Cómo es vivir bajo un régimen totalitario, donde las actividades más cotidianas pueden ser penadas con la muerte. La explicación de una especialista en estudios coreanos.
Para entender la manera en la que transcurren los días de los ciudadanos de Corea del Norte es necesario cambiar la forma de pensar que existe en Occidente, ya que nada de lo que sucede en esta parte del mundo es similar en el país asiático.
Muchas de las actividades que aquí son cotidianas, en el territorio liderado por Kim Jong-un ni siquiera son factibles, y podrían llevar a castigos severos y, en los casos más extremos, a la pena de muerte.
Son tales las presiones que ejerce el régimen sobre los ciudadanos que varias personas intentan desertar todos los años, en una aventura llena de obstáculos, cuenta a canal 26, María del Pilar Álvarez, doctora en Ciencias Sociales y magíster en Estudios Coreanos.
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Los más de 33.000 norcoreanos que lograron escapar en el siglo XXI, buscan cruzar a China como migrantes ilegales (existe un acuerdo entre los gobiernos por el que, si son detectados, se los repatría). Una vez en China, generalmente pretenden llegar a Tailandia para, en la Embajada de Corea del Sur en ese país, decir que son desertores.
Cuando ese proceso, que puede llegar a tardar 10 años, ya fue realizado, el consulado los envía a Corea del Sur en búsqueda de una nueva oportunidad de vida tras haber sufrido una década de cruzar Asia sin dinero y sometiéndose a graves problemas, como la trata de personas.
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No solo los residentes deben someterse a la voluntad del líder, sino que las restricciones alcanzan también a los turistas y visitantes. "Cuando uno ingresa al territorio tiene que entregar su pasaporte y olvidarse del acceso a las redes porque allí no hay señal", relata María del Pilar, quien vivió en Corea del Sur por seis años, y visitó Corea del Norte en 2019.
Si bien hay una señal interna, todas las plataformas más populares en Occidente están bloqueadas. Aún con acceso, no es muy aconsejable hacer uso y abuso de las redes: "Hay que tener mucho cuidado respecto a qué mensaje uno manda, qué llamada telefónica uno hace y qué postea porque todo eso pasa por el control del Gobierno", explica la profesora.
Teniendo en cuenta que un detalle menor e insignificante puede ser interpretado como algo en contra del régimen, la especialista tomó la misma decisión que muchas de las personas que visitan el país y prefirió no utilizar redes en su estadía en Corea del Norte para evitar problemas.
Por si fuera poco, "una no puede caminar sola por las calles, hay que estar constantemente con una persona que el Estado designa y funciona como guía turística", cuenta Pilar.
Siguiendo, explica que le pidieron por favor que no se comunicara con la gente en la calle dado que "todo lo que ellos saben del mundo es lo que les dicen las autoridades".
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Una vez en el territorio norcoreano, las curiosidades se multiplican. Por ejemplo, en las librerías no hay material que no esté relacionado con el líder. Todos los libros hacen referencia a la trayectoria y logros de Kim Jong-Un y su familia, cuenta Álvarez.
La misma sorpresa se llevó cuando visitó un vivero y se topó con que hasta las plantas fueron renombradas en honor a los líderes, como la Kimjongilia, una flor similar a la begonia que lleva el nombre del difunto líder norcoreano Kim Jong-il; y la Kimilsungia, una orquídea híbrida nombrada en honor a Kim Il-sung. Ambas flores son una parte integral de la siempre presente propaganda patrocinada por el Estado.
Incluso los casamientos en Corea del Norte están marcados por el Gobierno. La visitante quedó incrédula cuando tuvo la oportunidad de presenciar un evento en carne propia y las pantallas transmitían una película de guerra mientras la pareja celebraba su amor: "Así como uno se puede sentir sofocado por la omnipresencia de los líderes, también puede sentirse asfixiado por la cultura bélica que se encuentra en historietas y donde quiera que uno vaya", dice Pilar.
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Al tratarse de un régimen totalitario, el control sobre las personas es total y "eso se ve incluso estando pocos días en el territorio", comenta Pilar. Desde las comunicaciones, hasta lo que se puede leer y hacer, las restricciones se multiplican y el ambiente que se respira hace pensar que "viven en un mundo paralelo".
En esa forma tan distinta de vivir, Kim Jong-un es respetado como si se tratara de una deidad y hay cuadros con su foto en todos lados: en viviendas, medios de transporte y la vía pública. "Hay que ritualizar un comportamiento de respeto cada vez que uno ve esas imágenes o visita un mausoleo", cuenta.
Las restricciones para visitar determinados monumentos son muchas. La ropa que deben vestir para ingresar a los lugares en los que se alaba al líder, la forma de posar para las fotos (está prohibido darle la espalda a las figuras de los líderes) y la manera de hacer las reverencias... todo el rito está establecido.
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El fundamento de que la población respete las muchas restricciones que existen en Corea del Norte tiene que ver con la violencia y el miedo que forman parte del régimen. Tanto es así que aquellas personas que violan las reglas establecidas tienen sanciones muy duras, como ser enviados a campos de reeducación por décadas, y hasta la pena de muerte.
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