En 1816 diputados provinciales lograban ponerse de acuerdo y firmar el acta que marcaría la ruptura formal con la monarquía española. Si bien Buenos Aires era la capital del virreinato, el Congreso se llevó a cabo en el norte. Los motivos y cómo se gestó dicha decisión.
9 de Julio, foto Diario 26.
El 25 de mayo de 1810 los patriotas habían dado un paso importantísimo sembrando los primeros pasos independentistas para romper de una vez con cualquier tipo de dependencia política y economía de España. Pero aún faltaba lo más importante: una declaración firmada que formalizara esa decisión y declare la independencia de la monarquía para dejar de ser un virreinato. Ese día llegó seis años después, un 9 de julio de 1816.
Resulta familiar la imagen que nos han inculcado en el colegio de aquella "Casita de Tucumán", aquella donde pensadores, políticos y abogados lograron firmar un acta que declarara formalmente la independencia. Pero lo cierto es que pocas veces se ha puesto el ojo en el detalle de que fue en el norte y no en Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, donde se dio este hecho trascendental.
"Tucumán 1812" óleo de Gerardo L. Flores Ivaldi.
La tensión entre el interior y Buenos Aires no ha sido ninguna novedad en toda nuestra historia, por décadas fue motivo de una feroz guerra civil que se llegó a pagar incluso con la vida de caudillos de renombre que murieron en combate o traicionados por quienes creían sus aliados. El trasfondo de la declaración de la independencia no fue muy distinto ya que, si bien el deseo de romper vínculos con España llevaba años gestándose, las disputas entre las provincias y la capital estaban a flor de piel.
Para entender cómo el Congreso de 1816 se llevó a cabo en Tucumán, primero hay que irse unos años atrás. El interior veía con recelo los manejos del Directorio, tildándolo de "tiránico" y exigían una mayor representación política con una nueva convocatoria a una asamblea legislativa. Si bien no veían respuesta, las campañas del ejército al Alto Perú lograron mejorar las relaciones entre estas provincias, potenciando su poder producto de las buenas campañas realizadas y dándose cuenta que podían revelarse ante aquel poder centralista que siempre primó en la capital.
Pintura que retrata a Tucumán en 1816.
Los enfrentamientos con Buenos Aires despertaron una corriente autonomista, una línea de pensamiento impulsada por aquellos caudillos que veían que las provincias podían ejercer una "libertad" que en un principio parecía impensada. Todo esto sucedía de manera paralela a las intenciones de realizar un congreso que estableciera las bases para una independencia de la corona español. Fue por esto que cuando se convocó al mismo había algo claro: no podía realizarse en Buenos Aires.
En el Manual de Historia de Las Instituciones Argentina se puede leer lo que Fray Cayetano Rodríguez le escribió a José Agustín Molina sobre esto: "¿Y dónde quieres que sea?, ¿En Buenos Aires? ¿No sabes que todos se excusan de venir a un pueblo a quien miran como opresor de sus derechos y que aspira a subyugarlos? ¿No sabes que aquí las bayonetas imponen la ley y aterran hasta los pensamientos? ¿No sabes que el nombre porteño está odiado en las Provincias unidas o desunidas del Río de la Plata? ¿Qué avancemos con un Congreso que no ha de presidir la confianza y la buena fe? Si te parece que aquí mismo se desea la reunión del congreso en este Buenos Aires, te engañas".
Firma de la Independencia.
Casa de Tucumán hoy.
Descartada entonces Buenos Aires como sede, las opciones se fueron reduciendo. Tucumán comenzó a ser vista con buenos ojos debido a la buena relación que tenía con el resto del interior (incluso la capital); en ese entonces se había transformado en una de las más activas durante la guerra al invertir en gastos para el ejército y hombres. Pero el motivo más importante era la posición estratégica que ocupaba debido a la cercanía que tenía con el Ejército Auxiliar del Perú.
Así entonces Tucumán fue la ciudad elegida, se alquiló una casa propiedad de Francisca Bazán de Laguna y el 24 y 25 de marzo de 1816 se celebraron la apertura de las sesiones. Casi 4 meses después, un 9 de julio, aquellos diputados harían historia.
Por Yasmin Ali
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