La invasión ucraniana en territorio ruso escaló el conflicto a niveles impensados, desafiando las "líneas rojas" de Putin y generando temores sobre una posible reacción nuclear.
En más de una oportunidad, refranes y dichos transmitidos de generación en generación logran comunicar situaciones y sucesos con pocas palabras. De manera contundente, estas frases nos ofrecen un concepto claro de lo que está sucediendo y sirven para expresar algo más allá del tema en cuestión. En esta ocasión, podría comenzar diciendo que "se sabe cómo comienza una guerra, pero no cómo continúa y menos aún cómo finaliza".
La guerra en Ucrania, a partir de la segunda invasión rusa, la más significativa en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, generó un verdadero shock a nivel global, y por supuesto, en un continente que aún tiene presente lo que significa un conflicto armado.
El tiempo ha pasado desde aquel febrero en que Putin decidió invadir masivamente a su vecino, pese a haber prometido que no lo haría. Rápidamente, quienes aún recuerdan lo que es una guerra, o aquellos a quienes se les ha transmitido ese conocimiento, sintieron un escalofrío recorrer su cuerpo.
También es cierto que el ser humano es un animal de costumbres, y a más de dos años del inicio de esta guerra, muchos se han acostumbrado a verla como un conflicto lejano, una guerra que se libra "allá" en Ucrania. Recuerdo que, estando en Madrid hace un tiempo, hablando con un amigo sobre la guerra, él se refería al conflicto como "una guerra encapsulada", lejos de las fronteras españolas. Nunca compartí esta mirada, ya que desde el primer momento -dado el número de naciones que comenzaron a intervenir de diversas maneras en el conflicto- la consideré una "guerra mundial", obviamente con una dimensión totalmente diferente a los dos grandes conflictos del Siglo XX.
Con el tiempo, mi visión de este conflicto mundial se ha reforzado a medida que más países se han involucrado cada vez más directamente en la guerra. Nadie hubiera imaginado hace tres años que el viejo continente estaría envuelto en una situación de estas características. Lo que era amistad y cooperación con la vecina Rusia se ha transformado radicalmente. De "socios", han pasado a divorciarse y convertirse en enemigos. La vieja matriz ha vuelto a imponerse, como los ríos que, en algún momento, reclaman lo que les pertenece y, con una gran lluvia, vuelven a su cauce natural, arrasando con todo a su paso.
En las últimas semanas, han ocurrido acontecimientos que se consideraban impensables. Los aviones F-16 ya sobrevuelan los cielos ucranianos, los misiles de largo alcance entregados a Kiev por sus vecinos de la OTAN se utilizan cada vez más cerca de la frontera con Rusia, incluso con la autorización de atacar dentro del territorio ruso en determinadas circunstancias.
En el curso de esta guerra, se han sucedido ejercicios nucleares ordenados por Putin, amenazas de atacar a países de la OTAN si intervienen directamente en el conflicto, y varias situaciones que deberían llevarnos a reflexionar sobre lo que está sucediendo día a día. La vorágine diaria no nos permite ver la magnitud de lo cerca que estamos de que el pasado se haga presente.
Hace 11 días ocurrió un hecho que no sucedía desde la Segunda Guerra Mundial: el territorio de la poderosa Rusia fue invadido. Ucrania, en una maniobra militar inesperada y no informada a sus socios de la OTAN, logró entrar con relativa facilidad en Rusia. Con el paso de los días, se supo que no se trataba de milicias, sino del ejército regular ucraniano, llevando a cabo una operación bien planificada, no con unos cientos de tropas, sino con miles.
En poco tiempo, Ucrania pasó a controlar varios cientos de kilómetros cuadrados de Rusia, incluidas aldeas enteras y hasta una de las ciudades más importantes del vecino territorio ruso de Kursk.
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Pero la guerra en el campo de batalla también se libra en los medios de comunicación. Ante la magnitud del avance ucraniano, Rusia, que no ha logrado recuperar la situación con su movimiento de tropas, al menos hasta ahora, envió a equipos de TV estatal para intentar mostrar que estaba ganando la batalla. Por su parte, en el comando central de Ucrania, el presidente Zelenski, junto a sus máximos generales, informaba sobre la creación de un nuevo comando en territorio ruso para administrar las aldeas que habían tomado. Mientras tanto, las imágenes que durante dos años vimos en Ucrania, de civiles abandonando sus hogares con lo puesto, ahora se repetían en Rusia.
Desde Moscú, la TV también mostraba a Putin con sus generales, buscando explicar lo que estaba sucediendo en su propio territorio, mientras el líder ruso guardaba silencio con un semblante sombrío, escuchando atentamente y posiblemente pensando en cómo responder a este ataque de Ucrania.
¿Pero se trata solo de Ucrania? En este momento, debemos detenernos a mirar el conflicto desde la perspectiva del Kremlin y los desafíos que enfrenta Putin, más allá de los datos puros y duros.
Desde que Rusia comenzó la invasión, la OTAN ha proporcionado a Ucrania la ayuda necesaria para enfrentarse a las tropas rusas. Como he expresado en más de una oportunidad, este comentario no pretende valorar si es correcta o no la ayuda que Occidente le ha dado a Ucrania, sino más bien examinar las implicancias de esto en la guerra.
Si Putin decidió ordenar ejercicios militares nucleares y mover armas atómicas a países aliados como Bielorrusia tras el comentario de Macron sobre el posible envío de soldados a Ucrania, ¿qué sucederá ahora, desde su perspectiva, tras esta invasión a su territorio? Esto no podría haber ocurrido sin el uso de las armas proporcionadas por la OTAN a Ucrania.
Hace unos meses, la tensión escaló cuando el entonces canciller británico, David Cameron, autorizó a Ucrania a utilizar sus armas para atacar territorio ruso. Así, algunos misiles fueron utilizados para atacar más profundamente en territorio ruso, destruyendo sistemas de suministro de las tropas enviadas por el Kremlin a Ucrania. Pero lo que sucedió hace más de una semana es muy distinto: tanques y otras armas británicas se utilizaron para llevar a cabo la invasión, así como armas enviadas por Alemania y, probablemente, también por Estados Unidos.
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Mientras la invasión ucraniana se adentra cada vez más en territorio ruso, allegados a Putin comienzan a hablar. A menudo, son la voz del presidente, adelantan lo que pronto dirá el propio Putin. Uno de sus asesores advirtió: "Estamos al borde de una tercera guerra mundial" y agregó que las armas utilizadas son de la OTAN, además de afirmar que los militares estadounidenses y sus socios planificaron la invasión junto con Kiev.
En más de una oportunidad, el presidente ruso advirtió que si la seguridad nacional de Rusia estaba en peligro, utilizaría todas las armas a su disposición para defenderla, en clara alusión al armamento nuclear.
En estos meses, de hecho, la declaración de Macron sobre el posible envío de soldados al frente ucraniano provocó que Putin realizara ejercicios nucleares. Entonces, deberíamos preguntarnos qué podría decidir ahora que Ucrania, con las armas de la OTAN, ha invadido su país y ha dejado al descubierto la debilidad de su régimen militar.
Puede que sea complejo para Putin reconocer que la seguridad de Rusia está en peligro por la invasión ucraniana e incluso podría intentar minimizar lo logrado en su territorio por los ucranianos, pero debemos plantearnos algo: ¿La seguridad nacional de Rusia es también la seguridad personal de Putin?
Si esta es la visión del mandatario ruso, estamos cada vez más cerca de reacciones hasta ahora impensadas por parte del hombre que durante años ha advertido a Occidente que no cruce lo que considera sus "líneas rojas". La invasión ucraniana de territorio ruso ha ido mucho más lejos de lo que Vladimir Putin hubiera pensado que podría suceder.
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