En frenética carrera contra reloj, médicos y científicos del régimen nazi se embarcaron en la búsqueda de un elixir capaz de extender no solo la vida de Hitler, sino también la de miles de mujeres alemanas. Todo sucedió en el extraño Spa de Solahuette. Esta es la historia.
Karl Brandt y la búsqueda de la Eterna Juventud en el Spa de Solahuette. Fotos: Bundesarchiv.
En las afueras del campo de concentración, trabajo y exterminio de Auschwitz, lejos del aire irrespirable por el humo de los crematorios y el grito desesperado de quienes eran llevados a las cámaras de gas, los nazis habían levantado un spa. Inicialmente, esas instalaciones, que tanto contrastaban con los sórdidos barracones del campo, fueron pensadas como extraño espacio de ocio para altos mandos de las SS y la oficialidad. Era un sitio donde todos daban rienda suelta a sus más bajos instintos y hacían suyas a las “mujeres auxiliares”, un eufemismo más o menos elegante para referirse a trabajadoras esclavas que eran obligadas a realizarles toda clase imaginable de favores de carácter sexual.
Claro que el "jolgorio" no era para cualquiera. Sólo estaba habilitado a los placeres carnales un reducido grupo integrado por Josef Mengele, Rudolf Höss, Josef Kramer, Anthon Thumann y Karl Clauberg; amos y señores del Spa de Solahuette; tal como era conocido el extraño lugar, que con el avance de la guerra pasó a cumplir otra finalidad.
Oficiales de las SS junto a mujeres auxiliares del spa de Auschwitz. Foto: Bundesarchiv.
Todo comenzó en 1943, momento en que, en el entorno más cercano a Adolf Hitler, se reavivó el interés por el ansiado don de una existencia casi “inmortal” que beneficiaría, al menos en una primera etapa, al Führer alemán.
Cuando el 20 de agosto de 1944 los Aliados bombardearon las cercanías de Auschwitz, no muchos advirtieron que un grupo de mujeres fue llevado por sus captores hasta un bunker subterráneo. Apenas ingresadas, fueron recibidas por las “auxiliares” y luego llevadas a una confortable habitación donde pudieran descansar. Las “huéspedes” eran tratadas a cuerpo de reina, tenían tiempo para largas caminatas, sesiones de ejercicios y momentos para su propio cuidado personal. Se alimentaban a base de una saludable dieta con especias y verduras y disfrutaban de suculentas meriendas con café, té con leche, finas rodajas de pan de centeno, manteca y una buena variedad frutal. Con el tiempo, los temores de esas mujeres fueron quedando atrás.Sin embargo, algo les llamaba la atención: tras pocos meses de permanencia en el spa, su salud, estado de ánimo y aspecto físico habían mejorado de un modo que no lograban explicar. De hecho, mientras la mayoría superaba los 40, todas daban la sorprendente sensación de no tener más de 30 años de edad.(1)
El secreto estaba en la aplicación diaria de una inyección de extractos hormonales generados sintéticamente en laboratorios por la I.G. Farben, cuya finalidad era retrasar –e incluso revertir en parte- el proceso de envejecimiento natural. El coloso químico farmacéutico alemán venía trabajando en una serie de pruebas para complejos “rejuvenecedores” que -al menos durante una primera etapa de desarrollo- no dieron los resultados esperados ya que producían cáncer. De todos modos, y pese a esa decepcionante primera fase experimental, médicos y científicos nazis abocados al proyecto de la “fórmula de la eterna juventud” (tal como lo consideraban) dieron con el compuesto químico que detenía el crecimiento de esos indeseados tumores cancerígenos. Descubrieron un medicamento que podía curar distintos tipos de cáncer sin detener el proceso de rejuvenecimiento de los pacientes a los que se les aplicaba el tratamiento en el spa. La droga fue conocida como Talidomida, cuya fórmula se comunicó a mediados de 1944 a la cúpula del régimen de Hitler mediante un memorando interno de la I.G. Farben, en que también se dijo que los resultados eran claramente satisfactorios.(2)
Josef Mengele (segundo desde la izquierda), Rudolf Höss, Josef Kramer, Anthon Thumann y Karl Clauberg. Foto: Bundesarchiv.
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El particular interés por las mujeres del spa también se vio reflejado por las visitas que importantes jerarcas nazis harían al lugar. A fines de 1944 Karl Brandt (Médico personal de Hitler), Rudolf Höss (comandante del campo de Auschwitz-Birkenau), Josef Mengele (el mismísimo “Angel de la muerte”) y Carl Peter Vaernet (que daba sobrados motivos para ser conocido como el “Mengele danés”) hicieron juntos una inesperada visita para constatar los asombrosos resultados a los que se había llegado procurando extender la vida más allá de lo normal. Estos procesos también eran seguidos de cerca por laboratorios como “Merck”, “Bayer” y otros interesados en pasar por alto los largos y costosos períodos de pruebas que normalmente realizaban y gozar, más temprano que tarde, de beneficios millonarios una vez colocados los nuevos medicamentos en el mercado químico-farmacéutico internacional.
Brandt se acercó a las mujeres y les dijo: “Durante el último año ustedes han recibido un tratamiento especial, excelente. Han comido frutas y verduras muy raras hoy en el Reich (se cree que muchas eran llevadas desde la Patagonia argentina a bordo de submarinos), carnes magras, han tomado vitaminas; fueron tratadas con cremas y una pequeña, y nada dolorosa, inyección. Si recuerdan cómo lucían cuando llegaron, notarán una gran diferencia. Y por si no lo recuerdan, les mostraré fotos de aquellos días”.(3)
Luego, Brandt reveló el secreto. El éxito de los experimentos se debía a “costosas hormonas que, según parece, deben ser prescriptas en dosis muy pequeñas. Ustedes, las que reciben las dosis mínimas, son las que mejor han respondido a nuestro tratamiento. Esa parece ser la clave. Ustedes son una excepción, bajo la conducción del doctor Mengele, entre cinco mil mujeres y otros tantos hombres, contando los campos en donde se realizaron experiencias. Por eso estamos hoy aquí” (…).
Karl Brandt, acusado en el juicio contra los médicos nazis. Foto: Bundesarchiv.
Finalmente, agregó: (…) “Ustedes serán las madres que darán los hijos que Alemania necesita por muchos años. Veinte hijos por cada una de ustedes sería una buena cantidad, y si logramos embarazos múltiples serán hasta cien por madre (...). Ustedes sobrevivirán a la guerra. Nosotros moriremos pronto. Sigan las instrucciones y no discutan con los médicos (Mengele y Vaernet, que lo acompañaban). Bajo ninguna circunstancia quieren hacerles daño. De hecho, ellos responden con sus vidas ante el Führer.” (4)
La mayoría de las mujeres llevadas al curioso spa de Solahuette lograron sobrevivir a la dura experiencia de haber sido convertidas en objetos de investigación de los nazis. Muchas, salieron del lugar con asombrosos resultados en su propia humanidad, demostrado que -en cierto modo- los tratamientos aplicados habían dado buenos resultados. Otras, las menos dóciles y afectadas, se reunieron en grupos vengadores que -tras el final de la Segunda Guerra Mundial- salieron por el mundo a cazar a esos mismos nazis fugitivos. Pero esa es otra historia.
Referencias:
(1) “La fórmula de la eterna juventud y otros experimentos nazis” - Carlos De Nápoli – Grupo Editorial Norma – Argentina – 2009.
(2) Datos tomados del artículo publicado en “The Sunday Times” el 8 de Febrero de 2009, firmado por Daniel Foggo y Declan McGarvey.
(3) “La fórmula de la eterna juventud y otros experimentos nazis” - Carlos De Nápoli – Grupo Editorial Norma – Argentina – 2009.
(4) Ibídem.
Instagram: @marcelo.garcia.escritor
Nota: El artículo no expresa ideología política, solo investigación histórica.
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