Nació en Inglaterra, vivió en Chile y luego en Argentina. Se casó tres veces, siempre con delincuentes y pistoleros; así anduvo por la vida a los tiros. Esta es la increíble historia de Elena Greenhill Blaker, conocida como "La Grinil".
"La Grinil", legendaria pistolera de la Patagonia.
Para muchos, la sola mención del nombre de Elena Greenhill Blaker no remite a nada en especial, sin embargo, en tiempos pasados dio mucha tela para cortar. De hecho, puede decirse que ha sido una auténtica leyenda, aunque claro... para los que van por este mundo por el camino que los lleva fuera de la ley.
Elena nació en Yorkshire, Inglaterra, en 1875 y viajó al sur de Chile en 1888 junto a sus padres y cuatro hermanos (tres varones y una mujer). La niña tenía apenas 13 años de edad, pero ya soñaba a lo grande. Sin ir más lejos, ni bien cumplió sus 18, supo que había llegado la hora de abandonar el hogar familiar. Y no descartaba ninguna idea que se le cruzara por la cabeza, hasta que finalmente decidió emanciparse y se casó con Manuel de la Cruz Artete, un "interesante" comerciante chileno -de 36 años-, que sabía hacer fructíferos negocios a un lado y otro de la Cordillera de los Andes. Su nuevo compañero de vida le enseñó muchas cosas, entre ellas... a quedarse con lo ajeno.
Tuvieron dos hijos y, un buen día, Manuel cayó detenido cuando cruzaba a Chile arreando ganado que no le pertenecía. El hombre "tenía oficio" de ladrón y eso ponía su vida permanentemente en peligro; así en 1904, fue encontrado muerto cerca de la casa en la que vivían. Tenía la cabeza destrozada y nadie dudó en culpar a Elena por el hecho. De todos modos, se salvó de terminar en la cárcel gracias a un abogado (que tenía buenos contactos con gente del poder). Se trataba de Martín Coria, el hijo de renombrados estancieros de la zona de Carmen de Patagones y -según comentarios de la época- pariente del gobernador de Buenos Aires.
Como fuera, con influencias o sin ellas, la Justicia determinó que el culpable del asesinato había sido un peón de la familia, del que -dicho sea de paso- se comentaba era amante de “La inglesa”, tal el apodo con el que ya se conocía a Elena. Pero Martín Coria fue mucho más que su abogado: se convirtió en su segundo esposo, mientras que el policía que investigó el caso de la muerte de Manuel de la Cruz Artete, fue el padrino de la boda. Y otra curiosidad: el nuevo marido... también se dedicaba a robar.
Para ese momento Elena Greenhill Blaker también pasó a ser conocida como "La Grinil" (una deformación de su apellido, Greenhill), al tiempo que se fue forjando una dura reputación de mujer de inmensa bravura, que solía vestir como un hombre y era hábil como pocos en el manejo de las armas. Con su esposo instaló un almacén de ramos generales en el paraje Monton-Niló, en la provincia patagónica de Río Negro, al sur de la Argentina. Allí se dedicaban al negocio de ramos generales, compraban y vendían hacienda y criaban ovejas, sin descuidar el "negocio principal" (y el que más les redituaba): el robo y la estafa. Incluso, se llegó a comprobar que vendían cabezas de ganado que robaban, y que no pagaban sus deudas a los proveedores del almacén. Por estos "pequeños detalles" de su desproilja vida sureña, y a sabiendas del riesgo que corrían sus hijos, los instaló como pupilos en un alejado colegio de la Ciudad de Buenos Aires. La preocupación y el amor por su familia, entre tanto, no le hizo perder las mañas, y en la primera oportunidad que tuvo, secuestró a un comisario de la Policía y lo humilló haciéndole lavar los platos en calzoncillos.
La leyenda sobre esta pistolera implacable se agigantó cuando en la localidad de Telsen (una comuna rural al norte de la provincia de Chubut) la denunciaron por robo de ganado, tras lo cual una partida de 15 hombres bajo el mando del comisario Calegaris salió a buscarla para detenerla. Del gran operativo desplegado, también participó el comisario local, de apellido Altamirano, quien con un ayudante como ladero, fue hasta el almacén de “La Grinil” con las mismas intenciones de captura. La participación de Altamirano no era fortuita: el hombre no lograba sacarse la espina clavada en su costado, desde cuando no supo advertir que un misterioso forastero con brillantes espuelas, que delinquía por la zona a diestra y siniestra, era en realidad una mujer que vestía como un hombre y se hacía "respetar" haciendo humear su famosa Winchester. Era Elena Greenhill "La Grinil" Blaker, la mujer que “era capaz de acertar un disparo en el alambre del telégrafo”.
Elena Greenhill Blaker, bien armada; y junto a uno de sus esposos.
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Para 1914, tras la muerte de su segundo esposo, Elena convivía con Martín Taboada, otro delincuente y bandolero; junto a quien también se dedicaba a robar ganado en la provincia de Chubut, que luego vendían en Chile. Pero la suerte estaba por acabarse. En 1915, en momentos en que atravesaban juntos un estrecho paso cordillerano, "La Grinil" y su marido fueron atacados a los tiros por una partida policial. Tras resistir una hora a los tiros, Elena, con su caballo muerto, herida de gravedad en la espalda y ya sin balas, se fue de este mundo ejecutada a sangre fría de un disparo en la nuca.
Tenía apenas 43 años de edad y, pese a su oscuro prontuario, muchos lugareños la recordaban como una mujer que le hacía la ropa a su familia con una vieja máquina de coser, que perfumaba las cartas de amor que enviaba y que -en reiteradas ocasiones- llegó a enviar un mechón de sus propios cabellos a los amantes que frecuentaba. Se cree que justamente uno de esos amantes (posiblemente despechado) fue el encargado de delatarla.
El cerro volcánico ubicado en Chubut, cerca del lugar de la mortal emboscada final, lleva actualmente por nombre "Cerro La Inglesa", como silencioso recordatorio del paso de esa mujer que hizo historia en una época en la que ese papel era exclusivamente reservado a los hombres.
Sus restos mortales fueron sepultados en el chubutense cementerio de Gan Gan hasta el año 1949, cuando una hermana que trabajaba en la Embajada Británica, reclamó su exhumación, para que el cuerpo de "La Grinil" descansara en el Cementerio Británico de Buenos Aires.
En la Patagonia, muchos lugareños aseguran que su fantasma sigue dando vueltas y que -gracias a la leyenda- Elena nunca murió.
Instagram: @marcelo.garcia.escritor
Fuentes:
- “La bandolera inglesa en la Patagonia” de Francisco N. Juárez.
- “Mujeres en tierra de hombres. Las primeras colonizadoras de la Patagonia” de Virginia Haurie.
- “La bandolera inglesa” de Elías Chucair.
- Diario de Río Negro.
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