Brasil vive una nueva jornada electora que pone en vilo a la economía latinoamericana. El ultraderechista Jair Bolsonaro y Fernando Haddad son los dos grandes favoritos.
Por Canal26
Domingo 7 de Octubre de 2018 - 11:38
Los sondeos prevén una segunda vuelta para el próximo 28 de octubre entre Bolsonaro y el excalcalde de Sao Paulo, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores del encarcelado expresidente Luis Inácio Lula da Silva.
Quien resulte electo sucederá a Michel Temer, el más impopular de los mandatarios desde la restauración de la democracia en 1985.
Jair Bolsonaro
En 1993, el diputado Jair Bolsonaro se dirigió a un podio en la Cámara baja de Brasil y pronunció un discurso que sacudió a su joven democracia, al declarar su amor por el no tan lejano régimen militar del país y exigir la disolución de la legislatura.
"¡Sí, estoy a favor de una dictadura!", aseguró Bolsonaro, un capitán retirado del Ejército, ante la atónita mirada de muchos legisladores, algunos de los cuales se habían unido a grupos guerrilleros para luchar contra la junta militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985. "¡Nunca resolveremos los graves problemas nacionales con esta democracia irresponsable!".
El domingo, los brasileños votarán en una elección que podría llevar a Bolsonaro a la presidencia del quinto país más poblado del mundo. Y las opiniones de este político, que ha pasado por nueve partidos pequeños en una carrera de 27 años, han cambiado poco desde que se manifestó aquel día en Brasilia.
Su mensaje de que Brasil es un caso perdido que necesita un gobernante con puño de hierro para restablecer el orden está resonando en miles de brasileños desanimados por el creciente nivel de delincuencia, una economía moribunda y una corrupción política arraigada.
¿Criminales violentos? Bolsonaro dice que hay que dispararles a todos. ¿Enemigos políticos? También a ellos. ¿Corrupción? Un golpe militar drenará el pantano si el sistema judicial no lo hace, dice. ¿La economía? Bolsonaro quiere privatizar las empresas estatales para mantener a los políticos alejados de sus fondos.
El diputado de 63 años está en alza en los sondeos. Lidera las preferencias de los electores, entre 13 candidatos para la primera vuelta del 7 de octubre, con un 35 por ciento, según la última encuesta realizada por la firma Datafolha. Si ningún candidato logra la mayoría, los dos que obtengan más sufragios se medirán el 28 de octubre en un balotaje.
Las encuestadoras le dan a Bolsonaro una probabilidad de aproximadamente el 30 por ciento de ganar la elección este fin de semana e incluso algunos se aventuran a decir en privado que sus posibilidades de vencer en primera vuelta podrían ser mayores.
Si hay una segunda vuelta, es probable que su oponente sea Fernando Haddad, del izquierdista Partido de los Trabajadores. Datafolha los muestra empatados en un potencial balotaje.
Muchos brasileños están haciendo sonar las alarmas sobre los puntos de vista autocráticos de Bolsonaro y los de su candidato a vicepresidente, el general retirado del Ejército Hamilton Mourao, quien ha asegurado que la Constitución brasileña puede ser eliminada y reescrita sin el aporte de los ciudadanos.
También están los cargos federales que enfrenta Bolsonaro tras una serie de comentarios racistas, homófobos y misóginos, como cuando le dijo a una congresista que no era lo suficientemente atractiva como para que él la violara.
El equipo de campaña de Bolsonaro no respondió a las solicitudes de Reuters para una entrevista.
Sin embargo, sus partidarios insisten en que decenas de millones de brasileños lo están apoyando silenciosamente, aunque no lo admitan a sus amigos o a los encuestadores.
Brasileños de distintos ámbitos aplauden su promesa de que le hará la vida miserable a las bandas armadas que han convertido a muchos ciudadanos en prisioneros en sus propios hogares.
Muchos agradecen también su compromiso de flexibilizar las leyes de tenencia de armas para que las personas comunes puedan protegerse. A los empresarios, en tanto, les gusta su reciente adhesión a la economía de libre mercado.
Los jóvenes están cautivados por las críticas mordaces que hace a sus rivales en las redes sociales. Las encuestas muestran además que Bolsonaro está bien visto entre las votantes mujeres, a pesar de que muchos lo han calificado de misógino.
Los evangélicos, que constituyen una cuarta parte del electorado, están particularmente enamorados de Bolsonaro, un católico que ha prometido eliminar las clases de educación sexual, derogar los derechos de los homosexuales y frustrar cualquier intento de aliviar las estrictas leyes de aborto.
Algunos incluso ven que haber sobrevivido a un reciente ataque con un cuchillo, que casi le cuesta la vida en un acto de campaña, es una señal de que Bolsonaro, cuyo segundo nombre significa Mesías, fue enviado por Dios para guiarlos.
Otros lo ven como la única opción para evitar el retorno al poder del Partido de los Trabajadores (PT), cuyo fundador, el expresidente Luiz Inácio Lula de Silva, cumple una condena de 12 años de prisión por corrupción y lavado de dinero.
El adolescente Gilson Barbosa Silva, quien proviene de un violento distrito de Sao Paulo, dice que su disgusto con el PT es tal que votará a regañadientes por Bolsonaro, miembro del Partido Social Liberal. "Las opciones son deprimentes... (pero) él es la única opción nueva", dijo el joven de 18 años.
Carlos Melo, politólogo de Insper, una de las principales escuelas de negocios de Sao Paulo, sostuvo que Bolsonaro capitalizó hábilmente una polarización que se ha profundizado con la caída de Lula. "Las raíces de su apoyo están en la radicalización política que ha florecido en Brasil", aseguró Melo. "Jair Bolsonaro es un símbolo de esta transición".
Fernando Haddad
"¿Hadah?", "¿Hadila?", "¿Andrade?". Cuando Fernando Haddad asumió la candidatura presidencial del Partido de los Trabajadores al reemplazar a su líder encarcelado, el exalcalde de Sao Paulo escuchó una gran cantidad de pronunciaciones creativas de seguidores que nunca habían escuchado su nombre.
Sin embargo, los votantes sí entendieron lo que representaba el sustituto del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva al ocupar el centro de la escenario en las últimas semanas antes de las elecciones del domingo en Brasil: "¡Haddad es Lula! ¡Lula es Haddad!", su eslogan de campaña declarado.
El mensaje lo ayudó a subir en las encuestas de opinión para desafiar al candidato de derecha Jair Bolsonaro, a quien se espera que enfrente en una segunda vuelta en la segunda ronda a fines de este mes.
Prometiendo hacer a Brasil "feliz de nuevo", Haddad, de 55 años, apeló a la nostalgia de los brasileños de clase trabajadora cuyo nivel de vida mejoró considerablemente hace una década gracias a los generosos programas sociales de Lula, en medio de un auge mundial de productos básicos.
El mensaje ha conectado con los votantes más pobres en bastiones del Partido de los Trabajadores, como el noreste de Brasil.
Sin embargo, se enfrenta a la reacción negativa de los brasileños que culpan a Lula y al Partido de los Trabajadores por la corrupción desenfrenada y una profunda recesión económica, tras encabezar el gobierno durante 13 de los últimos 15 años.
El desafío de Haddad será deshacerse de la imagen de peón de Lula, lidiar con los líderes del partido escépticos de su ascenso y convencer a los votantes de que puede evitar los errores económicos de los últimos años y los escándalos de corrupción que manchan el legado de Lula.
Haddad, un profesor de derecho de modales amables con un título en economía y sólo una victoria electoral a su nombre, ha comenzado a trabajar para calmar a los inversionistas afectados por la ola de gastos públicos bajo la última sucesora de Lula, Dilma Rousseff, quien fue destituida en el 2016 por violar las normas presupuestarias.
En agosto, Haddad dijo a Reuters que se estaba reuniendo con varios bancos y firmas de inversión para domesticar los temores de un retorno de la izquierda al poder, en un gesto similar al movimiento hacia el centro que hizo Lula en 2002, cuando ganó su primer mandato luego de prometer políticas económicas ortodoxas.
Los analistas financieros dijeron que los inversionistas lo encontraron más abierto de lo que esperaban y más razonable que el Partido de los Trabajadores en general, pero persisten las preocupaciones sobre un giro de las políticas hacia la izquierda.
"Haddad se está moviendo económicamente hacia el centro y podemos esperar un gobierno más cercano a la administración del primer mandato de Lula que a la de Dilma Rousseff en términos de ortodoxia económica", dijo Fabio Knijnik, un economista educado en Stanford y director gerente del fondo de riqueza K2 Capital.
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