Los vecinos de la zona hablan de paredes rotas en sus casas y un ruido insoportable en la zona. El temor a una tragedia está latente.
Por Canal26
Martes 7 de Agosto de 2018 - 12:16
En El Palomar manifestaron su preocupación por los vuelos en la zona y en las consecuencias que les provocan. Hablan del "síndrome Flybondi" y denuncian paredes rotas en sus casas y un ruido insoportable. Claro está, existe el miedo a que ocurra una tragedia.
Los vecinos de la zona del aeropuerto donde funciona la primera aerolínea "low cost" de la Argentina piden su clausura y el cese de operaciones de la compañía aérea. La indignación es grande en el barrio. Piden soluciones inmediatas.
Tal como cuentan los vecinos, el ruido de los aviones volando es ensordecedor. Dicen que cuando pasan hasta "las televisiones no se escuchan" y que "si hablás por celular tenés que callarte y esperar a que pase". Lo llaman el primer síntoma del "síndrome Flybondi", eufemismo nacido para describir el padecimiento de los vecinos del aeropuerto de El Palomar donde opera la primera aerolínea "low cost" de la Argentina.
Un vecino de Villa Alemania, en Hurlingham, que vive a 15 cuadras del aeropuerto cuenta: "El ruido es permanente. Molesta, cómo no va a molestar. A la madrugada, a la noche, todo el día es. Cuando viene el avión pienso que se me va a caer el tanque del agua abajo. Pasan a 200 metros de mi casa y hasta me vibran las ventanas".
La queja terminó en denuncia cuando el colectivo vecinal Stop Flybondi Oficial inició un amparo en septiembre de 2017 contra la habilitación de vuelos comerciales en la base militar de El Palomar. Fue entonces que el fiscal federal Jorge Di Lello se expidió el lunes 30 de julio a partir de esta presentación judicial: solicitó al juez Sergio Torres la suspensión de las operaciones del aeropuerto y reiteró el cese de vuelos de la aerolínea Flybondi hasta tanto se constate la seguridad pública de las adyacencias de la terminal aérea.
Por su parte, las autoridades gubernamentales y de aviación civil respondieron que tanto el aeropuerto como la aerolínea "low cost" cumplen con las regulaciones de seguridad competentes a la homologación de las operaciones aerocomerciales y con la fiscalización de su actividad.
Al respecto, Lucas Marisi (vecino, abogado y promotor de la causa) manifestó su decisión de exigir "que se cumpla la ley, que se clausure el aeropuerto y que opere la aerolínea desde donde corresponda".
"No es el síndrome Flybondi, es el síndrome del aeropuerto trucho", confirma en diálogo con Infobae. Considera que no se respetó el procedimiento de evaluación de impacto ambiental que debe habilitar el Ministerio de Ambiente de la Nación y el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS) de la Provincia de Buenos Aires.
Así, habla de tres irregularidades en la habilitación del aeropuerto, donde sustenta su amparo, más allá del reclamo social de los habitantes del barrio lindero a la terminal aérea:
*Relata anomalías en la Ley General del Ambiente –ley número 25.675– que "dice que cuando no existe una declaración de impacto ambiental que autorice determinado emprendimiento o proyecto, la Justicia puede proceder a su clausura".
*Apunta que "la Ley de Sitios de Memoria –ley número 26.691– precisa que los recintos que sirvieron como centros clandestinos de detención no pueden ser refaccionados ni cambiado su uso, y que cualquier obra que se quiera hacer tiene que ser autorizada por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Esa acta administrativa que debía ser firmada por el secretario Claudio Avruj no existe".
*Y desacredita el documento que invoca el Gobierno para respaldar la autorización del aeropuerto: "En un escrito firmado durante el Onganiato, la dictadura cívico-militar presidida por el general Juan Carlos Onganía que derrocó al gobierno de Arturo Illia, le da categoría de aeródromo militar. Además de haber sido firmado durante un gobierno de facto, el documento carece de firma. Y fue el 13 de diciembre de 1968, hace cincuenta años, donde esto era todo campo, no tiene nada que ver esa realidad con la actual".
Incluso, en la causa se adjuntó un informe del Conicet (Marini asegura "que fue olímpicamente ignorado por los jueces") en el que califican al aeropuerto de El Palomar como uno de los peores tres del mundo por su pésima ubicación. Se dijo que es la única terminal aérea capaz de conservar un colegio dentro, y hasta recordó que durante la inspección ocular con la jueza del 8 de enero se encontraron con polvorín militar y arsenales de municiones a cincuenta metros de las cabeceras de pistas.
"En el mundo ya no se habilitan aeropuertos en zonas urbanas. Al contrario, se los cierra. En Alemania, el Tempelhof de Berlín lo cerraron para reemplazarlo por un gran parque público", destacó.
Además, narró que en las noches, en la ruta 201 (ubicada a la vera de la base militar y de las vías del ferrocarril San Martín) los faros de iluminación misteriosamente se apagan en el tramo que se ubica paralelo a la pista de aterrizaje. "Nos enteramos desde fuentes de la fuerza aérea que como los aviones carecen de ILS (Sistema de Aterrizaje Instrumental, por sus siglas en inglés: una tecnología indispensable en materia de navegación que permite guiar el aterrizaje ante fenómenos de baja visibilidad) existe el peligro de que el piloto se confunda la pista con las luces de la ruta", afirmó.
Otra vecina que adquirió el terreno y edificó su casa hace cuatro años tiene miedo que el se haya devaluado el valor de la propiedad por este tema: "A veces pasan tres o cuatro aviones a la una de la mañana, es una tortura: te tiembla la cama, literal. Es demasiado molesto, demasiado". Asegura que las vibraciones generadas por la proximidad del avión le agrietaron las paredes de la habitación de su hija, de nueve meses. "La casa ya está agrietada. A mí me da miedo que se caiga alguno. Parece que se va a estacionar en mi pieza. No se puede vivir así", dijo.
Incluso hasta "celebran" en los días que hubo cancelaciones de vuelos porque es "un placer salir al patio". Pero afirman que aquellos que los visitan en sus casas se asustan por los ruidos. Más allá de los ruidos, el temor a las consecuencias es lo que más les importa. Las grietas en las parejas son una preocupac¡ón mayor.
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