Por Lic. Verónica del Castillo
Martes 2 de Marzo de 2021 - 09:26
La educación en tiempos de pandemia. Foto: cuadro de Guillermo Gallina.
¿Es posible vivir sin grietas?... esas que nombran a las distancias como vacíos insalvables y a las diferencias como irreconciliables; las que habilitan una única manera de pensar, ser y estar en este mundo obstaculizando la posibilidad de diálogo, reflexión y pensamiento crítico…
Hace tiempo que escucho “Presencialidad si - Presencialidad no”, “El año pasado no hubo clases - Los docentes trabajamos todo el año y más” “Nadie aprendió nada - Se pudo aprender y enseñar de otro modo” “Los docentes no quieren trabajar - Fui caminando a la casa de mis alumnos a llevarles la tarea”…
Una vez más como tantas otras, elijo mirar la vida y lo que pasa en ella desde la complejidad propia de cada fenómeno, historizando, haciendo lugar a lo colectivo y a lo singular. Una complejidad que no es lineal, ni la misma para quienes la viven, que no se explica por la causa-efecto; donde pueden coexistir la diversidad, las múltiples experiencias, sin totalitarismos ni certezas que obturan lo diferente… donde no hay una sola mirada posible y una única verdad para acatar; una complejidad donde las cosas no son solo blancas o negras, sino que se dispone de una amplia gama de grises…
El 2020 irrumpió en nuestros hogares, en nuestras aulas, en la sociedad toda y nos revolucionó como nunca antes habíamos pensado… Si miro hacia atrás, veo que los mayores obstáculos en el acceso a la educación, como a tantas otras cosas, tuvieron que ver con diversas cuestiones, entre ellas, la dimensión socio-económica que agudizó las brechas de posibilidades de acceso y las situaciones de vulnerabilidad se ampliaron y visibilizaron con mayor crudeza. La inclusión educativa, que fue una vez más una utopía… si una vez más… porque bien sabemos que muchas veces es un “como si”, donde parece que todo cambia para que nada lo haga… Las raíces son tan profundas que querer resolverla con la presencialidad en la escuela es quedarnos con la punta del iceberg…
Cuidar las infancias es también cuidar a quien se ocupan de ellas, es mirar y escuchar a quienes las acompañan día a día; a las familias y a los educadores como aquellos adultos significativos que ponen el alma, el cuerpo y el corazón en cada acto, en cada decisión, en cada acuerdo y disenso.
Las familias y los docentes hicieron e hicimos lo mejor que pudimos.
Hoy más que nunca necesitan apoyarse mutuamente, escucharse, alojarse, construir una red de contención y sostener un vínculo; logrando acuerdos de cuidado para las infancias y para quienes pasan sus días acompañándolas.
Bien sabemos que nadie elije ser docente para lograr un bienestar económico, ni reconocimiento social… ya que ninguna de las dos cosas, lamentablemente, forman parte de esa labor. Bien sabemos que nadie decide ser madre o padre, para dejar al ser que más ama, en cualquier escuela, de cualquier modo; sino que es una ardua decisión donde se ponen en juego múltiples variables, sentimientos, necesidades…
Nadie más que un docente sabe lo que pasa y lo que no pasa en su escuela, en su aula; lo que es posible, lo que sucede y lo que se dice que sucede… Lo difícil que fue de un día para el otro alojar a los alumnos y a las familias al tiempo de transformar el trabajo conocido a una nueva modalidad que muchos, ni sabíamos usar… Nadie más que las familias, saben lo que le ha costado transitar a cada niño o niña y a ellos mismos, el tiempo de aislamiento y de educación remota, teniendo que mediar entre la escuela y sus hijos, labor que los docentes como profesionales saben hacer, pero que a nosotros nos ha costado bastante… claro… aquellos que tuvieron los recursos para poder sostenerlo… muchos, quedaron en el camino.
Las familias y los docentes han hecho lo suyo con amor y dedicación; cuentan con saberes únicos, maravillosos y necesarios para que la educación tenga lugar de la mejor manera posible, con responsabilidad, compromiso y cuidando la salud… porque seguimos atravesados por una pandemia…
Hacer realidad una nueva escuela, es pensar en la construcción de un nuevo escenario que aloje lo singular y lo colectivo.
Este año 2021, con un recorrido ya transitado, comprometámonos en defender una mirada compleja de la realidad, sosteniendo un análisis colectivo donde la identidad y realidad de cada escuela tenga lugar. Las respuestas únicas para realidades diferentes, son posiciones reduccionistas que sostiene la exclusión en sentido amplio. Construyamos entonces, espacios de diálogo entre las familias y las escuelas, donde pueda circular la palabra y la escucha, sin prejuicios y acompañándose en las decisiones; resignificando lo vivido y dando paso a lo nuevo que vendrá…
Así… algo de lo educativo será posible y las infancias recibirán un mensaje de amor, de acompañamiento y de cuidado; aprenderán que hay un otro con quien contar, un otro que está pensando en lo mejor, dentro de lo posible, para que puedan aprender no solo conocimientos académicos, sino un nuevo modo de hacer y de estar, de convivir respetando las diferencias, donde construcción colectiva es posible y cada cual tiene lugar.
Lic. Verónica del Castillo
Psicopedagoga. Prof. de Ed. Inicial
Diplomada en Psicoanálisis y Prácticas socioeducativas
www.infancias.com.ar
IG @infancias.enjuego