya que alternó por muchos años entre sus residencias de Uruguay y España. En 1997 publicó su última novela: Andamios que fue sin dudas su trabajo con mayor carga autobiográfica al relatar la vuelta de un escritor uruguayo a su patria tras muchos años de exilio, en aquel relato el protagonista le brinda al lector sus impresiones de volver, reconectarse con su cultura y lo difícil que es volver a integrarse a un lugar que nunca dejó de ser suyo pero que tanto cambió.
Con la muerte de su esposa en 2006, se instala definitivamente en Uruguay hasta su muerte el 17 de mayo de 2009 a causa de una neumonía. El gobierno uruguayo decretó duelo nacional y dispuso que su velatorio se realice con honores patrios en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, el 19 de mayo fue enterrado en el cementerio del Buceo de Montevideo junto con su mujer.
BENEDETTI RECITANDO UNO DE SUS POEMAS: LA CULPA ES DE UNO.
Vale la pena agregar una última característica de su obra: un reiterado cuestionamiento existencial en la cual la propia vida, las decisiones y los motivos de por qué suceden ciertas cosas quedan en el centro de la escena en una especie de juego que termina en repreguntarse sobre si existe Dios o sólo se lo usa de pretexto para intentar justificar los actos. Casi al final en La Tregua, su novela más famosa, el protagonista - Martín Santomé - reflexiona sobre su pérdida y cómo esos momentos de felicidad que tuvo en los últimos meses los entiende como una licencia con ese Dios con el que tanto confrontó: "No quiero un Dios que me brinde todo hecho, como podría hacer uno de esos prósperos padres de la Rambla, podridos en plata, con su hijito pituco inservible. Eso sí que no. Ahora las relaciones entre Dios y yo se han enfriado. él sabe que no soy capaz de convencerlo. Yo sé que Él es una lejana soledad, a la que no tuve ni tendré nunca acceso. Así estamos, cada uno en su orilla, sin odiarnos, sin amarnos, ajenos".
Bar San Rafael en Montevideo donde iba habitualmente en sus últimos años, foto: Eduardo Longoni.
Al escritor, en una de las tantas entrevistas que se le hizo, se le preguntó sobre su ideología y creencias a raíz del título de una de sus obras La vida ese Paréntesis (1998) y contestó: "Creo que la vida es un paréntesis entre dos nadas. Yo soy ateo, no creo en Dios ni nada por el estilo. Hay gente que tiene sus creencias y tiende a sentir que, después de la muerte, está el Paraíso, o el Infierno, porque muchos han hecho méritos para ir al Infierno. Yo creo en un dios personal, que es la conciencia: a ella es a la que le debemos rendir cuentas". Esa existencia y esa confrontación de sus personajes hacia Dios, o ese Dios que plantea, no es más que la conciencia que pesa sobre nosotros y el tener que hacernos cargo de nuestras acciones.
En el Mercado del Puerto frente al puerto de Montevideo, foto: Eduardo Longoni.
La obra de Benedetti, tanto sus poemas como novelas y ensayos, logró vencer las barreras del tiempo y hacer sentir cercano a cualquier lector sin importar su contexto social, edad y presente. Quizá porque fue uno de los pocos, o mejor dicho precursor, en escribir mirando a los costados y haciendo una introspección sobre la sociedad, él mismo y lo que lo rodea. Una muestra de que internamente el ser humano poco ha cambiado a pesar del tiempo y avances tecnológicos que muchas veces parece que ayudan a perdernos. Ese ser humano aún continúa en la eterna búsqueda de poder responderse preguntas tan simples y a la vez tan difíciles sobre la propia existencia, aquella que de manera tan bella y tan desgarradora supo escribir Mario.
Por Yasmin Ali
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