Salvo en los países que reconocen a Taiwán como la verdadera China, el gigante asiático ha buscado proyectarse en todo el continente de una manera más profunda que la de un simple socio comercial.
No es novedad decir que China ha mostrado un creciente interés en invertir en la infraestructura en Latinoamérica y el Caribe. Salvo excepciones (como Paraguay y Guatemala, países que aún reconocen a Taiwán como la verdadera China), ha buscado proyectarse en todo el continente de una manera más profunda que la de un simple socio comercial.
Un ejemplo de ello lo encontramos en Nicaragua. En 2023 el gobierno nicaragüense anunció que tenían 5 proyectos a construir con financiamiento chino:
Más cerca en el tiempo, en febrero de 2024, la asamblea general de Nicaragua firmó un acuerdo con la empresa China CAMC Engineering Co., Ltd. administrada directamente por el gobierno chino, para iniciar el proyecto de modernización de infraestructura aeroportuaria en Nicaragua denominado Punta Huete.
Este proyecto tiene en mente mejorar la conectividad y facilitar el comercio aéreo tanto con la región como con Asia. Si bien esto beneficia a Nicaragua tanto en la atracción de inversores extranjeros como en la generación de empleo para impulsar la economía local, a la vez también beneficia la estrategia del gigante asiático de ampliar su influencia/presencia en América Central, ya que planea utilizar a Nicaragua como un centro a partir del cual proyectar o aumentar, según el caso, su presencia en la región.
Esta no es la primera vez que China intenta utilizar sus recursos para hacer de Nicaragua un eje central de su estrategia geopolítica. La relación tirante de los nicaragüenses con Washington, y su creciente aislamiento internacional, acrecientan la necesidad del tipo de recursos económicos que China puede aportar.
En la relación entre estos dos países podríamos mencionar dos hitos. El primero de hace algunos años, con el repetidamente anunciado Canal de Nicaragua, que iba a rivalizar con el de Panamá. Una empresa china iba a llevar adelante el proyecto, con una inversión de miles de millones de dólares. Sin embargo, la profundización de los problemas internos en Nicaragua en 2018 con marchas masivas de estudiantes en las calles, y la quiebra de la empresa china, dejaron la construcción del canal en la nada.
El segundo hito, más reciente, es que Nicaragua forma parte del proyecto de La Nueva ruta de la seda desde enero de 2022, tras restablecer relaciones diplomáticas oficiales con China en diciembre del 2021, luego de cortar nexos con Taiwán, lo cual ha dejado que el país centroamericano acceda a inversiones chinas para proyectos claves.
Pero eso no es todo. Como dijimos, no es solo en Nicaragua que China intenta profundizar su presencia en la región. Este año 2024 Beijing también ha anunciado millonarias inversiones en Honduras y El Salvador. Honduras incluso acaba de cortar un tratado de extradición que tenía vigente con EEUU, en lo que pareciera ser un distanciamiento entre Washington y Tegucigalpa. Un distanciamiento que, de ocurrir, podría ser aprovechado desde el lejano oriente ¿Logrará Beijing proyectarse sobre la zona de influencia más próxima de la gran potencia norteamericana?
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