La tensión en Medio Oriente se intensifica con enfrentamientos directos entre Irán e Israel. La escalada bélica podría arrastrar a Estados Unidos al conflicto, mientras los líderes mundiales buscan evitar una guerra de consecuencias imprevisibles.
La preocupación en torno a una guerra en Medio Oriente que enfrenta directamente a Irán e Israel, y por ende a Estados Unidos debido a su alianza estratégica de defensa de Israel, es una situación que lleva años en las mentes de los estrategas militares de estas naciones. Pocas veces un conflicto militar se ha estudiado tanto en los distintos tableros militares de diferentes países.
Pocas veces estuvimos tan cerca de que esto finalmente llegara más allá de las amenazas y las discusiones de los especialistas militares y políticos. Pareciera el momento de la tormenta perfecta para algunos de los países involucrados, pero no para todos. Y eso es lo que quizás pueda evitar la guerra tan planeada y al mismo tiempo tan temida.
Durante décadas, Irán construyó su apoyo militar a la distancia con un único objetivo en mente: atacar a Israel. El grupo terrorista Hezbollah y sus milicias en países como Siria e Irak le daban a Irán esa cercanía que la geografía no permitía. Incluso, en todos estos años, el régimen buscó cerrar esa brecha de dos mil kilómetros con la fabricación de misiles cada vez más poderosos.
Fueron años de amenazas y enfrentamientos a través de terceras fuerzas, tanto desde Irán como desde Israel. Ambas naciones se enfrentaron en diferentes territorios de la región y el mundo y de distintas maneras: desde conflictos abiertos, atentados, hasta sus servicios de inteligencia y a nivel diplomático.
Pero lo que está viéndose por estos días es algo nuevo, directo y más peligroso para la región. Desde hace años se afirmaba que los distintos poderes militares eran de una forma determinada de acuerdo a diferentes especialistas militares, pero en la práctica la realidad está devolviendo una imagen diferente.
Luego de la ofensiva militar israelí en la Franja de Gaza, tras el ataque terrorista de Hamas del 7 de octubre del año pasado, el gabinete de guerra del primer ministro Netanyahu decidió enfocar su fuerza militar en la frontera norte de Israel y el sur del Líbano. Los esfuerzos por una visión más clara de lo que ocurrirá en Gaza con la invasión y los rehenes parecen haberse congelado. Si bien los bombardeos y los enfrentamientos con Hamas siguen entre los escombros, Israel decidió golpear a su otro y más peligroso enemigo en la frontera: Hezbollah.
Luego de casi un año de enfrentamientos de bajo nivel, un ida y vuelta constante y ante la presión que los miles de civiles israelíes que debieron dejar sus casas en el norte del país ejercen sobre el gobierno israelí, las fuerzas armadas de ese país decidieron golpear con toda su fuerza a quien en teoría podía hacerle más daño, por su proximidad y por los misiles que durante años Irán le entregó. A partir de la apertura total de un segundo frente, se vio cómo Israel desplegó su superioridad militar contra Hezbollah, ya sea con los servicios de inteligencia y los ataques casi cinematográficos que dejaron en shock la estructura de la organización terrorista, como logrando el asesinato de su máximo líder y eterno enemigo Nasrallah. Y junto a él, la eliminación física de muchos de los altos mandos de la organización terrorista.
Le siguió una invasión por tierra en el Líbano que ya comienza a ver algunos de los costos para Israel en bajas por enfrentamientos directos con este ejército no regular que en el pasado se entrenó combatiendo con el ISIS en Siria.
Pero los frentes abiertos por Israel fueron múltiples, como sucedió con el asesinato del líder político de Hamas en Teherán. Por todos estos ataques, dentro de Irán se debatió la respuesta y finalmente, como sucedió el 13 de abril, Teherán volvió a lanzar un ataque directo contra Israel. El régimen de los ayatollas aseguró que era una manera de responder a los asesinatos de ambos líderes, pero al mismo tiempo la forma de demostrar que mantiene un estatus a nivel regional. Las disputas entre los militares iraníes y la política interna fueron muy duras y parece haberse impuesto la postura de quienes necesitaban demostrar que Irán, con sus misiles (esta vez no hubo drones), podía llegar a todas partes de Israel.
¿Pero con este último ataque con misiles balísticos, Irán mostró su fortaleza o su debilidad? El régimen iraní afirmó que llegó al 80 por ciento de sus objetivos, que anunció fueron bases militares y uno de los lugares más importantes de los servicios secretos en Israel. Sin embargo, Israel y sus aliados estadounidenses y británicos sostienen que, junto a las baterías israelíes, el ataque iraní fue un fracaso. La falta de víctimas al mismo tiempo mostró la capacidad israelí para su defensa, y cómo la fuerza de misiles iraníes no parece haber logrado golpear como pensaban en territorio enemigo.
A partir de ahora, el reloj está marcando el tiempo para lo que será la respuesta militar de Israel. Los militares iraníes advirtieron que si eran bombardeados por los aviones israelíes su respuesta sería mucho más fuerte y esta vez apuntarían a los civiles. Israel le aseguró al régimen iraní que había cometido un error y que pagaría el precio.
En este caso la pregunta no es cuándo será el contraataque israelí, sino cómo. ¿Buscará generar en territorio iraní solo una demostración de fuerza? ¿O esta vez su intención será dañar su economía aún más destruyendo la infraestructura petrolera?
Los escenarios fueron cambiando con el correr de los minutos y esto preocupó a quienes defendieron a Israel del ataque iraní. Estados Unidos está buscando, por primera vez en un año, lograr influir en la toma de decisiones del gabinete de Netanyahu y le pidió en privado y públicamente que no ataque las centrales nucleares en Irán. Para algunos estrategas y políticos israelíes este es el momento, ya que Hezbollah parece haber sido desarticulado. Son voces que piden librar la madre de todas las batallas y finalmente, con los bombardeos a las centrales en Irán, destruir o al menos detener el avance de la nación islámica en materia atómica y su camino hacia la bomba. Pero lo que puede ser el momento justo para Israel no lo es para la administración Biden, ya que esta posibilidad no solo arrastraría a Estados Unidos a un conflicto en el que no quiere participar por ahora, sino además que su país está en plena recta final de las elecciones presidenciales. Cualquier mal movimiento puede inclinar el resultado, de por sí incierto.
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