Argentina campeón de Copa América, REUTERS
Derribaron el muro, demolieron mitos y fabricaron muchas sonrisas. Pfff, con lo que cuesta hoy sacar una de esas. La Selección Argentina cortó un maleficio de 28 años sin gritar campeón e hizo que casi la mitad del país, según estadísticas oficiales, tenga el gusto de saborear una nueva sensación: ganar una final.
La última nuestra había sido en Ecuador 1993. Un partido definitivo muy lejano ante México, donde los dirigidos por Coco Basile tacharon por 2-1 a la Selección Mexicana, con un doblete de Gabriel Batistuta. Sí, en esos tiempos todavía decían presente países como Estados Unidos y los ya mencionados mexicanos en el certamen disputado en Sudamérica. Lionel Messi tenía 6 años, todavía era el niño que empezaba a pegarle con su zurda a la redonda en Rosario. El entrenador actual de la Albiceleste, Lionel Scaloni, encendía los motores de su carrera futbolística con 15 pirulos, en el Club Sportivo Matienzo de Pujato, a 33 kilómetros de Rosario, para un año más tarde arribar a Newell’s Old Boys. Quien escribe esta nota, todavía no existía. Sí, soy parte de ese 50% que nunca había visto al seleccionado mayor con una copa en sus manos. Pero créanme, valió la pena esperar a este estreno. Maracaná, Brasil y Lionel Messi levantando un trofeo. Si hay mejor final no quiero saberlo. Nuestro Maradona rompiendo en llanto cuando Esteban Ostojich, árbitro uruguayo del encuentro, pitó el final ni bien el 10 había fallado un pase. Sí, es cierto, no fue su mejor partido. Pero si hacen un repaso general de este certamen, el apellido de Messi figura como número uno en todas las secciones estadísticas: goles [4], asistencias [5], pases totales [295], pases clave [22], regates [34] y remates [28]. No más palabras, señor juez.
"Algún día se iba a romper la pared. Me la di muchas veces pero seguí estando acá. Nunca aflojé, pa. Como siempre me enseñaron", la frase para enmarcar de Fideo Di María tendido en el suelo del Maracaná, charlando en videollamada con su familia. Angel no tenía que demostrarle nada a nadie. Pero su espíritu deportivo necesitaba una revancha. No pudo estar presente en 2014, tampoco en 2015 y lo mismo le había sucedido en 2016. Luego, no fue convocado durante un lapso largo. Pero volvió, comenzó como suplente y terminó la Copa adueñándose de una revancha personal y con un tobillo tan hinchado como su alegría. Su gol por arriba de Ederson será inolvidable para muchos. Y otros tantos tendrán que pedirle perdón por decir semejantes barbaridades.
Lionel Scaloni, Pablo Aimar, Walter Samuel y Roberto Fabián Ayala, solo queda decirles gracias. El cuerpo técnico que comenzó a formarse en 2018, en aquel torneo de L’Álcudia donde el Sub 20 gritó campeón, fue partícipe de esta demolición en suelo brasileño. Ya lo habían intentado como jugadores, todos vistieron la camiseta de la Selección. De hecho, Pablo Aimar, previo al gol de Di María, firmaba como último autor gritando un tanto en una final del seleccionado mayor por la Copa Confederaciones 2005. Sí, Argentina no anotaba en un partido definitivo desde hace 16 años, otra locura más que se terminó. Todos ellos también volvieron a intentarlo. Cierto, en otro sector, y fueron claves para empujar el muro. Felicidad, alegría, euforia y paz, son algunas sensaciones que se percibieron detrás de la rotura del maleficio. Una anestesia temporal para el terrible momento que vive el mundo por la pandemia que se hace sentir. Los que perdieron familiares se habrán conectado con ellos por algunos minutos, los que tienen hijos que ronden la inferioridad de los 30 años habrán vivido un abrazo con otro gusto. Los que vivieron un mal momento reciente, lo habrán tapado por unas horas. El fútbol lo hizo otra vez. Volvió a darle una alegría a la Argentina. Un sentimiento que era muy necesario. Gracias.
*Por Teo Coquet
Periodista de Canal 26
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