Venezuela enfrenta una profunda crisis política y social a una semana de las elecciones presidenciales. A pesar de las numerosas restricciones del régimen de Maduro, la oposición confió en el sistema electrónico de votación para garantizar la transparencia del proceso. Mientras las protestas y la represión crecen, se espera que Maduro publique todas las actas electorales en un contexto de creciente incertidumbre y conflicto.
A casi una semana de la votación presidencial, Venezuela entró en una nueva, profunda e impredecible crisis política y social. Desde las filas de la alianza opositora sabían que poco de lo que se había pactado iba a cumplirse, que corrían con todas las desventajas, pero que a diferencia de otras situaciones similares del pasado, esta vez debían hacer algo distinto si querían obtener un resultado diferente.
Por esa razón la oposición decidió presentarse a la votación, pero además lo hizo porque sabía que el sistema electrónico de votación les daría la garantía que el proceso electoral y el Consejo Nacional Electoral les iban a negar.
Pero, ¿cuántos posibles escenarios fueron estudiados? Como en aquellas películas en las que el protagonista debe escapar una y otra vez de un final previsible para poder salvarse, se impone la pregunta: ¿qué sucederá esta vez en Venezuela?
Como un montaje pobre e indefendible, se habló de jaqueo ante la demora en la presentación de los primeros resultados. A quien está acostumbrado a mentir y cree en sus propias palabras parece no importarle sus discursos sin sentido. Como en el cuento "El traje nuevo del emperador", cuando dos sastres estafadores convencen a un emperador de que pueden tejerle un traje invisible para los tontos, haciendo que el monarca desfile desnudo hasta que la mirada de un niño inocente señala la verdad.
Mientras en la calle de Venezuela las multitudes gritan que “el rey está desnudo”, en el régimen nadie se inmuta. No pueden permitirse hacerlo y, como en otras oportunidades, a sangre y fuego buscarán mantenerse en el poder. Ni los pocos observadores que el gobierno de Maduro permitió que trabajaran en el país apoyaron el proceso electoral ni los resultados. Públicamente, el prestigioso Centro Carter habló de “elecciones no democráticas”.
Recuerdo otra escena de una película. En “El Dictador” Sacha Baron Cohen corre la carrera de los 100 metros mientras va disparando a sus competidores en las piernas y hasta a los árbitros antes de cruzar la meta, con rostro triunfal y creyéndose a sí mismo que ganó limpiamente. Así de triste y poco serio fue este proceso electoral en Venezuela.
Pero esa no fue la verdadera sorpresa. Más allá de los millones de venezolanos que no pudieron votar porque no fueron autorizados, la oposición se apoyó en la herramienta del voto como salida a la crisis.
Por esta razón, hago una distinción entre el proceso electoral y el momento de la votación. Ya dije en esta misma columna la semana pasada que los venezolanos no fueron a una elección, ya que no se les permitió elegir. Esa imposibilidad se cristalizó a través de un sinfín de obstáculos generados por el régimen, como por ejemplo la proscripción de sus candidatos y el bloqueo del voto de millones de venezolanos en el exterior, entre otras trabas. Pero algo sí funcionó: por un lado, la convocatoria masiva a las urnas y, por el otro, el sistema electrónico del voto.
Durante años, desde el chavismo se anunció el sistema electrónico de votación como uno de los mejores del mundo. Fue justamente basándose en esa premisa que, más allá de proscripciones y todo el aparato del estado a favor del gobierno, la oposición se respaldó -vía miles de fiscales- en el sistema electrónico. Por esta razón, Corina Machado, a través de sus fiscales, anunció la publicación de miles de actas emitidas por el sistema electrónico, las cuales se subieron a un portal considerado seguro para que la población pudiera acceder a la información de la votación del domingo 28 de julio.
Las llamadas actas tienen distintos factores de seguridad: número de circuito, mesa a la que corresponden y un código que es considerado "único e irrepetible", y es vital para identificar el acta en las bases del Consejo Nacional Electoral. También se publica la fecha y la hora en que se emite el acta.
A estos sistemas de seguridad se añade un identificador único generado para cada dispositivo dentro de la red. Además, el acta contiene un código QR que, al escanearlo, muestra el número de circuito de votación, la mesa y la cantidad de votos obtenidos por cada partido en esa mesa, en el mismo orden que aparecen por escrito en el comprobante. Como el Consejo Nacional Electoral no divulgó las actas y si volvieran a imprimirse, todo está en la memoria de la máquina. Códigos específicos como la fecha, la hora y la firma digital cambiarían.
Si llegaran a aparecer dos actas de una misma mesa de votación con igual código y firma digital, pero con diferentes datos de cantidad de votos, el sistema prevé que se pueda volver a las urnas guardadas con los papeles que contienen la información y fueron puestos en las urnas para que se realice un conteo manual.
Las calles fueron escenario otra vez de protestas, represión y muerte. Muchas de las imágenes que por estos días dan la vuelta al mundo nos trasladan a momentos ya vividos en el país que finalmente no lograron resultados para que Venezuela se encamine hacia la democracia. Sin embargo, la situación actual no es la misma porque la historia no se repite, nada es exacto a lo que sucedió ayer y lo impredecible, aún más ahora, puede acontecer.
El presente en Venezuela es incierto, la región presiona para que la verdad salga a la luz y los venezolanos parecen decididos a que lo que se votó el 28 de julio se haga público.
Muchas imágenes actuales evocan el pasado, como un déjà vu, pero la realidad se construye a cada momento. Después de varios días de enfrentamientos en las calles, el régimen se vio obligado a prometer la publicación del 100 por ciento de las actas. Independientemente de lo que suceda y lo que presenten, esta situación se asemeja a una competición de artes marciales donde uno usa el cuerpo del otro como arma de ataque. Cuántas estrategias de salida habrá planeado la oposición imaginándose en una máquina del tiempo, viajando para planificar los escenarios posibles del futuro cercano. Todo está por verse. También está por determinarse si prevalecerán las ganas de luchar por un cambio o la violencia de un régimen que se sabe cada vez más solo.
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