Urna - Elecciones
El Senado de la Nación confirmó que las elecciones legislativas se postergarán un mes. Idea surgida del propio oficialismo que hasta pensó en la posibilidad de saltear las primarias pero encontró allí el límite de una oposición que modera su dureza según las circunstancias (e intereses, como el caso de la cláusula “negligencia” para la compra de vacunas). De igual forma, el tiempo electoral ya se hace presente en todos los sectores políticos quienes sostienen una máxima discutible, en función de la evidencia empírica: “sin 2021 no hay posibilidades en 2023”. ¿Es así? La respuesta es no. Con algunos condimentos que valen la pena analizar en un contexto donde avanzan micro situaciones que, por la magnitud de la pandemia, suelen pasar desapercibidas.
El repaso por los últimos turnos electorales de medio tiempo, es decir donde se juega el poder legislativo y no el ejecutivo, muestran que, al menos en la provincia de Buenos Aires, quienes ganan el comicio no pudieron sostener el camino triunfal dos años después. Se repitió siempre lo mismo, sin contar con los famosos “cisnes negros”.
La última experiencia de continuidad triunfal de una misma fuerza política entre comicios legislativos y ejecutivos fue el tándem 2005-2007. En el primer caso, el kirchnerismo en su auge tras la profunda crisis social, política y económica del 2001 impuso a Cristina Kirchner como candidata a senadora en lo que fue, la sepultura del poder duhaldista en el conurbano. La perforación del esquema consolidado en la década del 90 con los barones, Néstor Kirchner se lo había encargado a Florencio Randazzo, por entonces ministro de Gobierno de Felipe Solá. Y solventado por la siempre tentadora obra pública ejecutada por Julio De Vido. Años después, tanto Randazzo como Solá terminaron, en distintos turnos, enfrentando al kirchnerismo en elecciones intermedias. El 2007 marcó la llegada de Cristina Kirchner a su primera presidencia.
Desde allí, los comicios de medio tiempo no consagraron nunca más una figura que pudiera captar el poder en el siguiente turno. En 2009, Francisco De Narváez, Macri y Solá le ganaron a las candidaturas testimoniales del Frente para la Victoria. Se repitió lo mismo en 2013 cuando Sergio Massa triunfó con el Frente Renovador al oficialismo de ese momento, y en 2017 con Macri ya presidente, la lista encabezada por Esteban Bulrich le ganó a Cristina Kirchner. Lo que vino fue el derrumbe del gobierno de los los CEOS y la unidad del peronismo que posibilitó la llegada de Alberto Fernández a la presidencia quien, en ese turno electoral, apenas había sido el jefe de campaña de la Florencio Randazzo, quien cruzó el disco en el tercer lugar.
¿Por qué pensar entonces que lo que suceda este año puede alumbrar a un posible presidente del 2023?
Sí, en cambio, el comicio podría ser determinante para la consolidación de esquemas y modelos de país con mayor posibilidad de perdurar en el tiempo que las efímeras candidaturas. Y allí es donde está el punto más trascendente de lo que se juega ahora.
Para el gobierno, triunfar en la provincia de Buenos Aires es una obligación. Es donde asienta, vía Cristina Kirchner, su poderío electoral, sobre todo en el conurbano. Un derrota generaría un maremoto interno con claras posibilidades de destruir el principal activo que hoy posee: la unidad. La administración de las candidaturas para la legislatura marcará el pulso del equilibrio con los intendentes. Sabido es que existen más postulantes que sillas disponibles. Aún más importante que el resultado en sí mismo serán las lecturas que se hagan. Sobretodo si los números lo favorecen. Por eso será tan importante la elección del perfil de quien encabece la lista.
Un triunfo del Frente de Todos consolidará la mirada que esbozó Cristina Kirchner a finales del año pasado en La Plata. Cada vez hay que repasar con mayor detenimiento aquellas palabras en el Estadio único Diego Maradona, porque son las que guían, sobre todo, la gestión del gobierno de Axel Kicillof con intención de trasladarlo al de Alberto Fernández. Un aspecto es la salud.
“Tenemos que ir a un sistema de salud nacional integrado entre lo público, lo privado y las obras sociales que optimice recursos. La pandemia nos dio la posibilidad de reformular el sistema en tiempo récord, pero es necesario hacer un esfuerzo diferente”, fueron parte de las palabras de la vicepresidente. Hay ejemplos que sostienen esa idea en el conurbano. La primera de ellas se dio en Escobar, donde gobierna Ariel Sujarchuk quien, desde la comuna logró rescatar la clínica privada San Carlos en la localidad de Maquinista Savio al que rebautizaron Néstor Kirchner en un acuerdo estratégico con la obra social PAMI. Un adelanto de la idea de Cristina.
Esta semana, hubo otro caso en el Gran Buenos Aires. En San Miguel, con un mecanismo similar, una clínica privada con serios problemas, pasó a manos del Estado para ser de exclusivo uso de los afiliados de IOMA, la obra social bonaerense que regentea Homero Giles, un hombre de Nicolas Kreplak, el vice ministro del área quien asistió acompañado de Daniel Gollán, Ministro de Salud. En lo local, la recepción marcó el equilibrio de fuerzas dentro del oficialismo. Estuvieron el presidente del PJ Juan José Castro de línea directa con Santiago Cafiero y Santiago Fidanza representante de La Cámpora.
“Al Papa Francisco para entenderlo hay que leerlo”, suele decir Juan Grabois cuando le preguntan por el Sumo Pontífice y sus gestualidades. A Cristina Kirchner también.
Dilemas opositores
En el principal frente opositor se juegan demasiado en estos comicios quienes sostienen que su carrera presidencial depende de cómo les vaya ahora sin son candidatos. Los casos de Patricia Bulrich y María Eugenia Vidal son elocuentes. En esos nombres subyace la tensión de fondo que enmarca a Maurici Macri y Horacio Rodriguez Larreta. El primero de ellos ya cambió la palabra no quiero volver a ser presidente, por no es momento ahora de pensar en eso. Las aspiraciones del jefe de gobierno son conocidas. La estrategia electoral está generando tensiones y chispazos. Sobre todo en la provincia de Buenos Aires cuya definición se ata a la ciudad.
Macri es de la idea de una interna que revalide títulos. Algo de ello se lo sugirió a los integrantes de La Territorial, agrupación de dirigentes con diversas terminales dentro de Cambiemos pero que tienen un objetivo y procedencia común: presencia política en los distritos. Algo de lo que carecen quienes descienden de las superestructuras. Serán necesarios para cualquier intento electoral.
Lo que crece es el malestar para con la ex gobernadora a quienes tildan de “tapón” que obtura otras definiciones. Para colmo, la semana que viene viaja a los Estados Unidos por lo que se presume no habrá tampoco resoluciones.
Hasta la posible candidatura de Florencio Randazzo hecha leña al fuego. Una mirada, basada en encuestas, cree que su aparición le sacaría más votos al oficialismo y que eso podría beneficiar al sector opositor mayoritario. En la cercanía de Macri no están convencidos. Son de la idea de una PASO amplia que incluye a José Luis Espert. Pero no es el único. Emilio Monzó está dispuesto y se esperan definiciones del Peronismo Republicano. Mientras tanto, crece el nombre de Diego Santilli para encabezar la lista seguido por Elisa Carrió, quién fatiga los teléfonos para mantener la unidad y que no explote todo por el aire. Para ella, como en otras ocasiones, el único objetivo de esta elección es “cuidar la República”.
*Por Sebastián Dumont
Periodista de Canal 26
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