La Argentina atravesaba momentos muy difíciles. Aquella histórica jornada, el Líder peronista tomó la palabra desde el balcón de la Casa Rosada y "marcó terreno".
Juan Domingo Perón. Foto: Google/Archivo.
Cada vez que el general Juan Domingo Perón tomaba la palabra, sus miles de seguidores asistían a un ritual sagrado e inigualable. El Líder, viejo conocedor de terrenos fangosos y complicados, siempre sabía cómo salir de la encrucijada, con su experiencia y sabiduría. Aquel 1° de mayo de 1974, no fue la excepción; y tampoco fue un Día del Trabajador como cualquier otro. Es que además de ser el último que el pueblo peronista pudo disfrutar con la presencia viva de su Jefe, esa jornada marcó el momento en que Perón echó a los Montoneros de la Plaza de Mayo.
Y no lo hizo tibiamente, sino todo lo contrario, tal como solía hacer las cosas, con su sello personal y claro estilo de rígida conducción.
Motivos no faltaban para el discurso encendido de Perón. La historia indica que era el primer Día del Trabajador que encabezaba como mandatario luego del prolongado exilio de más de 18 años; aunque tampoco había muchas razones para festejar ya que el clima que atravesaba de lado a lado a la Argentina de entonces estaba signado por la crisis, la inestabilidad y la violencia política. Eran tiempos duros y difíciles y así quedó evidenciado aquel día.
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Ese 1° de mayo Perón había dejado inauguradas las sesiones del Congreso y lanzó, como tantas otras veces, su postura ante la angustiante coyuntura: “Nuestra Argentina necesita un proyecto nacional, perteneciente al país en su totalidad. Estoy persuadido de que, si nos pusiéramos todos a realizar este trabajo y si entonces comparáramos nuestro pensamiento, obtendríamos un gran espacio de coincidencia nacional. (…) Como presidente de los argentinos propondré un modelo a la consideración del país, humilde trabajo, fruto de tres décadas de experiencia en el pensamiento y en la acción. Si de allí surgen propuestas que motiven coincidencia, su misión estará más que cumplida.”, dijo entonces el presidente de la Nación.
Perón había cambiado, era otro, con un costado tal vez más conciliador y sereno, un poco por los años, otro tanto por las circunstancias. Como fuera, él y el país eran definitivamente otros; aunque muchos no lo comprendieran.
El "nuevo" Perón sacaba a relucir sus viejos conceptos de justicia social, desarrollo industrial independiente, pero sin embargo no era eso lo único que venía a ofrecer; sino que también se adaptaba nuevamente a los tiempos que corrían (o los que estaban por venir) con nuevos objetivos por delante para las siguientes generaciones, tales como la ecología y las nuevas tecnologías. Había que evolucionar, y él lo hacía. Y tal vez quienes no sabían cómo lograrlo eran, entre otros, los Montoneros.
Columna de Montoneros. Foto: Google/Archivo.
Tiempo antes, vale destacarlo para entrar en contexto, Perón impulsaba a los jóvenes de la “tendencia revolucionaria”, encolumnados en su mayoría en FAR y Montoneros, para que llegaran a contar con cierto poder en su nueva gestión de gobierno. Sin embargo, ni una ni otra agrupación supo aprovechar inteligente y democráticamente esa posibilidad, saltando a la vista que claramente no estaban alineados con el viejo Líder peronista y que, en gran medida, pensaban de manera diametralmente opuesta.
De hecho ya había quedado claro a finales de 1973 lo expresado por Mario Firmenicjh, justamente de Montoneros, al decir que “la ideología de Perón es contradictoria con nuestra ideología porque nosotros somos socialistas (…) para nosotros la Comunidad Organizada, la alianza de clases es un proceso de transición al socialismo. (...) La contradicción con Perón es insalvable. La solución ideal sería que Perón optara por admitir que la historia va más allá de su proyecto ideológico y que nosotros somos los hijos objetivos del Movimiento Justicialista; y que resignara su proyecto ideológico, adecuándose a esa realidad. Perón sabe que nuestra posición ideológica no es la misma que la de él, y de ahí que tiene una contradicción que vaya a saber como la resolverá.”
Con este marco, las cosas no podían estar bien aquella histórica jornada del 1° de mayo de 1974, y con ese marco tronó el escarmiento de parte de Perón. Los antecedentes inmediatos eran de peso para el clima espeso. En enero, el gobierno enviaba al Congreso un proyecto de modificación del Código Penal, con claras intencones de ponerle freno definitivo a la guerrilla del ERP, que, envalentonada debido a la derogación de las leyes represivas, de julio a diciembre de 1973 cometieron ni más ni menos que 185 atentados, casi uno a diario. Los diputados de Montoneros no estabn conformes con esos cambios y fueron recibidos por Perón, quien explicó la necesidad de las reformas. Por orden de Firmenich, ocho diputados renunciaron a sus bancas. Y ahí se marcó el quiebre para que Perón, luego, los echara de la Plaza de Mayo.
En su discurso, Perón se alineaba con los gremios antes que con Montoneros y las otras organizaciones armadas, mientrase estas lo desafiaban al vivo grito de “se va acabar/se va acabar la burocracia sindical” y “Rucci, traidor, saludos a Vandor”. Y más ofensas al Líder: “Qué pasa/qué pasa General/está lleno de gorilas/el gobierno popular”.
Discurso de Perón. Video: Youtube/Cadena Nacional.
Perón no se haría rogar para lanzar lo suyo, y dijo: “Compañeros”, una, dos, tres veces… Pero lo seguían interrumpiendo con el “qué pasa general”. En medio de ese cántico que no lo dejaba hablar, soltó su primera frase: “Hoy hace diecinueve años que en este mismo balcón y en un día luminoso como este, hable por última vez a los trabajadores argentinos…”, tras lo cual, y visiblemente molesto por no ser escuchado por esos sectores que lo enfrentaban, lanzó decidido: “pese a esos estúpidos que gritan….”.
Esa grieta, marcó el comienzo del fin para las organizaciones armadas, ante un Perón evolucionado y más moderno que ellos mismos, enfrentado con esa violencia que tanto mal le hizo a la Argentina.
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