La reciente crisis política, con un intento fallido de instaurar la ley marcial, expone las vulnerabilidades de las democracias modernas y revela un preocupante patrón global de debilitamiento institucional y cuestiona el futuro de la democracia como modelo de gobierno predominante.
Desde hace años, cuando se habla sobre crisis en la península coreana, rápidamente se piensa en el régimen de la dinastía Kim. Con el tiempo, esta familia ha obtenido más poder gracias a su desarrollo en armas nucleares y misiles de largo alcance. El temor a una guerra con sus vecinos del sur y sus constantes lanzamientos de misiles han permitido que este régimen genere noticias de repercusión global.
Sin embargo, en esta ocasión, quienes ocuparon la atención del mundo fueron sus vecinos del sur. La democracia de Corea del Sur sufrió un terremoto político. En una medida que desconcertó a la población y a los políticos de su propio partido, el presidente decretó la ley marcial, cerró el congreso y prohibió la actividad política. Las imágenes de militares irrumpiendo por la fuerza en el congreso y soldados empujándose con manifestantes frente al edificio dieron la vuelta al mundo.
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Corea del Sur no vivía situaciones similares desde hace 40 años. Ni siquiera Estados Unidos, país aliado con una base permanente de más de 40 mil soldados en Corea del Sur, parecía estar al tanto de lo que sucedía. Los países de la región, que cuentan con la base y la alianza de Corea del Sur en su enfrentamiento cada vez más complejo y peligroso contra China, vieron peligrar un eslabón clave de su alianza militar.
En pocas horas, lo que parecía un golpe de Estado se revirtió gracias a la decisión del congreso de frenar la ley marcial, obligando al presidente surcoreano a dar marcha atrás.
Aunque la posibilidad de un juicio político y destitución avanza, la oposición en el gobierno busca destrabar la crisis y sacar del poder al presidente. Temen que, en los días que le quedan en el cargo, provoque una situación de caos nacional, como un conflicto con sus vecinos del norte. Esta crisis institucional en Corea del Sur dejó a la vista una situación cada vez más evidente a nivel mundial: ¿Tiene la democracia el apoyo de la población como hace unas décadas? ¿Sigue siendo un valor fundamental a mantener por las sociedades que viven bajo este sistema de gobierno?
Según la organización intergubernamental International IDEA, con sede en Estocolmo, entre 2008 y 2023, la participación electoral mundial cayó 10 puntos porcentuales, del 65,2% al 55,5%. De los 173 países estudiados, cerca de la mitad presenta "un significativo retroceso en al menos un criterio crucial" de lo que define a una democracia, como la capacidad para organizar elecciones creíbles o la protección de la libertad de prensa.
La participación electoral disminuye en el mundo y este retroceso se combina con una mayor impugnación de los resultados obtenidos en las urnas. En Estados Unidos, tres indicadores están en descenso desde 2015: la credibilidad de las elecciones, las libertades cívicas y la igualdad política, según el informe. Un 47% de los estadounidenses considera que las elecciones de 2020 fueron "libres y justas", según otro estudio de IDEA publicado en abril de 2024. Pero una parte del electorado rechaza considerar como creíbles los procesos electorales y sus resultados.
En los análisis sobre lo sucedido recientemente en Corea del Sur, se mencionan la crisis política interna por temas de votaciones parlamentarias, casos de corrupción en el entorno del presidente y un bajo apoyo popular como posibles causas que llevaron al mandatario a tomar esta drástica medida. ¿Pero acaso no hay algo más?
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¿Cuánto pueden haber influido las constantes críticas de políticos como Trump a su sistema electoral? Gracias al poder que ahora le otorga haber sido elegido presidente de Estados Unidos, los fiscales que lo investigaban por distintos hechos de corrupción decidieron dejar de lado sus investigaciones. Incluso el presidente electo ahora pide que se cierre la investigación en curso en el estado de Georgia, donde se lo acusa de intentar modificar el resultado electoral para buscar su victoria.
Además, esta nueva realidad se suma al hecho de que el ataque al Capitolio quedará impune y posiblemente quienes están en prisión por el intento de golpe de estado contra la autodenominada democracia más grande del mundo podrían ser indultados por el propio Trump.
¿Cuánto de estos hechos pueden haber pesado en el análisis del presidente surcoreano para esta medida?
Solo con ver el mapa de nuestra región, por tomar un ejemplo más cercano, la debilidad institucional o el peligro para las democracias avanza hacia lugares impensados. Ya no solo hablamos de crisis conocidas como las de Venezuela, Nicaragua o Cuba, la tensión política en Bolivia o Guatemala. En estos días, la policía federal de Brasil reveló, luego de una larga investigación, el intento de golpe de estado planificado por Jair Bolsonaro contra Lula Da Silva, para llevarlo a cabo poco después de su victoria electoral. En la investigación se mencionan los detalles de reuniones del ahora ex presidente con sus generales más estrechos y lo cerca que estuvo de poder concretarse, si no fuera porque algunos altos mandos se negaron a seguir sus planes.
Es cierto que no aporta mucho preguntarse qué hubiera sucedido si, de acuerdo a la investigación que ahora podría llevar a Bolsonaro tras las rejas, el golpe en Brasil se hubiera concretado. Pero ¿cuál podría haber sido su efecto para la región? El hecho de que el golpe haya fracasado, ¿nos libra del peligro de que no ocurra en un futuro en Brasil o en otra nación?
Seúl fue un ejemplo más de la debilidad institucional global, la pérdida de fuerza de la democracia considerada como un valor a mantener y mejorar.
El contexto internacional no solo nos devuelve, como un espejo, un mundo en guerra, sino algo aún más profundo. Lo que está en juego no es solo la soberanía de las naciones que están en guerra, sino las visiones de aquellos que quieren vivir, aunque imperfectamente, en democracia, y quienes buscan infectarlas y destruirlas desde dentro.
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