En una región atravesada por el conflicto desde hace años, dos acontecimientos prometen traer cierta estabilidad en la región, aunque probablemente solo haya espacio para uno.
Por Mauro Labombarda y Matías Tullio
Jueves 5 de Octubre de 2023 - 18:23
En un contexto global signado por el enfrentamiento entre Estados Unidos y China, cuyas consecuencias más visibles van desde la guerra en Ucrania hasta la inestabilidad renovada de África, parecía que, después de un par de décadas, Medio Oriente comenzaba a pasar a un segundo plano dentro del escenario mundial. Sin embargo, dada su posición estratégica y los intereses en juego, es difícil pensar que esta región haya de ser verdaderamente desplazada del tablero geopolítico.
En los últimos días han ocurrido una serie de hechos que quizás lleguen a tener una trascendencia fundamental para la región. Por qué no pensar, incluso, que pueden alterar profundamente la dinámica geopolítica de los últimos años.
Hace algunos meses, China, en un gran movimiento diplomático, logró mediar entre Irán y Arabia Saudita, alcanzando un acuerdo que prometía brindar cierta estabilidad a la región. De hecho, eso inmediatamente alivió la situación en Yemen, desgarrado por una guerra que lleva ya muchos años, razón por la cual su caso más bien muestra similitudes con Libia y refleja lo que parece un Estado fallido.
La jugada china aparenta haber despertado la necesidad de EE.UU. de empezar a recalibrar su estrategia hacia la región. Recientemente se conoció que Arabia Saudita e Israel estarían interesados en normalizar/formalizar sus relaciones diplomáticas (subterráneas durante largo tiempo). Esto no sería con China como garante: ¿a quién se le solicitan garantías? A Estados Unidos. Parece difícil, pero podría ser que tratar de sacarle lo máximo a chinos y nortemaericanos sea la opción elegida por los sauditas. ¿Seguridad estadounidense y dinero chino? ¿Juegan con un pie en cada lado? También es posible que alguna de las dos potencias vea frustrados sus planes. Y la realidad es que en Medio Oriente, por razones obvias, la prioridad suele ser seguridad antes que economía.
Los saudíes, para normalizar las relaciones esperarían a cambio ciertas garantías, intereses concretos del Reino, como la posibilidad de enriquecer uranio bajo supervisión de EE.UU., lo que sería una respuesta a los planes nucleares de Irán; también, de cara al público, no habría que descartar que esto también tenga efectos sobre la cuestión palestina. Hace pocos días una delegación saudí visitó Cisjordania por primera vez en décadas.
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Una normalización de las relaciones diplomáticas entre Israel y Arabia Saudita asupiciada por EE.UU generaría un verdadero reordenamiento del tablero en Medio Oriente. También significaría una merma de la influencia china, justo en el momento en que se estaba conviertiéndo en un actor estratégico. Es, en definitiva, un socio clave para los árabes, un gran cliente de su petróleo.
En paralelo a esto, se produjo hace una semana un intercambio de rehenes de EE.UU a cambio del descongelamiento de fondos iraníes valuados en miles de millones de dólares. ¿Un acercamiento, o un hecho aislado? Es un interrogante saber qué hará Irán si EE.UU. logra cerrar un acercamiento entre Arabia Saudita e Israel. ¿Será el empujón definitivo para sentarlo a la mesa a negociar, o quedará su suerte atada a su sociedad con China?
Otro hito a mencionar es que Bashar Al Assad, presidente de Siria, viajó a China para, según se dijo oficialmente, tratar de obtener fondos para la reconstrucción del país, devastado tras años de guerra. Siria hoy está dividida en áreas controladas por diferentes grupos: terroristas en Idlib, kurdos respaldados por EE. UU. en el este, y el gobierno de Assad con el escencial apoyo ruso en el resto (mayoritario). ¿Busca Assad independizarse de la influencia rusa y estadounidense a través de China? ¿aceptará China desembolsar miles de millones de USD mientras sigan los combates en suelo sirio? Más allá de la sociedad comercial entre China y Rusia, la realidad también es que allí donde han entrado las armas rusas, los negocios chinos han tenido un final amargo. ¿Será diferente esta vez?
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