El sacerdote, que se suicidó en las últimas horas, fue analizado con dos pericias psicológicas que determinaron resultados contundentes. Conocé todos los detalles en la nota.
Por Canal26
Martes 17 de Diciembre de 2019 - 10:33
Eduardo Lorenzo
Dos peritos psicólogas del Poder Legislativo analizaron la personalidad de Eduardo Lorenzo, el sacerdote acusado de abusar sexualmente de cinco jóvenes varones menores de edad en distintos momentos de los últimos 30 años.
La pericia resultó un documento clave en la causa que investigaba al cura hasta antes de dispararse y quitarse la vida durante la noche del lunes en la sede platense de Cáritas. Con este análisis, y el de una de las víctimas, en su poder, la jueza Marcela Garmendia finalmente concedió el pedido que la fiscal Ana Medina y las víctimas habían hecho en octubre y ordenó la detención de Lorenzo.
En el informe que le elevaron a Garmendia, y que fue determinante para ordenar la detención, analizan que el cura tenía una “estructura psicopática perversa de la personalidad, con características de manipulación, elevado autocentramiento y egocentrismo, con escasa autocrítica y autoobservación impregnada de rasgos narcisísticos”.
Encontraron a Lorenzo con una “organización psíquica compleja”, con una imagen de sí mismo “grandilocuente, que encubre una estructura psicopática perversa de la personalidad”.
Las especialistas presentaron a Lorenzo como “narcisista, con afectividad poco empática, ausencia de sentimientos de angustia o culpa”. Y también observaron un dato inquietante: fallas estructurales en cómo él mediaba simbólicamente para satisfacer sus impulsos, que “podrían redundar en conductas regresivas en el ámbito de la intimidad”.
Lorenzo se vinculaba con las personas de modo asimétrico, necesitaba de un otro que “lo idolatre y enaltezca su autoestima” porque eso era lo que satisfacía sus deseos y lo que lo lleva a buscar tener el control siempre de la situación.
Durante estas entrevistas Lorenzo fue puntual, con predisposición y se mostró colaborador. Respondió de manera fluida, con un lenguaje rico que, según las peritos buscaba “provocar un impacto” en ellas.
Se mostró conmocionado cuando habló de su vida después de la denuncia y siempre habló en tono alto, con gestos ampulosos y “conductas de alta intensidad" que subían aún más cuando las peritos le señalaron temas puntuales.
Una perito le preguntó si había “inhibido” la sexualidad y el cura la corrigió: le dijo “la sublimé”. Y confesó que a los 26 creyó haberse enamorado de una mujer, pero “Dios me llamó a la obra”.
Contó que las contradicciones se fueron “resolviendo en la misma historieta”, porque sentía que podía armar una familia en una parroquia, donde construyó, según sus palabras, un vínculo ameno con los chicos y con sus familias, quienes lo invitaban a almuerzos y cenas.
Para las peritos, “su organización psíquica resulta compleja, erigida sobre una fachada fenomenológica de presentación obsesiva y una imagen de sí grandilocuente, que encubre una estructura psicopática perversa de la personalidad.” Por lo que Lorenzo era un “narcisista, con afectividad poco empática” que tiene “ausencia de sentimientos de angustia o culpa”.
Las peritos concluyeron que cada vez que le realizaron alguna referencia a las denuncias Lorenzo incrementó el tono de su voz e intentó imponer su análisis. Detectaron “gestualidad y actitud corporal asociada a la ira y se le torna dificultoso escuchar”.
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