La atleta atravesó una fractura de costilla en los momentos decisivos de la clasificación pero eso no le impidió lograr el boleto a la gran cita del deporte. Lo que significa compartir el evento con sus hermanos, la importancia de las competencias en el exterior y el gran cambio que generó la psicología en su carrera.
Romina Biagioli - Juegos Olímpicos Tokio 2020 - Triatlón
El triatlón es una joven disciplina de los Juegos Olímpicos, ya que se disputa desde Sidney 2000, en la que se combinan la natación en aguas abiertas, ciclismo en ruta y carrera a pie.
Entre las mejores del mundo de la especialidad estará Romina Biagioli, quien hará su debut en la gran cita del deporte y se dará el gusto de vivir el evento con sus dos hermanos: Cecilia, quien accedió a Tokio para competir en aguas abiertas, y Claudio, quien la entrena en su quinto Juego Olímpico.
“Lograr el pase a los Juegos Olímpicos, después de haber vivido esta experiencia cuatro veces con mi hermana y con Luciano (Taccone, su pareja) en Río 2016 me sirvió para darme cuenta de todas las variables de una clasificación olímpica. Viví el estrés de no saber hasta la última carrera si estaba en la lista definitiva pero me llenó de felicidad. Recién pude relajar cuando vi mi nombre en la nómina y coroné esta felicidad con la clasificación de mi hermana para poder estar los tres hermanos en Tokio. El sueño es completo”, inició la cordobesa en diálogo desde México con Diario 26.
El camino final hacia la clasificación tuvo una marcada dificultad para la triatleta, quien sufrió una fractura en sus costillas tras una caída de su bicicleta. El sueño de estar en la capital de Japón fue más fuerte que el dolor y de esas sensaciones habló la campeona argentina: “Hay mucho esfuerzo en la preparación. Es una tensión que se vive hasta último momento para ver si estas adentro y, en muchas ocasiones, podes quedar afuera por pocos puntos. La lesión impactó muy negativamente pero, a su vez, sacó lo mejor de mí. Me hizo ver de lo que soy capaz de hacer y hasta me sorprendí mucho de mi tolerancia al dolor y de la sensación que no me importe tener una costilla fracturada a la hora de hacer una carrera. Quizá en la Copa del Mundo de Arzachena sí sentí muchísimo dolor porque era muy reciente pero, en Huatulco, fui a buscar un resultado y terminé sacando lo mejor de mí. Pese a esto, es obvio que una fractura en las últimas tres fechas de la clasificación no podía impactar positivamente en lo físico. Pero sí es una situación que te pone a prueba y te desafía para demostrar hasta donde queres conseguir algo. Estoy confiada que para Tokio el dolor va a ser casi mínimo”.
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Los torneos previos a una competencia de este nivel se vuelven fundamentales para todo atleta. La representante argentina de 32 años remarca la importancia y analiza la situación de su disciplina en nuestro país: “Es súper importante tener roce internacional. Para eventos de esta magnitud, en los que vas a estar compitiendo con las mejores del mundo y, más allá de que el entrenamiento haya sido el apropiado y estés en tu mejor forma física, tenes que exponerte para poder pulir errores. Si no los cometés en carreras menores, quizá los podes hacer en carreras mucho más importantes. Nosotros pudimos competir en el exterior porque las fechas eran clasificatorias para Tokio pero, hoy por hoy, la situación del triatlón es muy complicada. Cuando no se abre el sistema de clasificación, hay dos años en los que sólo competimos en Sudamericanos y Panamericanos y se hace muy difícil. No vamos a Copas del Mundo ni series mundiales, entonces creo que, cuando empiezan las competencias que suman puntos, sino estás adaptada a la situación, puede que no salga bien en la primera, pero comiences a puntuar en las siguientes. Si uno se fija en el casillero de mi ranking, yo tenía cuatro fechas sumadas de las siete posibles, en comparación a otras atletas que tenían más de las que corresponden a cada período”.
Además de su entrenador Eduardo Braz, con quien trabaja desde hace unos años, la atleta que quedó entre las 10 mejores en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 destacó la incorporación del psicólogo Gustavo Ruiz a su equipo: “Creo que fue el cambio más importante. Siempre tuve la conducta de entrenar bien, con una vida de atleta profesional. Me alimenté bien, me iba a dormir a la hora que tenía que ser, pero, al momento de competir, tenía que hacer un cambio. Ahí decidí dar un vuelco porque no podía plasmar en mis competencias todo lo que estaba entrenando y me dije a mí misma que, si quería afrontar un ciclo olímpico, tenía que tener un coach mental. Con Gustavo estoy totalmente agradecida por el cambio que logramos. De hecho, si la clasificación no se lograba, también iba a estar feliz. Hubiera sido mucho más difícil afrontar toda esta presión sin él y, gracias a su ayuda, supe manejarla y terminar el ciclo con todas las ganas”.
Para cerrar una charla con muchos conceptos, Biagioli habló de sus expectativas en el evento que se llevará a cabo del 23 de julio al 8 de agosto: “Mi objetivo es dejar todo. Mi prioridad es poder ir sumando mejoras con respecto a la costilla, que es algo un poco doloroso. Todos los atletas nos ponemos expectativas altas pero no quiero adelantarme: quiero ir paso a paso, tener la mejor preparación posible y hacer todo lo que tenga a mi alcance para realizar una buena carrera con todo lo que implica la adaptación al sueño, al calor y todas las condiciones que se presenten”.
*Por Matías Greisert
Tw: @MatiasGreisert
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