Era un espía luxemburgués llegado a bordo de en submarino nazi a la Costa Atlántica argentina. Sus planes quedaron en la nada por un romance con "la persona equivocada".
Todo indicaba que sería un día más en el imponente edificio de la calle 25 de mayo al 145, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires (1). Esa era la entrada habitual por donde, cada jornada, uno a uno ingresaban los empleados del Banco Germánico de América del Sud, en cuyo cuarto piso se ubicaban las oficinas centrales del Partido Nazi (NSDAP) y que era la parte trasera del más importante centro de los negocios de los nazis en la Argentina, cuyo portón principal estaba -a la vuelta- sobre la avenida Leandro N. Alem 148, pegado a la embajada alemana.
A nadie podía pasar por alto el hecho de que esa manzana porteña era el verdadero centro de poder de las inversiones del nazismo en el país; y mucho menos podía desconocerse que -allí mismo- operaban los más destacados agentes al servicio de los intereses de Adolf Hitler en el ámbito local, entre ellos Werner Koennecke; considerado por la gente de su más extrema confianza como "el contador" del NSDAP. Sin embargo, esa mañana de 1944, hubo un hombre al que le ganaron las emociones y no tuvo en cuenta el tremendo peligro al que estaba a punto de enfrentarse.
Se trataba de Alfonso Chantrain, un personaje que colaboraba con la "organización" nazi, quien entró como si nada y esperó durante unos minutos. Su mirada destilaba furia y sus ojos estaban inyectados en sangre. Dolido y quebrado por alguna íntima razón, iba y venía por el hall de ingreso como un león enjaulado hasta que, finalmente, vio entrar a Werner Koennecke; al que -sin mediar palabra- atacó a golpes de puño mientras le lanzaba "un largo rosario" de insultos.
Pese a que Koennecke estaba felizmente casado con Lily Freude (hija del magnate alemán Ludwig Freude, presidente del Banco Germánico; que era el auténtico embajador nazi en las sombras y que custodiaba celosamente todas las inversiones alemanas en la Argentina); al mismo tiempo mantenía un secreto amorío con Gertrudis Pralle de Von Schutz, una joven que integraba el grupo de mujeres que actuaban como agentes del nazismo en el país. El problema era que Chantrain también mantenía encuentros furtivos con la muchacha y fue por esta inoportuna situación "de polleras" que Koennecke había comenzado a retacearle los pagos por los servicios prestados a Chantrain, un modo de mantenerlo a raya y hacerle sentir el rigor del tipo que "cortaba el bacalao".
Chantrain, lejos de pensar en las duras consecuencias que -pronto- le caerían encima por meterse con un "peso pesado del nazismo; se dejó llevar por la sangre caliente. La ira, el despecho y el orgullo pudieron más, aunque la bravura le duró solo un instante. Werner Koennecke llamó a la policía y utilizó a su más influyentes contactos en la fuerza. Levantando el teléfono desde su despacho se comunicó con el mayor Oscar Contal, al frente de la división de Coordinación Federal.
La suerte de Chantrain estaba echada: un rato después, ya estaba detenido.
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La detención de Alfonso Chantrain no fue una más. Mientras el gobierno de facto encabezado por el general Edelmiro Farrell y Grupo de Oficiales Unidos (GOU) era socio y cómplice de los nazis en el país; al mismo tiempo se "aprovechaba la volada" para hacer buena letra con los Estados Unidos simulnado detener a agentes del Eje con el objetivo de aplacar los ánimos y no levantar sospechas. Una de las "víctimas" de ese estado de cosas fue -justamente- el despechado Chantrain, convertido de la noche a la mañana en un verdadero "perejil".
Alphonse Chantrain, tal su verdadero nombre; era un espía nazi oriundo de Luxemburgo que -tras su detención- declaró ante la Justicia en el "Segundo Sumario de Espionaje Alemán" (2), confesando que había ingresado al país a bordo de un submarino alemán y que la ruta de entrada fue la estancia "Moromar" (aún existente y manejada desde entonces por el consorcio "SAFICO"), cerca de la localidad bonaerense de Miramar, en la Costa Atlántica. Chantrain la pasó mal, y entre rejas, un tiempo largo. Recién a mediados de 1947 logró que se hiciera lugar a un hábeas corpus interpuesto por su abogado (3). En 1948 fue liberado y regresó a Europa, donde pasó a trabajar para el Servicio Federal de Inteligencia (en alemán, Bundesnachrichtendienst, o BND), la agencia de inteligencia extranjera dependiente del gobierno de la República Federal de Alemania (Alemania occidental).
Comisión Especial Investigadora de Actividades Antiargentinas del Congreso (CEIAA).
Chantrain era un experto en micro códigos, una habilidad que se cotizó sobre manera en los tiempos de la Guerra Fría y que supo explotar a la perfección, ideando un sistema que le permitía transportarlos hábilmente disimulados en sandías caladas, todo con la connivencia de Esteban J. Amorín, un marino español que respondía a los intereses del régimen dictatorial del "Generalísimo" Francisco Franco en España.
Aún resentido por su traumática salida de la Argentina; por aquellos días hizo un reclamo muy particular ante la Justicia alemana: para justificar el trabajo de los años de espía en Buenos Aires, pretendió gestionar su jubilacion en Alemania. Poco después, Alfonso "Alphonse" Chantrain murió en un confuso episodio de la Guerra Fría, en medio de una operación secreta de intercambio de espías con los rusos.
El agente nazi que cayó tras agarrarse a trompadas por una mujer, pasó a la historia, sin pena ni gloria.
Instagram: @marcelo.garcia.escritor
Referencias:
Un agradecimiento especial al ing. Pedro Alberto Filipuzzi. La nota publicada y los tags no expresan ideología política. Sólo investigación histórica.
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