Eran los pequeños nazis de entre 10 y 18 años, el movimiento destinado a asegurar el pensamiento violento y sectario en beneficio de un Tercer Reich que, según Hitler pensaba, duraría mil años, para toda la eternidad.
Mucho tiempo antes de su llegada al poder, el Partido Nazi supo de la importancia que tenía la captación de masas para lograr sus objetivos. Como tantas otras organizaciones totalitarias, en 1922 -y cuando Adolf Hitler era solo un destacado militante-, la reaccionaria organización de ultra derecha aprovechó el impulso que le dio la rabia de los alemanes, vencidos y sin esperanza tras la dura derrota en la Primera Guerra Mundial; para también inculcar su ideología en la mente de los más jóvenes.
Bajo el control inicial de Kurt Gruber; niños, niñas y adolescentes se convirtieron en el principal centro de interés de los líderes partidarios. Mentes inocentes, moldeadas para crear una sociedad manipulable, sin elección, ni opción alguna.
Tras la obsesiva idea de rendir culto a la personalidad del líder, un Führer, que -casi como un mesías- estaba por llegar, esos miles de jóvenes serían utilizados en nombre del régimen, incluso como carne de cañón.
Eran los pequeños nazis. Las Juventudes Hitlerianas, el movimiento destinado a asegurar el pensamiento violento y sectario en beneficio de un Tercer Reich que, según Hitler pensaba, duraría mil años, para toda la eternidad. Las Juventudes Hitlerianas tenían dos secciones, una masculina y otra femenina, con cuatro subsecciones organizadas por edades, que iban de los 10 a los 18 años. En el caso de las mujeres, la agrupación era conocida como La Liga de Muchachas Alemanas, aunque la mayor importancia se le daba al multitudinario grupo de los hombres. De hecho, el principal objetivo con las niñas era prepararlas para ser futuras esposas y madres de perfectas familias nazis del futuro.
Desde 1932, cuando faltaba un año para que Hitler formara Gobierno en Alemania, Baldur von Schirach y Arthur Axmann tomaron las riendas, el momento preciso en que miles de jóvenes se convirtieron en peones del régimen, obligados a informar todo lo que sucedía en escuelas, iglesias y hasta en su propio círculo familiar, buscando exponer a opositores y focos de resistencia. De este modo, las Juventudes Hitlerianas se convirtieron en el único movimiento juvenil legal de la Alemania nazi, en tanto que el régimen amenazó con castigar a todo aquel que no cumpliera con las férreas instrucciones recibidas.
La organización fomentaba la militarización de los jóvenes, preparándolos para servir ciegamente a Alemania en roles militares y para sacrificarse por la causa nazi. Se les inculcaba disciplina, lealtad incondicional a Hitler y habilidades militares básicas. Las actividades incluían campamentos, desfiles, competiciones deportivas y programas de duro entrenamiento; unas actividades que no solo buscaban promover la camaradería y el espíritu de equipo, sino también fortalecer su conexión emocional con la Alemania nazi del Tercer Reich. No debían pensar como individuos, sino actuar como un grupo, un compacto colectivo, en procura de la victoria germana final.
Con el avance de la Segunda Guerra Mundial y la derrota alemana a la vuelta de la esquina, las Juventudes Hitlerianas tuvieron un rol inesperado, apoyando el esfuerzo bélico y siendo la inocente vanguardia en los momentos finales, cuando los rusos entraban a Berlín y el final era cosa juzgada.
Muchos de esos jóvenes no vivieron para contarlo.
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Pero la captación de niños, niñas y adolescentes a manos del Partido Nazi no solo se dio en Alemania. Hubo grupos organizados en otros lugares, también en la Argentina. El aparato de propagana filmaba y documentaba esas actividades, un sorprendente material fílmico documental que era remitido directamente a Alemania para que los líderes partidarios locales se congraciaran con el Führer. En Argentina, las filas de las Juventudes Hitlerianas, se engrosaban con los Boy Scouts Argentino-Alemanes, una organización fuertemente impregnada por la ideología nazi. Así quedó registrado en un film propagandístico de 1938, llamado "Lejos de la tierra de los antepasados", en el que se ven sorprendentes imágenes de las escuelas, en cuyas aulas convivía el retrato de Adolf Hitler con los de Domingo Faustino Sarmiento y el general José de San Martín.
Nada cayó en saco roto. Pese a que a finales de 1945 las Juventudes Hitlerianas y la Liga de Muchachas Alemanas fueron prohibidas, muchos de los jóvenes que sobrevivieron a esa trágica experiencia; se convirtieron en silenciosa influencia de muchos movimientos de ultra derecha que marcaron ideológicamente -y a fuego- la segunda mitad del siglo XX.
Instagram: @marcelo.garcia.escritor
Nota: El artículo no expresa ideología política, solo investigación histórica.
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