Pampliega recordó lo que padeció en su secuestro en Siria. Lo vendió su traductor, creyeron que era un espía y, asegura, “me convirtieron en su perro”. Hoy, aunque volvió a cubrir conflictos en Medio Oriente, sostiene: “Ningún reportaje vale mi vida”.
Por Canal26
Sábado 25 de Enero de 2020 - 17:25
Antonio Pampliega, periodista secuestrado en Siria.
Antonio Pampliega es un fotoperiodista que fue secuestrado 299 días por Al Qaeda en Siria. Nacido en Madrid hace 37 años, Pampliega está especializado en zonas de conflicto, como Irak, Siria, Pakistán o Afganistán. mTambién ha escrito varios libros: 'Afganistán' (2011), 'En la oscuridad' (2017) (es la historia de su secuestro, ya que escribir era la única forma de entretenerse durante el cautiverio) y 'Las trincheras de la esperanza' (2018).
En 2015 viajó a Siria para poder hacer un reportaje sobre la situación a la que se estaba enfrentando el país.
Pampliega consiguió contactar con Usama, un traductor que iba a ayudarles durante todo el reportaje. Tenían algunos amigos periodistas en común y buenos contactos. Sin embargo, Antonio Pampliega está convencido de que fue él quien les vendió al grupo terrorista "Estoy convencido de que nos vendió por su reacción. Se tiró. Le tocaron el hombro y se cayó al suelo. Ni siquiera le golpearon. Se fue al suelo. Entonces nos trasladan a la primera celda en la que estuvimos."
Pasaron 10 meses hasta que Pampliega consiguió su liberación. Patadas, collejas, burlas, empujones son algunas de las cosas que tuvo que vivir. En varias entrevistas, Pampliega se arrepiente de que en ese momento valiese más un reportaje que su propia seguridad.
Antonio cuando regesó a España.
En una entrevista con Infobae contó su experiencia: "Ese Antonio que aterrizó en Bagdad le hubiera dado una colleja, como decimos nosotros, una cachetada en la nuca. Fui sin idea de árabe, con un muy mal inglés, desconociendo dónde me metía. Lo hacía para buscar notoriedad, convertirme en una estrella, ¡Yo quería ser Pérez Reverte! Estaba equivocado. Estuve una semana con las tropas españolas, y no mucho más".
"La sensación de estar,donde la gente está muerta o va a morir, mientras tú te sientes vivo, es como una droga. Vas, y quieres más. ¡Terminas siendo un yonki de la guerra!", relató.
Respecto de cómo fue secuestrado, comentó: "Nuestro traductor, Usama, nos terminó vendiendo. Era la primera vez que trabajaba con él. Teníamos contacto desde un año antes, sobre todo por Facebook, y lo iba tanteando. Pregunté a compañeros que habían trabajado con él y me dijeron que era de fiar, que era buena persona. Pero la realidad que tenía Usama en su vida, era diferente".
"Estábamos haciendo un reportaje en el casco antiguo de Aleppo, al norte de Siria, que era Patrimonio Histórico de la Humanidad. Queríamos ver cómo estaban esos lugares milenarios. Pero el traductor y el conductor tenían todo arreglado todo con una unidad de Al Qaeda. Enfilamos una calle, en un cruce se detuvo el carro, de la nada una furgoneta nos cortó el paso, bajaron seis o siete hombres armados hasta los dientes, apuntándonos y pegando gritos. En ese momento pensé que nos habían secuestrado, no que nos habían vendido. Y que estábamos muertos. Por entonces, el Estado Islámico mataba a los periodistas. Por fortuna, estos eran de Al Qaeda. Dentro de una escala de hijoputismo, con los otros ni se podía negociar", reveló al comenzar con su relato sobre el secuestro.
"Al medio del campo, a una construcción, como un antiguo garaje. Nos bajaron, nos quitaron las cámaras, los pasaportes, y uno a uno nos metieron en una habitación. Luego entraron el traductor y el conductor, que se reía y hacía gestos como que nos iban a degollar. Ángel se acercó al traductor y le pidió que les dijera que teníamos la protección de una unidad de los rebeldes sirios. Era verdad, porque habíamos entrevistado a un comandante rebelde, respetado, que nos había dado un salvoconducto", contó.
Respecto de sus meses de encierro, reveló: "Hubo dos etapas. Al principio estábamos juntos. Pasamos por tres casas diferentes. Nos trataban bien, nos daban de comer lo que queríamos, nos proveían medicinas. A uno le enseñé a jugar al ajedrez, hasta que me ganó. Era gente a la que le pagaban para que nos tuviera, nada más. Nunca nos pusieron una mano encima. Pero el día 95 me sacaron de la habitación de mis compañeros, y los 204 días siguientes estuve en aislamiento, porque pensaban que trabajaba para el gobierno, que era espía."
"Durante 204 días estuve en una habitación, aislado. Empezaron palizas, insultos, vejaciones, tenía una luz led 24 horas al dia, y si me dormía, golpeaban fuerte la puerta. Estos eran profesionales, la habitación estaba cerrada con candados, había cámaras. Como cualquier carcelero, intentaron deshumanizarme. Cada vez que entraban me tenía que poner una capucha, el bozal. Cuando iba al baño le daba la mano a uno, la correa. Iba solo dos veces al día, mañana y noche. Si me hacía encima o en un rincón, me golpeaban. Cuando querían que me pusiera de pie, chasqueaban los dedos. Para ellos, tener un periodista estaba bien. Pero un espía, o alguien del gobierno, valía mucho más. Sobre todo a nivel de propaganda. No es lo mismo degollar a un periodista que a un funcionario", aseveró.
Al ser consultado sobre si durante ese calvario pensó en matarse, dijo: "Si. Creía que el suicidio era un vehículo para escapar de ahí. Claro, con el resultado de la historia, era una tontería. Pero ese momento era de desesperación pura y dura. No quería que me degüellen como a Jim Foley (periodista inglés muerto por ISIS), ni que me quemen vivo como al piloto jordano. Para eso me lo hacía yo. Y era pensarlo todo el tiempo."
Cuando estaba solo contó que "escribía cartas a mi hermana. Una especie de diario. Le llevo quince años, y para mi es como una hija. Tenemos un vínculo muy fuerte. De hecho, en agosto seré padre, y ella será la madrina. Le contaba cómo estaba, qué sentimientos tenía".
Sobre el momento de su liberación, describió: "El 7 de mayo del 2016 entraron dos de ellos a la habitación. El que siempre me pegaba, y un traductor. Iban vestidos de negro, tenían puesto un pasamontañas y una cinta con el logotipo del Estado Islámico. Me pusieron una capucha y unos grilletes. Me metieron en una furgoneta. Dije: “Hasta aquí llegó”. Siempre recordaré que iba mirando para abajo, y pensaba: “Dios mío, que sea rápido y que no me duela”. Salimos de la carretera y entramos a un campo. Se detuvieron, me bajaron, caminé unos metros y me quitaron la capucha. Y vi a mis compañeros, arrodillados. Pensé: “O nos matan, o nos venden, o nos llevan a otro sitio”. Pero nunca que nos iba a liberar. Había como 15 soldados armados hasta los dientes. Uno, vestido de blanco, que era el jefe, se acerca y nos dice: “Hurr”, que en árabe significa libertad. Y como no nos movíamos, nos empuja y dice: “Turquía, no vuelvan nunca más”."
¿Volverías a Siria? fue la pregunta obligada a lo que contestó: "Me encantaría, pero le prometía a mi hermana que no lo haría. Después del secuestro, tenía miedo de regresar a zonas de conflicto. Lo solucioné con una psicóloga. Luego fui a Irak, a Afganistán… sigo haciendo mi trabajo. Pero no soy tan arriesgado como antes. No voy tan al límite. Y más ahora, que viene un niño en camino. Ya no me apetece. Ningún reportaje vale mi vida."
Al finalizar reveló lo que haría si fuese nuevamente secuestrado: "Si tuviera un arma a mano, me pegaría un tiro en la cabeza. No pasaría por lo mismo nunca más."
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