El pivot, integrante del plantel que logró la medalla de plata en el Mundial de China en 2019, estará por primera vez en la gran cita del deporte. Un camino difícil hasta llegar a la gloria, las expectativas y lo que significa representar al país siendo parte de un equipo que emociona.
Tayavek Gallizi - Selección de Basquet - Juegos Olímpicos Tokio 2020 - Prensa CAB
La Selección de básquet, con un antecedente que ilusiona, como fue el subcampeonato en el Mundial de China 2019, llega a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 con la ilusión de volver a subirse a un podio.
Uno de los integrantes de El Alma, que debutará en la gran cita del deporte, es Tayavek Gallizi quien, con una historia de superación buscará darle alternativas al “Oveja” Hernández en el poste bajo.
Un torneo marcado por la pandemia generó diversas sensaciones en los deportistas. Así lo analiza el santafesino: “Con la cercanía a la fecha, siento que se acerca un momento muy lindo. Y no sólo para nosotros sino para todos los que les gusta el deporte, porque es un evento para compartir en familia y, más aún, con todo lo que se vivió en este último año”.
Taya, con un exitoso presente en la Liga Nacional, también debió atravesar momentos difíciles con su familia, como fue vivir la histórica y dura inundación de Santa Fe: “Esos momentos, como tantas otras cosas que nos tocó vivir a mí y a mi familia, son cosas que nunca me voy a olvidar y que siempre tengo presente, porque esas situaciones me han ayudado a formar mi carácter y a valorar otras cosas y no tanto lo material. En esa inundación, perdimos absolutamente todo y fue muy difícil recuperarse. Pero lo más importante, que era la familia y la salud, lo teníamos. A una edad tan chica, entendí que hay otras cosas más importantes que lo material y fue un golpe de realidad pura y cruda, lo que también me ha ayudado a tomar ciertas decisiones como irme de mi casa a dedicarme al básquet, o cuando surge alguna situación y estás tan lejos de la familia, haber pasado por estas situaciones, te da fuerza y claridad para poder actuar de otra forma sabiendo qué es lo más importante. Creo que todas esas cosas que he pasado fueron fundamentales para que esté en el club que estoy, tenga el presente que tengo, haber jugado dos mundiales con la Selección mayor, haber conocido a mis ídolos y los grandes del básquet y haber tenido la posibilidad de rozarme con jugadores NBA que, de otras formas, no podría haberlos conocido”, reconoce el reciente jugador de Instituto de Córdoba.
El pivote también valora el regreso de la Liga Nacional, donde en la última temporada defendió la camiseta de Regatas de Corrientes. “Que haya regresado la competencia local y el buen torneo que hicimos es importantísimo para estar dentro de una Selección. Es nuestra vidriera para mostrarnos y demostrar lo que crecimos como jugadores y tratar de tener esa oportunidad y ese premio que es estar dentro del plantel que viaja a Tokio”.
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El equipo liderado por Scola, Campazzo y Garino, entre otras figuras, integrará el duro grupo C con Eslovenia, con el gran Luka Doncic en el equipo; España y sus figuras que viene de ser campeón del mundo; y Japón, el siempre duro local que tiene a Julio Lamas en el banco.
En un deporte de equipo, también se puede hablar de objetivos personales. Sobre todo, cuando es tu debut en la gran cita del deporte. Así lo vive el centro de 2,05 metros: “Trataré de disfrutarlo muchísimo. Me propongo dar lo máximo, entregarlo todo como cada vez que me puse la celeste y blanca pero, más que nada, trataría de disfrutarlo muchísimo. No quiero que se me pase de largo y que sólo me quede en un recuerdo, sino que quiero vivirlo a pleno y disfrutarlo. Con la cierta agresividad y competitividad, porque no deja de ser un torneo muy importante”.
“Es muy difícil hablar de objetivos a nivel grupal. En el Mundial nos juntamos a entrenar con bastante tiempo antes y Luis Scola predijo que teníamos un equipo muy interesante e, incluso, podíamos llegar a jugar la final del mundo y fue una locura que después pasó lo que él predijo. Yo creo que los objetivos van a ser siempre los mismos: jugar el mejor básquet posible y tratar de aspirar a lo más alto que nos dé como equipo”, explicó el jugador de 28 años.
Para cerrar una charla con la pelota naranja en la mano, Gallizi comparte sus emociones al vestir la camiseta de la Selección en un evento de esta magnitud: “No hay nada que me llene más de orgullo que representar a mi país. En los minutos previos a cada partido, cuando se empieza a escuchar el himno nacional, se me pone la piel de gallina y me emociona mucho. Es un orgullo y cada vez que me tocó estar, lo asumí con gran responsabilidad, brindándome en todo y tratando de hacer siempre mejor a mis compañeros y al equipo. Alguna vez alcanzó, muchas veces no, pero siempre con la garra y el corazón que representa tanto al argentino, que tenemos ese plus que nos diferencia”.
Por Matías Greisert
*Tw: @MatiasGreisert
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