De la mano de la limpieza de sus márgenes, la reforestación y la reaparición de especies nativas, el Riachuelo experimenta hoy una transformación. A pie, en bicicleta o navegándolo, surgen iniciativas para recorrer y redescubrir esta zona olvidada entre la ciudad y los suburbios.
Navegación por el Riachuelo: el Coloso de Avellaneda. Foto: Gabriela Ensinck
Con su pasado de contaminación y marginalidad, el Riachuelo ha sido -salvo en un breve tramo entre la “Vuelta de Rocha” y “Caminito”- un sector relegado y condenado al olvido. Sin embargo hoy, ese paisaje asociado a la suciedad y la polución, está emergiendo con nuevos espacios verdes recuperados y reforestados, donde habitan aves, peces y plantas nativas, que invitan a recorrerlos a pie, en bicicleta o navegando entre sus márgenes.
El programa “Riachuelo, Navegaciones de Vecinos” propone redescubrir este espacio a través de un recorrido de dos horas, en el que, partiendo desde la Vuelta de Rocha, se llega en lancha hasta Puente Alsina, en el límite entre el barrio porteño de Pompeya y el bonaerense de Valentín Alsina, pasando por los distintos puentes y sus historias: el puente Victorino de la Plaza (o puente Vélez Sarsfield) con su anaranjada estructura de hierro, preparado para ser móvil pero quedó fijo al estar atravesado por un caño maestro de gas; el viejo puente Pueyrredón, en cuya sala de máquinas con arquitectura de castillo vivió por más de 30 años el pintor y escultor Julio César Vergottini; el puente levadizo Barraca Peña, por el que aún cruza, dos veces al día, el tren carguero del ex ferrocarril del Sud (hoy ferrocarril Roca). También el puente Bosch, que une las localidades de Barracas y Piñeyro, en Avellaneda, escenario de “la tragedia del tranvía 150”, que se precipitó al Riachuelo una mañana de 1930 con 56 pasajeros, de los cuales sólo sobrevivieron cuatro.
“Riachuelo, Navegaciones de Vecinos”. Foto: Gabriela Ensinck. Foto: Gabriela Ensinck
Navegación por el Riachuelo. Foto: Gabriela Ensinck
Y finalmente, se llega al punto de partida atravesando los dos puentes transbordadores que dominan la desembocadura del Riachuelo: "el viejo transbordador gris Nicolás Avellaneda, inaugurado en 1914 (y declarado Monumento Histórico Nacional en 1999), que a los pocos años quedó obsoleto, por lo que se resolvió construir otro, con base de hormigón y estructura metálica anaranjada”, cuenta Silvana Canziani, gestora cultural e impulsora del programa de Navegaciones con Vecinos.
A lo largo del recorrido se pueden observar garzas, gaviotas, gallaretas y otras aves nativas; coipos (un roedor más pequeño que el carpincho), tortugas de agua y sábalos, lo cual es señal de una menor contaminación y presencia de oxígeno en el agua.
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La iniciativa de navegar el Riachuelo con vecinos surgió en 2015 a partir del programa “Riachuelo con Arte” (@riachueloconarte) impulsado por la geógrafa Andrea Cuesta Ferrarazzo, con apoyo del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires y un programa de mecenazgo. A partir de 2024 la invitación se amplió a vecinos y referentes sociales de ambas riberas, para que pudieran vivenciar la transformación de este curso de agua y sus complejos desafíos ambientales, sociales y culturales.
El Riachuelo
Durante el paseo, se van tejiendo historias. Así, Jorge Hiquis, del Centro de Estudios Históricos de Dock Sud, relata los tiempos en que “el docke era una zona de quintas y casas de fin de semana”. Y Mary Zvizel, de la Sociedad de Fomento, recuerda que en su infancia, los chicos iban a “Puerto Piojo” a nadar y jugar en la playa, antes de la llegada del Polo Petroquímico.
La saga de la contaminación del Riachuelo se remonta al siglo XIX, cuando los primeros saladeros y curtiembres arrojaban allí sus desperdicios. Y fue creciendo con la instalación de industrias y asentamientos poblacionales. Ya en el siglo XX, a lo largo de las décadas, numerosos funcionarios prometieron en vano su limpieza.
Hasta que un fallo de la Corte Suprema de la Nación de julio de 2008 (conocido como fallo Beatriz Mendoza, en honor a la trabajadora social que encabezó la lucha por su saneamiento), obligó al Estado nacional, a la Provincia y a la Ciudad de Buenos Aires, y a 14 municipios a ejecutar un plan de recomposición ambiental en su cuenca.
Navegación por el Riachuelo. Foto: Gabriela Ensinck
Esta medida dio origen al Acumar, un ente interjurisdiccional (hoy en riesgo, tras el despido de 300 de sus trabajadores y técnicos), encargado de las tareas de saneamiento de la cuenca Matanza - Riachuelo.
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Actualmente, a lo largo de sus bordes, y en el curso del Riachuelo, se realizan constantes tareas de limpieza con barcazas equipadas con palas mecánicas que levantan basura flotante, y también redes gigantes que atrapan plásticos y otros objetos.
Navegación por el Riachuelo. Foto: Gabriela Ensinck
Navegación por el Riachuelo: puente transbordador. Foto: Gabriela Ensinck
“Todos los días se generan en la Ciudad de Buenos Aires unas 6 mil toneladas de residuos, y buena parte termina en algún momento en el agua, ya que el 50% de los límites de la Ciudad están entre el Río de La Plata y el Riachuelo”, comenta Javier García Elorrio, subgerente operativo de Higiene Urbana en Cuencas Hídricas.
Pero además, “En las márgenes del Riachuelo viven unos cinco millones de personas, y la mitad no tiene cloacas. Ese es el verdadero origen de la contaminación, ya que por más que se hayan erradicado empresas, la contaminación industrial solo representa un 20% del problema y el 80% se debe a los residuos cloacales”, señala Elorrio.
Hoy, con el agua más limpia y la ausencia de aquel olor agrio y nauseabundo que supo impregnar los márgenes y una amplia zona de La Boca, el Riachuelo se ha transformado en un espacio de esparcimiento y recreación al aire libre.
En ambos márgenes se creó un corredor verde con plantas nativas y una bicisenda, que se puede recorrer a pie, trotando o pedaleando, y apreciar varios puntos de interés como la escultura del Coloso, en Avellaneda, los antiguos astilleros y barracas (depósitos), muchos de ellos intervenidos con graffitis y arte urbano.
Desde agosto de 2024, una empresa privada inauguró un recorrido turístico que parte desde la desembocadura del Riachuelo, pasando por debajo del antiguo Transbordador Nicolás Avellaneda, hasta el Puente Barraca Peña, en un trayecto de 40 minutos por su historia y paisajes.
A pesar de la contaminación y el olvido, el Riachuelo es hoy un símbolo de la regeneración ambiental. Y tiene futuro.
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