Por un gol del arquero de la Lazio en la última jugada, el Atlético de Simeone no pudo festejar en el inicio de la Champions League

Champions League, Lazio vs. Atlético Madrid. Foto: REUTERS.

Era un partido por la primera fecha de la Champions League en el que el Atlético de Madrid, conjunto dirigido técnicamente por el argentino Diego Simeone, se adelantaba en el marcador desde los 29 minutos sin sufrir demasiados sobresaltos.

Pero, cuando todo estaba decidido, cuando los asientos del Olímpico empezaron a vaciarse, el arquero Ivan Provedel inició la carrera desde el centro del campo para fundirse pocos segundos después con un grito unánime de alegría que inundó Roma, un sonido estremecedor a la altura de lo que significa rescatar un punto en el primer partido de la Liga de Campeones tras tres años de ausencia.

El momento del gol. Foto: REUTERS.

El gol de Provedel arruinó por completo la noche de un Atlético de Madrid que vio cómo todo su oficio, su rigor defensivo y el gran planteamiento del "Cholo", sucumbieron ante la épica del fútbol.

Te puede interesar:

El gol de Julián Álvarez no alcanzó: el Atlético de Madrid cayó ante el Lille por Champions League y se fue silbado

El desarrollo del partido

El equipo de Simeone fue de menor a mayor en su desempeño en el partido. Luego de una primera mitad en la que no fue protagonista del encuentro, logró encontrar una mejor versión en el segundo tiempo, por lo que estaba a punto de concretar la victoria sin ningún sobresalto hasta el agónico empate.

En una de las pocas posesiones largas de las que gozó el Atlético de Madrid en el primer tiempo, se encontró con un gol que silenció a la afición lazial: Pablo Barrios encontró oro en un tiro lejano que no iba en dirección hacia el arco, pero que, tras un ligero desvío en Kamada, acabó superando a Provedel. Así, el único disparo entre los tres palos del equipo colchonero en los primeros 45 minutos, se convirtió en gol.

En el segundo tiempo, el equipo del Cholo manejó el ritmo del partido a su placer, sostenidos por un Griezmann omnipresente que dirigió a su antojo el partido para cumplir con su objetivo de llevarse los tres puntos de Roma. Pero cuando menos se esperaba, apareció la épica como tantas otras veces sucede en el fútbol: el arquero italiano emergió entre la multitud para cabecear el agónico centro de Luis Alberto y dar por terminado el partido con un gol que arruinó la noche rojiblanca.