La situación en Venezuela es incierta, ya que el sistema electoral no garantiza una verdadera democracia, con la oposición enfrentando múltiples obstáculos y la posibilidad de fraude. A pesar del apoyo popular a los candidatos opositores, el régimen de Maduro sigue utilizando su poder para manipular el proceso electoral y reprimir a sus oponentes.
Podría comenzar esta nota con un gigantesco signo de interrogación en medio de la hoja en blanco. Eso es lo que me genera lo que está sucediendo en Venezuela, la intriga de lo que podría pasar el domingo. Creo que muchas de las preguntas que pueden estar en el aire tienen un comienzo erróneo, como por ejemplo si se busca interpretar el proceso electoral en el país con la misma vara que en otras democracias. Venezuela no es una democracia y el sistema electoral hasta ahora se disfrazó de democrático. Por esta razón, desde el comienzo creo que el título no debería ser "elecciones en Venezuela" ya que a los venezolanos no se les permitió elegir.
La candidata votada en una interna y ganadora de forma arrasadora entre las filas contrarias al gobierno fue inhabilitada, como ya le pasó a otros opositores en el pasado. María Corina Machado fue descalificada y luego también la persona que la oposición eligió para reemplazarla. Solo a través de una nueva alianza con el candidato Edmundo González -quien hasta entonces no representaba ninguna amenaza para el régimen- los opositores tuvieron una posibilidad real. Así, trabajaron sin descanso para darlo a conocer y hacer que la simpatía que la gente le trasladaba a María Corina Machado en las calles de todo el país se transformara en apoyo popular también para González.
Es verdad que las encuestas más serias de Venezuela afirman que González -gracias al apoyo de Machado- hoy le lleva una ventaja de entre 20 y 30 puntos a Maduro. ¿Pero es posible que eso se traslade a las urnas?
En una situación de normalidad en un país con los supuestos democráticos básicos respetados, podríamos permitirnos un análisis, pero no en la Venezuela de Maduro. Se sostiene que el 80 por ciento de la población dice estar dispuesta a ir a votar y de ese porcentaje un altísimo número afirma querer un cambio. Otra vez podríamos responder que todo está por verse, no sólo porque las encuestas demostraron en más de una oportunidad equivocarse, sino también porque las reglas de juego no permiten una trazabilidad.
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Quizás pequeños gestos permitan ayudarnos a ver la matriz, entender en el mundo del revés lo que está sucediendo y esbozar una idea del escenario de lo que sucederá el domingo, pero no mucho más. ¿Es una muestra de fortaleza por parte del régimen inhabilitar a los candidatos de mayor peso de la oposición? La respuesta para mí es NO. ¿Es una muestra de poder no permitirle a los candidatos opositores viajar en avión durante la campaña, no darle espacio en los grandes medios, acceso a financiamiento? ¿Es una muestra de poder la detención de sus allegados, la persecución de quienes le vendieron empanadas a los candidatos en un puesto callejero? Creo que la respuesta es la misma: NO.
Es verdad que las imágenes muestran enormes cantidades de personas convocadas gracias al boca en boca y las redes sociales alrededor de Machado y González, pero ¿se trasladará eso al día de la votación? Eso lo veremos el domingo.
Las amenazas de ríos de sangre, guerra civil o golpes militares si Maduro pierde la reelección tampoco parecen demostrar poder ni fortaleza. Hasta el momento en que comparto estas líneas con ustedes, los temores entre los seguidores opositores son muchos, incluso que se inhabilite a último momento a quien quedó como la única posibilidad opositora y tantos otros miedos basados en lo que desde hace años sucede en el país. Violencia política, falta de libertades, persecución, detenciones, asesinatos de manifestantes, brutal represión.
Muchas situaciones sucedieron para llegar hasta donde está hoy este país, que ya vio partir a más de 7.700.000 de sus hermanos por la situación económica y política, además de la convicción, hasta estos últimos días, de que un cambio era imposible. Es verdad que los líderes opositores decidieron en esta oportunidad dejar de confrontar al gobierno y jugar hasta último momento con las cartas que les da el chavismo.
La oposición y distintos analistas afirman que el domingo los venezolanos acudirán en masa a la votación. Es verdad que en su gran mayoría busca un cambio, pero ¿se respetará esa voluntad popular? ¿Se podrá -si la diferencia en contra de Maduro como sostienen las encuestas es tan abrumadora- tapar el sol con un dedo?
En estos últimos días, distintos grupos de observadores, incluso afines, cercanos, allegados o con simpatías al chavismo, fueron dejados en la puerta de embarque porque solo pidieron que se respetara el resultado. ¿Será esto una muestra de lo que podría suceder el día de la votación?
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Si pudiéramos trazar una línea como en otras contiendas electorales, un escenario A posible es que el gobierno pierda en las urnas y tarde o temprano lo reconozca. En este escenario podríamos proyectar un gobierno de transición, el comienzo de una larga salida de la oscuridad como ocurrió en otras regiones del mundo, en las que finalmente los regímenes más duros un día caen como castillos de naipes. Un escenario B podría ser que todas las encuestas se equivoquen y que los venezolanos le den su apoyo para la reelección al presidente. Una opción C podría ser que los venezolanos demuestren en las urnas que quieren un cambio pero que el gobierno opte por dejar de jugar a la democracia y se incline por el camino que transitan países como Nicaragua.
La democracia dejó de ser un valor en sí misma en muchas regiones del mundo. Hasta tal punto puede verse esta realidad que ya no es patrimonio de los llamados países en desarrollo sino también de las autoproclamadas grandes democracias como sucede en Estados Unidos.
Venezuela llegó a este punto por infinidad de situaciones internas, pero también externas. Los países de la región fueron responsables de interponer sus intereses, en algunos casos personales, por sobre la ayuda a que Venezuela se reencaminara en la senda democrática y ese costo con el correr de los años lo pagaron otras democracias. En estas horas, países vecinos de derecha pero también de izquierda, donde se respeta el juego de la democracia, solo le piden a Maduro que permita una votación libre, sin más palos en las ruedas y que respete el resultado. Como dijo Lula da Silva, "quien pierde se va y se prepara para otra votación".
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