Durante el año 1972, la dictadura se preparaba para convocar a elecciones a la vez que intentaba proscribir por cualquier medio al peronismo. Fue entonces que una serie de notas periodísticas intoxicadas e informes médicos confusos hicieron que el dictador pensara que el líder no podría retornar a la Argentina por problemas de salud.
Por Canal26
Jueves 22 de Agosto de 2019 - 12:26
El general Alejandro Lanusse retrocedía por los malos datos económicos, por las movilizaciones populares y porque Juan Domingo Perón quería poner fin a su largo exilio. Argentina llevaba seis años de dictadura y el poder se manejaba como un cuartel.
Por aquel entonces, Lanusse puso en marcha un plan de dos meses destinado a dejar a Perón al borde del abismo. El viernes 7 de julio de 1972 anunció que no podría ser candidato a Presidente quien estuviera fuera del país: el plazo vencía el 24 de agosto. Sin cronograma electoral siquiera, la medida era un desafío abierto: o Perón adelantaba su regreso o quedaba excluido de la contienda electoral.
La Junta Militar ya había redactado una reforma a la Constitución para acomodar los comicios a su conveniencia. Aunque parezca grotesco, la Carta Magna -violentada desde junio de 1966 por sucesivos dictadores- iba a ser modificada por quienes la desconocieron.
Los militares decidieron establecer una segunda vuelta electoral, con la creencia de que algún candidato designado por Perón no llegaría al 50 por ciento más un voto en un ballotage. Además reducían el mandato presidencial de seis a cuatro años y también hacía desaparecer el Colegio Electoral: los ciudadanos votarían a sus representantes de modo directo, tal como ahora sucede.
Por esos días se había destapado que Lanusse había establecido contactos secretos con Perón a través de un hombre de su confianza, el coronel Francisco Cornicelli, a quien Perón llamaba "el coronel Vermicelli".
Lanusse, para conjurarla, decidió dar un discurso duro en el Colegio Militar, desafiando a Perón, el hombre que le quitaba el sueño desde hacía tantísimos años. Quizá desde 1951, cuando Lanusse, siendo capitán, se sumó al intento de golpe de Estado encabezado por el general Luciano Menéndez. Ese intento fracasó y Lanusse, como tantos otros, terminaron presos hasta que los liberó el golpe de Estado de septiembre de 1955.
El jueves 27 de julio, ante un auditorio solo de hombres, donde abundaban la gomina, los bigotes bien recortados y los ceños fruncidos, Lanusse fue el único orador. En pocos días se vería el efecto de aquel encendido discurso en el Colegio Militar.
Perón había llegado a España en 1960, con 65 años, después de peregrinar por varios países latinoamericanos. Estaba bastante achacado de salud y al tiempo se puso en manos de Antonio Puigvert, quien en 1964 lo había operado de la próstata. El prestigioso urólogo catalán le había extraído varios tumores benignos.
Las usinas de rumores corrieron a toda velocidad: Perón debía tener cáncer. Tan fuertes fueron las versiones que, unos meses después, Periscopio consignaba un artículo del periodista Gregorio Selser publicado en el semanario uruguayo Marcha –y reproducido por Associated Press- en el que decía: "Hoy, 10 de septiembre, ha muerto el general Perón".
Para dar veracidad, Selser agregaba, según Periscopio, que "el Viejo se extinguió lenta y dolorosamente como ocurre con los enfermos de cáncer prostático generalizado".
Por supuesto, Perón volvió a Madrid, con una salud precaria pero con un aspecto razonable y la cabeza despejada para recibir a los cientos de peronistas que viajaban a Puerta de Hierro.
Entre tanto, se tejieron versiones de todo tipo respecto de cómo el propio Perón habría hecho llegar a los militares que la Parca podía visitarlo en cualquier momento. En criollo y en sentido literal, "que no le daba el cuero". La realidad y las noticias intoxicadas se cruzaban en un juego macabro.
Juan Domingo Perón y Rodolfo Galimberti
En Madrid, Perón le había dado a Galimberti una carta dirigida a los grupos universitarios de la Juventud Peronista, donde les decía que "quiero hacerles llegar mi encomio más sincero por la labor que desarrollan y por la forma inteligente en que la realizan. También considero acertado tanto los métodos de la movilización como las funciones que prevén para la ejecución de la Guerra Revolucionaria en que estamos empeñados, frente a una dictadura militar contumaz en sus propósitos de la entrega…"
Al contrario de lo que Lanusse había supuesto – o le habían hecho creer -, Perón estaba listo para volver.
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