El piloto de A4-B veterano de Malvinas, Luis “Tucu” Cervera rememora los detalles de la batalla aérea del 13 de junio de 1982 en la que casi dejan fuera de combate al comandante de las tropas británicas, Jeremy Moore.
Luis Cervera - Guerra de Malvinas
Por Alan Ferraro
“El ataque al puesto de comando de Jeremy Moore podría haber finalizado la guerra porque ya el comandante de la flota británica había comunicado que con ese nivel de bajas de buques no podían seguir adelante mucho más”. Las palabras corresponden al veterano de la Guerra de Malvinas, Luis “Tucu” Cervera, uno de los pilotos de A4-B que participó de la última misión de ataque en las islas. En este artículo repasamos su historia en el aire del archipiélago austral.
El 2 de abril de 1982, Cervera estaba apostado en la base aérea de Villa Reynolds, San Luis, cuna del Grupo V de Caza. Como piloto de cazabombardero A4-B, el “Tucu” observaba como las negociaciones diplomáticas “empezaron a fracasar y comenzábamos a pensar que íbamos a participar de las operaciones”. En ese delicado contexto, los A4 fueron desplegados a Río Gallegos.
La Fuerza Aérea Argentina usaba este avión como sistema de armas para defender el espacio aéreo territorial. Y Malvinas era un territorio aeronaval. Así fue que los pilotos tuvieron que capacitarse para operar en una geografía un tanto desconocida, volar al ras del agua y atacar objetivos navales. Para ello, contaban con un elemento inesperado: el barco carbonífero Marjorie Glen que había naufragado en 1911 en Punta Loyola, Santa Cruz, y que tenía un tamaño parecido al de una fragata británica de aquellos tiempos. “Nos internábamos en el mar. Íbamos muy bajo, practicando vuelo rasante y atacábamos el buque con bombas de ejercicio. Todos los pilotos hicimos dos lanzamientos antes de ir a Malvinas”, relató Cervera haciendo ademanes que recreaban la escena.
Tras el ataque británico con aviones bombarderos Avro Vulcan el 1 de mayo de 1982, la Fuerza Aérea Argentina comenzó sus operaciones de ataque. “Como pilotos operativos y habilitados, no hay un momento donde te dicen que vas a entrar en combate. Con la guerra, no te piden permiso ni te llaman a reunión, te dicen que la escuadrilla que está en alerta tiene una misión. Te llega la orden de salida”, sentenció el “Tucu”. Pero la pregunta que inmediatamente surge es qué pasa por la piel, la sangre y el corazón de un piloto que por primera vez iría a una misión de la que podría no regresar en un contexto donde el porcentaje de derribo estaba en el 50 por ciento. Y él respondió: “Se piensa, se siente, se sufre. Son momentos muy duros, no se duerme. Esa noche previa al combate pensabas mucho pero pesaba más el cumplimiento del deber: defender la patria hasta perder la vida.”
Cuando llegó el momento de llevar a cabo su primera misión, su avión sufrió un desperfecto mecánico y tuvo que regresar, por lo que tuvo que esperar unos días más para poder entrar en acción. “Hice la misión del 24 de Mayo en la Bahía de San Carlos. Es una zona con muchos accidentes geográficos. Llegamos a la bahía y encontrarse con toda la flota fue realmente impresionante. Este avión llevaba una sola bomba así que la lancé y dio contra el HMS Lancelot (buque logístico de desembarco)”, describió. Y agregó: “Me surge el recuerdo de los surtidores agua de los cañonazos, los misiles que pasaban delante mío, el sonido del cañoneo de los buques. Yo tenía que llegar a ese objetivo y lanzar la bomba a ese buque. La bomba impactó y no explotó pero quedó fuera de servicio. Quedó alojada en la sala de máquinas y el buque fue desalojado.”
Sin dudas, una de las misiones más importantes de las que participó Cervera fue la del 13 de junio de 1982, exactamente un día antes de la rendición argentina. Mientras las tropas británicas se aprestaban para el ataque final a Puerto Argentino, la Fuerza Aérea Argentina ordenó la salida de siete aviones A4. Así comenzaba la última misión de la fuerza en Malvinas, un ataque que podría haber cambiado la historia. “Atacamos la zona del monte dos hermanas donde estaba el puesto de comando (cuartel general británico) de Jeremy Moore (comandante de la fuerzas terrestres inglesas)” relató el “Tucu” remarcando que se pudo salvar porque se había dado el alerta de ataque aéreo y pudo escapar a tiempo de su carpa, que había volado en pedazos producto de las explosiones de las bombas.
En respuesta, “fuimos muy atacados, muy asediados, había muchos buques. En la cola de mi avión tenía cuatro impactos, a mi numeral le perdía combustible y pudo recargar en un Hércules de reabastecimiento. De siete aviones, cuatro fueron averiados”.
Según Cervera, de haber lograda sacar de combate al comandante Moore en la misión del 13 de junio, se “podría haber finalizado la guerra porque el almirante naval britanico Sandy Woodward ya comunicaba que con ese nivel de bajas en buques no podían seguir”.
Volver a Malvinas
Desde el estallido del conflicto, muchos veteranos decidieron regresar para intentar cerrar una herida abierta, homenajear a los caídos y recorrer sus posiciones. Más allá de la angustia de revivir ese pasado, para algunos volver a las islas era la manera de sanar.
Luis “Tucu” Cervera tuvo la posibilidad de pisar las Islas Malvinas por primera vez ya que solo las había sobrevolado y describe esa experiencia:
“Durante muchos años, yo decía que no iba a ir a Malvinas con pasaporte. Pero veía que la vida se me iba. Con allegados y mi amigo del alma Héctor “Pipi” Sánchez fuimos con la familia de un piloto que iba por Bahía Agradable. Querían colocar una cruz en el lugar donde estaban los restos del avión. Fue también el piloto británico David Morgan (quien lo había derribado)”.
“Heridas no cerré, viajar las abrió más. Pero me reconfortó pisar las islas y recorrer el cerro Dos Hermanas junto a mis hijos y mi yerno (en representación de mi hija que no pudo viajar porque estaba embarazada).”
“Estuve en los lugares donde se disputaron los combates más crudos. Recorrer esos lugares es muy duro y valioso”.