Era un completo desconocido, hasta que fue visto en una cervecería mientras se le ocurría la pésima idea de imitar a Hitler. Una curiosidad del 30 de abril de 1945.
Ferdinand Beisel, el falso Hitler en Berlín. Foto: Bundesarchiv.
Ferdinand Beisel era un hombre común y corriente, un alemán que integraba las filas de las temibles SS (Schutzstaffel, o Escuadras de Protección). La monotonía se quebró definitivamente cuando, una tarde, repitió su viejo ritual: ir a una cervecería junto a un grupo de amigos de toda la vida, esa misma vida que estaba a punto de cambiar para siempre, con un desenlace fatal.
A Ferdinand Beisel se le ocurrió la "felíz idea" de imitar a Adolf Hitler, dado su cierto parecido con el Führer. El hecho podría haber pasado inadvertido de no mediar un pequeño detalle: algunos jerarcas de la Gestapo (la Policía Secreta del Estado Alemán) estaban presentes en el lugar y, al ver tan indignante espectáculo, no dudaron un instante en detenerlo por -según ellos- mofarse del conductor de la Alemania nazi. Beisel cayó inmediatamente entre rejas, pero el encierro no duró mucho. Los mismos que lo llevaron a prisión, vieron algo productivo en su similitud física con el Führer.
Durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial decidieron cubrir las espaldas del Líder y "mandar al frente" a un socias, un doble que estuviera en donde -se supone- Hitler debería estar. Cuando Beisel fue presentado ante Martin Bormann, el todo poderoso vice Führer del régimen, ya tenía asignada una nueva misión en exclusivo beneficio del Tercer Reich: a partir de ese momento se convirtió uno de los tantos dobles de Adolf Hitler.
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Con el paso del tiempo estuvo estuvo muy ocupado, sobre todo cuando el ejército ruso cercó la destrozada ciudad de Berlín y el dramático final ya no se pudo evitar. El interior del bunker -secreto y subterráneo- del Führer nazi era un hervidero. Frenéticas reuniones, acuerdos secretos, gritos de desesperación, intentos de suicidio y -finalmente- un escape perfecto.
Beisel actuando como Hitler. Foto: Bundesarchiv.
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Los contactos visuales con el Führer se fueron espaciando cada día más, hasta casi desaparecer de la vista de todos. Incluso los más estrechos colaboradores que había recibido el saludo de despedida del líder, sostuvieron que éste no pronunció palabra alguna y que su aspecto era muy diferente al habitual.
El entorno más cercano de Hitler organizó una última sesión de fotos del "Führer" observando los destrozos de la Cancillería del Reich.
En las imágenes (las dos primeras de este artículo) puede verse al supuesto Hitler cumpliendo con la gran actuación. El de las fotos finales es -nadie menos que- Ferdinand Beisel, el infortunado imitador del jefe supremo del nazismo, que cambió su destino para siempre aquella fatídica tarde en una cervecería de Berlín.
Un muerto que, claramente, no era Adolf Hitler. Foto: Bundesarchiv.
Luego, la historia conocida: el "suicidio" de Adolf Hitler proclamado a los cuatro vientos por los Aliados sin la más mínima prueba documental al respecto. Su cuerpo retirado a las apuradas del patio de la Cancillería junto al de su esposa, la amada Eva Braun, la supuesta incineración y... la repentina aparición de un cadáver que los rusos inicialmente tomaron como el de Hitler (en la tercera foto). El mismísimo Josef Stalin, líder sovietico, advirtió la jugada, asegurado que Hitler se acababa de embarcar con rumbo a la Argentina y que ya no estaba allí.
El infortunado Beisel fue el "Hitler" fallecido en Berlín.
Instagram: @marcelo.garcia.escritor
Twitter: @mdGarciaOficial
Nota: El artículo no expresa ideología política. Solo investigación histórica.
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