La investigación oficial concluyó que el asesino del presidente estadounidense fue Lee Harvey Oswald. Sin embargo, hubo un segundo tirador que alguien se encargó de proteger y ocultar. IMÁGENES SENSIBLES.
El viernes 22 de noviembre de 1963, nada hacía suponer que los Estados Unidos estaban a punto de vivir una de las mayores tragedias de su historia. En el aeropuerto de Dallas, en Texas, todo era júbilo y grandes expectativas por la llegada del presidente John Fitzerald Kennedy.
IMÁGENES SENSIBLES.
El equipo de seguridad presidencial daba la tranquiloizadora sensación de tener todo bajo su más absoluto control. A lo largo del recorrido de la nutrida caravana, miles de personas se habían reunido para ver el paso del primer mandatario, mientras éste saludaba desde el auto, sonriente y relajado; junto a la primera dama, Jacqueline Bouvier, quien lo acompañaba en aquel viaje que -sin siquiera sospecharlo- sería el último, el final; marcando un antes y un después en la vida de millones de estadounidenses y el mundo entero.
Al circular por la Plaza Dealey, se liberó el infierno y se consumó el drama.
Luego del magnicidio, y durante tres largos días que la sociedad estadounidense desearía borrar de sus retinas, se rindieron homenajes con todos los honores al presidente asesinado. El funeral de Estado mantuvo en vilo a los norteamericanos que seguían preguntándose los por qué de semejante atrocidad. Cuando los restos de Kennedy fueron sepultados en el Cementerio de Arlington, las respuestas aún estaban lejos de llegar.
La investigación oficial concluyó que el asesino de Kennedy fue Lee Harvey Oswald, un exmarine que había vivido en la Unión Soviética. Sin embargo, alguien se encargó de silenciarlo. Dos días después del crimen, y mientras era llevado a declarar, fue asesinado frente a las cámaras por Jack Ruby, el dueño de un oscuro local nocturno relacionado a la mafia y el bajo mundo. Ruby fue inmediatamente detenido y recibió una condena de varios años, tras lo cual exigió reabrir su caso y un nuevo juicio, algo que nunca se concretó. Murió en prisión en 1967.
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El análisis detallado de las imágenes del asesinato de Kennedy despeja las dudas. Mientras el auto que conducía la presidente estadounidense circulaba bordeando la Plaza Dealey, llegó el disparo que Oswald hizo efectivo desde los pisos superiores de la biblioteca local. Pero en medio del caos desatado, no muchos advirtieron que Kennedy, pronto, recibió otro tiro mortal. La primera dama, espantada y en inocultable estado de shock; pidió ayuda a la seguridad presidencial, aunque era tarde y el trabajo había sido perfectamente ejecutado. El presidente estadounidense John Fitzerald Kennedy estaba irremediablemente muerto.
Un acercamiento a las imágenes originales del hecho, saca a la luz que mientras Kennedy se desvanece tras el disparo por la espalda, recibe un segundo impacto que da de lleno en la parte frontal de su cabeza, desgarrando su masa cerebral. La teoría, y mucho más que eso; de un segundo asesino se refuerza con evidencia y gana en intensidad. Oswald había declarado ser un "idiota útil" y todo indica que estaba diciendo la verdad.
Años después del asesinato, se sumaron nuevos protagonistas a esta historia. Se trata de dos hombres sobre la vereda con una actitud sospechosa que planta otro interrogante y da que pensar. Uno abre extrañamente un paraguas y el otro levanta su mano derecha, haciendo -ambos- una inequívoca señal, todo en el preciso instante en que Kennedy pasa frente a ellos. Segundos después, se sientan al costado del camino y se convierten en mudos testigos del aberrante hecho criminal.
El misterio sigue flotando en el aire.
Instagram: @marcelo.garcia.escritor
Nota: El artículo no expresa ideología política, solo investigación histórica.
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