Ver a un hombre corriendo tras una pelota puede ser insignificante para muchos. Pero, para el hincha argentino, el fútbol es mucho más que un simple deporte.
¿Qué es lo que nos une a los argentinos? Una simple pregunta puede acércanos a un sinfín de respuestas. En la cultura de nuestro país hay una gran cantidad de acontecimientos que generan lazos entre los individuos. Sin embargo, hay uno de ellos que suscita sentimientos y emociones en la masa en su conjunto: el fútbol.
Ver correr a una persona detrás de la pelota con los colores de nuestro país o equipo en el pecho genera un ambiente de camaradería. Los conflictos y tensiones pasan a un segundo plano, mientras que comienzan a entrar al “campo del juego” otras sensaciones mucho más profundas.
Al respecto, el licenciado en psicología, Sebastián Saravia (MP 84749) explica que “el fútbol, como pocas actividades, logra que lleguemos a tener sentimientos o sensaciones extremas”.
El fútbol es un deporte muy popular. Desde que nacemos nuestros padres nos insertan en este ambiente pasional ya sea dándonos una pelota, mirando la televisión o poniéndonos la camiseta del equipo por el que hinchamos. “El fútbol es un catalizador de emociones argentinas. Procesamos cosas vía la pelota. Vivimos a través del fútbol, es la caja de resonancia del país”, relata el especialista.
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El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, descubrió que en gran medida somos gobernados por nuestras pasiones. Si bien es cierto que estas pueden estar disfrazadas, muchas veces ciertos eventos hacen que aparezcan más vivas que nunca. Como lo menciona Saravia, “todos tenemos pasiones, pero las ocultamos, y es el fútbol para muchas personas un lugar donde quedan expuestas”.
Las pasiones nos conectan con lo más primitivo del ser humano. Desde esta perspectiva, podemos entender por qué ciertas personas que se muestran muy calmas en su vida cotidiana, cuando van a la cancha, miran un partido o juegan a la pelota insultan, se enojan o hasta rompen cosas. “Es el fútbol lo que puede hacernos perder cierta racionalidad con la que vivimos”, añade el especialista.
Como lo dijo Pablo Sandoval, el personaje interpretado por Guillermo Francella en “El secreto de sus ojos”: “Lo que no puede ocultar alguien es la pasión”.
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Aunque todos somos conscientes de que los resultados no importan, y que lo esencial es divertirse, cuando el equipo por el que hinchamos tiene un mal rendimiento en la cancha, el mundo se nos desmorona. El fracaso nos pesa, la felicidad se esfuma y las críticas comienzan a volverse personales y a doler mucho más.
Este 4 de noviembre, la historia de Boca vuelve a ponerse en juego. “Los hinchas de Boca tienen este anhelo de ganar nuevamente la Copa Libertadores. Por lo tanto, lo que está en juego no es un partido, son 16 años de espera, de pausa, de enojo, de bronca, de tristeza al perder una final con el mítico rival, de vergüenza por no estar en anteriores finales, de superación y resiliencia”, dice el especialista.
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Como indica el psicólogo, “las emociones se experimentan ante cualquier situación, lo que hace el fútbol, específicamente en Argentina, es evidenciarlas más claramente y sobre dimensionarlas”
Antes de continuar, es fundamental ponerle nombre a cada emoción:
Además, durante el partido surgen otras emociones como la esperanza, de que las cosas cambien o se mantengan iguales; la desilusión, que suele ser pasajera; la frustración, por el resultado o goles anulados/fallados; la ira y el enojo, que suelen ser comunes ante fallos arbitrales que consideramos injustos.
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Muchas personas rompen con las barreras y van mucho más allá. Su vida gira en torno a sus colores, a la pelota y al árbitro. “El problema del fanatismo es que uno deja su propia individualidad y forma parte de un todo directamente”, menciona Saravia.
Lo complejo surge cuando “yo dejo de ser yo”, cuando la persona se funde con el objeto o persona a quien admira. En palabras de Sebastián, “me fanatizo con aquello que en cierta parte me representa, pero me excede y, en vez de pensarlo o criticarlo, me pierdo en eso”.
Como lo dijo Freud hace tiempo, en la masa hay una pérdida de la subjetividad. Las personas ceden parte de sí y se entregan a un jugador, un equipo, a unos colores. Seguir a la masa puede ser peligro, pero enfrentarse a ella también.
“Hablar de fútbol o equipos en tiempos de fanatismos es complejo porque se intenta acabar con el que no es como uno”, cerró el licenciado.
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