En un contexto global donde la amenaza nuclear vuelve a ser parte del discurso político, los sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki, los hibakusha, reciben el Nobel de la Paz por su incansable lucha contra las armas atómicas. Un recordatorio del horror de su uso y la urgente necesidad de prevenir una catástrofe nuclear.
Los premios Nobel de la Paz sin duda buscan destacar a aquellas personas u organizaciones que trabajan en ese camino. Muchas veces, el galardón está ligado a situaciones políticas en determinados países y busca reforzar el trabajo que personas y organizaciones llevan adelante. Este año, cuando se especulaba que el Nobel podría ser entregado a la agencia de las Naciones Unidas que trabaja en los territorios palestinos, finalmente fue para los hibakusha. Así se conoce a las personas en Japón que increíblemente sobrevivieron al horror de las dos bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos en 1945 en Hiroshima y Nagasaki. Estas bombas, en un instante, mataron a 150 mil personas y a cientos de miles más con el correr del tiempo.
Quienes pasaron por el mismo trauma de soportar una experiencia de estas características el 6 de agosto de 1945 y el 9 de agosto de ese mismo año en dos ciudades distintas decidieron buscarse y trabajar juntos con un mismo objetivo. Se dieron cuenta de que eran solo 160 personas, pero eso no los detuvo. El mensaje era tan fuerte que durante todas estas décadas recorrieron el mundo generando conciencia sobre el peligro de las bombas atómicas.
No es casualidad que el Nobel de la Paz esté ligado a la organización que crearon los sobrevivientes de las dos bombas lanzadas contra Japón en este momento de la humanidad. Mucho se ha advertido de los tiempos que corren y cómo la amenaza atómica se ha vuelto habitual en los discursos de aquellas personas que tienen el poder de utilizarlas.
La proliferación militar atómica creció con el correr de los años a pesar del trabajo de los hibakusha. Cada vez más naciones, sin importar si son ricas o pobres, han accedido a la bomba atómica y hacen propaganda de ello.
El llamado "equilibrio del terror" establecido en la Guerra Fría por las dos superpotencias nucleares se daba gracias al temor a la mutua destrucción. Eso ya no existe. Podría decirse que estamos en el periodo del "caos atómico", ya que cada vez más países son capaces de comenzar un desastre nuclear.
En estos meses el mundo se encaminó de forma dramática hacia el abismo, algo desconocido y más terrorífico que lo que sucedió en Japón, ya que las dos superpotencias con capacidades nucleares comenzaron a amenazarse como no sucedía desde la Guerra Fría. Muchos expertos coinciden en que estamos en un momento aún más peligroso que durante la crisis de los misiles entre Estados Unidos y la Unión Soviética en 1962.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el ataque estadounidense contra Japón con armas atómicas no podía provocar un contraataque de las mismas características. Con el correr de los años y con cada vez más países construyendo y poseyendo armas nucleares, esta realidad se modificó. Con la guerra en territorio ucraniano se llegó a un punto hasta ahora desconocido.
Ante la amenaza de Kiev de usar misiles occidentales de largo alcance, Putin modificó su doctrina de defensa y advirtió que podría realizar un ataque nuclear si armas convencionales, entregadas por una potencia nuclear a Ucrania, eran lanzadas contra Rusia. Por estos días, el presidente Zelensky visitó varios países, entre ellos Gran Bretaña, nación que le entregó los misiles Storm Shadow. No trascendió si las conversaciones giraron en torno a lograr una luz verde para poder utilizarlos contra Moscú.
Desde Washington buscaron minimizar las advertencias de Putin como quien busca tapar el sol con un dedo. Además de esta nueva doctrina de defensa, el Kremlin envió meses atrás armas atómicas a su aliado en Bielorrusia y se lanzaron entrenamientos con armas y misiles nucleares.
Incluso Biden, de acuerdo a un libro publicado en estos días, habría hablado con Putin por teléfono sobre el temor de un enfrentamiento atómico.
Lo impredecible se ha vuelto una constante. Lo que era considerado un tabú, es decir, la posibilidad de una guerra atómica, se menciona como posibilidad en distintos discursos a nivel internacional. La naturalización de vivir al borde del abismo nos está haciendo perder la perspectiva. Hace años, el ex presidente estadounidense Reagan y el soviético Mijaíl Gorbachov coincidieron en que "nadie puede ganar en una guerra atómica y nunca debería llevarse adelante".
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