Los últimos diez años dejaron al país azteca inmerso en una interminable ola de violencia y delincuencia. Las políticas parecen no alcanzar y caen derrotadas ante un enemigo que crece día a día.
Por Canal26
Martes 24 de Diciembre de 2019 - 09:09
Narcotráfico en México
México se encuentra inmerso en una guerra sin fin con el narcotráfico, que se apoderó de las calles hace diez años y parece no tener fin.
Desde 2006, con el lanzamiento de la llamada “Guerra contra el narcotráfico” que encabezó el presidente Felipe Calderón y que mandó al Ejército a las calles para combatir directamente a los Cárteles dominantes, los mexicanos han visto como año con año los índices de violencia e inseguridad crecen sin pausa.
El poder del narcotráfico
El momento definitorio del gobierno fue la captura y liberación de Ovidio Guzmán López, uno de los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera. En octubre, fuerzas federales detuvieron al Chapito y horas después fue liberado.
Esto ocurrió después de que, alertados por la detención de uno de los operadores del Cártel de Sinaloa, sicarios de la organización provocaron pánico en Culiacán, donde Guzmán López había sido detenido, además de sitiar la urbe para impedir cualquier intento de trasladar a su líder no sólo fuera del estado sino del país, con dirección a los Estados Unidos.
Los criminales causaron terror y balaceras durante varias horas. Con la ciudad, bastión del Cártel, en llamas, el gobierno decidió liberar a Ovidio para “evitar la pérdida de vidas”. Con el Chapito libre, los críticos de López aseguraron que el gobierno se había doblegado ante el narcotráfico, en un evento más que simbólico sobre quién mandaba en el país.
Por si fuera poco, el gesto provocó el empoderamiento del Cártel del Pacífico, que pasaba por una época difícil luego de que Guzmán Loera fuera atrapado por tercera vez (y luego de dos fugas) por las autoridades en 2016 y, tras un veloz y eficaz juicio después de su extradición, condenado a cadena perpetua en territorio estadounidense.
Se ha consolidado en esta década no sólo como el más sanguinario y violento de los Cárteles que predominan en México desde la década de los 80 del siglo pasado. Además, el grupo criminal dirigido por Nemesio Oseguera Cervantes “El Mencho”, se ha consolidado como una de las organizaciones más poderosas del continente.
Primero aliado del Cártel de Sinaloa y luego su antagonista, El Mencho llevó al CJNG a predominar en territorio mexicano y a convertirse en uno de los más buscados por los gobiernos de México y de Estados Unidos.
Ascenso y caída de los grandes capos
Oseguera Cervantes, junto a Ismael “El Mayo” Zambada, el elusivo líder tras las sombras del Cártel de Sinaloa, se han mantenido como los capos que no han sido capturados ni eliminados, aunque el primero estuvo cerca de caer en 2015.
El 1 de mayo de 2015, el gobierno federal, entonces encabezado por Enrique Peña Nieto, lanzó la llamada Operación Jalisco en dicho estado del occidente mexicano, donde participaron elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), el Ejército, la Secretaría de Marina, el CISEN (Centro de Inteligencia y Espionaje Federal) y la entonces activa Policía Federal.
El principal objetivo era claro: atrapar o eliminar al Mencho, y desarticular a su organización, ya en ese entonces una de las más importantes del país en el trasiego de drogas, entre otras actividades ilícitas.
Otros han corrido con una peor suerte, incluido el hijo de Zambada, Vicente Zambada, El Vicentillo, detenido en 2009 junto a cinco colaboradores, en un barrio de la Ciudad de México.
A finales de aquel año, en diciembre, a punto de iniciar una nueva década, el gobierno federal, entonces a cargo de Felipe Calderón y en el marco de su estrategia de seguridad, se dio uno de los golpes más fuertes contra uno de los capos más prominentes: Arturo Beltrán Leyva.
El hombre, junto a sus tres hermanos, fue aliado del Cártel de Sinaloa, pero después se convirtió en su enemigo, al denunciar a Chapo Guzmán como un traidor, para aliarse con Los Zetas. Aquel 16 de diciembre, las fuerzas federales mexicanas dieron con el narcotraficante en Cuernavaca, Morelos, cercana a la capital del país.
Ahí, después de un largo e intenso enfrentamiento, fue asesinado “El Jefe de Jefes”. Unos meses después, fue detenido Sergio Villarreal Barragán, “El Grande”, teniente de la organización, que se convirtió en testigo protegido del gobierno.
La detención de otro de los tenientes de la banda, Édgar Valdez Villarreal, “La Barbie”, unos días antes de Villarreal Barragán, provocó el inicio de la caída de los Beltrán Leyva, que ya sin sus líderes más prominentes generaron la creación de células que fundaron nuevos grupos o se aliaron con otros.
En estos 10 años, han muerto o han sido capturados varios de los capos más prominentes del momento, que han sido sustituidos rápidamente por otros líderes. En algunos casos, ocurrió lo mismo: las organizaciones que dirigían se escindieron y de los restos se han creado nuevas organizaciones, a veces incluso más violentas y crueles.
Entre ellos, fueron capturados Miguel Ángel Treviño, “El Z-40”, líder de Los Zetas, en 2013; Héctor Beltrán Leyva, en 2014; Omar Treviño, “El Z-42”, en 2015; Servando Gómez, “La Tuta”, líder de Los Caballeros Templarios, en 2015.
Por su parte, Ignacio Nacho Coronel fue abatido en 2010; en 2012 cayó Heriberto Lazcano, “El Lazca”, cuyo cadáver fue robado posteriormente por un comando; en 2014, el líder e ideólogo de Los Caballeros Templarios, Nazario Moreno, “El Chayo”.
Momentos escalofriantes
Esta década también tuvo momentos escalofriantes y difíciles de procesar. La década comenzó con la noticia de la masacre en la comunidad de San Fernando, Tamaulipas, donde 72 migrantes (58 hombres y 14 mujeres), en su mayoría centro y sudamericanos, fueron ejecutados, de acuerdo con las autoridades, por los Zetas, ya que se negaron a pagar para ser liberados y tampoco quisieron incorporarse al grupo criminal.
Un año después, en el mismo lugar, se encontraron, en fosas clandestinas, 193 cuerpos. La zona, que era uno de los pasos migratorios por donde se buscaba atravesar hacia Estados Unidos, se volvió uno de los más temidos de todo el norte.
En la comunidad de Allende, Coahuila, ocurrió también otra masacre parecida. Los líderes de los Zetas en ese entonces, el Z-40 y el Z-42, enfurecidos por considerar que sus aliados en dicho lugar estaban traicionando a la organización para colaborar con Estados Unidos, lanzaron una revancha en el lugar, donde desaparecieron entre 200 y 300 personas.
En 2014, también, la desaparición de 43 estudiantes de una escuela Normal en Ayotzinapa, en el sur del país, fue relacionada con el narcotráfico, ya que, según la entonces Procuraduría General de la República (PGR, ahora FGR) un grupo criminal local había ordenado a los normalistas “reventar” un acto político que desató los hechos posteriores que culminaron con su desaparición.
De acuerdo con la declaración de uno de los testigos, “Los Rojos” querían tomar la plaza de Iguala, a donde se dirigían los normalistas, a quienes “confundieron” con una operación rival. “Guerreros Unidos” es la organización supuestamente responsable de su desaparición.
El gobierno mexicano concluyó después de las primeras investigaciones que los jóvenes habían sido asesinados en incinerados en el basurero de Cocula, en Guerrero. La llamada “verdad histórica” fue rechazada a nivel nacional e internacional y hasta ahora no se ha podido localizar a los normalistas ni sus restos.
Por su parte, la década también comenzó y ahora termina con una tragedia en la que está involucrada la familia LeBarón.
La estrategia de López Obrador, que proponía evitar la confrontación directa contra los grupos criminales, no parece conducir por ahora a buen puerto en el corto plazo. El 2019 es ya uno de los años más violentos en la historia del país desde que iniciaron los registros hace tres décadas y podría romper los récords de administraciones anteriores.
La creación de la Guardia Nacional tampoco ha mostrado en sus primeros meses de operaciones ninguna mejoría. En los últimos años, los expertos criticaron que las autoridades militares estuvieran encargados de las estrategias dedicadas a combatir el narcotráfico.
Sin embargo, a pesar de que fue la secretaria de gobernación de la administración actual, Olga Sánchez Cordero, quien propuso la legalización de la marihuana, el Congreso mexicano no ha actuado ni ha acelerado los procesos en las Cámaras, como habían prometido en su momento.
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