Cristina Kirchner. Foto: NA
Por Sebastián Dumont
El peronismo, acostumbrado a festejar victorias, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, ahora discute quién o quienes son los artífices de una derrota digna. Es una cuestión de expectativas. Como quien va al supermercado en tiempos de alta inflación pensando que va a gastar 10 mil pesos y al final gasta 9 mil. Se siente aliviado, aunque el problema de fondo en nada se ha modificado. Es el problema de quedarse sin referencias. En los precios y en la política. Le pasa ahora al Frente de Todos, donde cada sector interno cree que ser artífice de la recuperación de apenas 500 mil votos de los 2,5 millones perdidos en relación al 2019 en la misma área geográfica.
La paridad en el resultado final de la elección en la provincia de Buenos Aires responde una duda que se había planteado en la campaña y que puede resumirse en un párrafo escrito en este medio hace dos semanas: «Si el Frente de Todos achica o incluso puede dar vuelta los guarismos dependerá de cómo trabajen los intendentes. La tracción territorial será el único camino para domar un malestar que no ha desaparecido desde las PASO.” Finalmente sucedió. En líneas generales las estructuras territoriales funcionaron y empujaron para que el oficialismo pueda celebrar una derrota digna que, de todas maneras, abre un abanico de lecturas y llevarán a una reconfiguración de fuerzas. De todas maneras, no podrá pasarse por alto que en la geografía donde más fuerte se ha hecho el kirchnerismo hay un debilitamiento de su representación.
Los municipios gobernados por el peronismo que mejor elección hicieron, fueron aquellos que no se los puede identificar de pura cepa K. En la primera sección electoral la mayor distancia se dio en Malvinas Argentinas, donde se hace fuerte el actual ministro de infraestructura provincial Leonardo Nardini, incorporado al gabinete de Axel Kicillof con el objetivo de darle mayor injerencia a los jefes territoriales. Igual que Martín Insaurralde, quien desde la jefatura de gabinete se encargó de oxigenar a Intendentes y candidatos “sin tierra”. Uno de ellos, que compitió en la zona oeste del Gran Buenos Aires reconoció: “Todo lo que le pedimos a Insaurralde para la campaña lo cumplió”. No es un dato menor. El hombre fuerte de Lomas - se reunió con Alberto Fernández y Juan Manzur - empezó a construir también su propia estructura desde esta elección. Tiene intendentes aliados en su zona de influencia como es la tercera sección electoral, y aún le resta más volumen en la primera donde cuenta como aliado a Federico De Achaval, el joven alcalde de Pilar. Otro de los que mejoró entre la PASO y la elección general.
“El humor social no cambió de forma sustancial desde setiembre a esta parte, ¿por qué el resultado sería distinto?” coincidían la mayoría de las fuentes consultadas con contactos directos en los territorios. A la respuesta se le puede adicionar una cuestión que venía siendo planteada desde este mismo espacio hace varias semanas. Iba a ser clave el nivel de compromiso que tomara cada intendente en el despliegue para ir a la búsqueda de quienes no votaron y convencerlos para que lo hagan. Primer ejemplo por qué cada cual atiende su juego. Hubo diferencias a lo sucedido en las PASO.
Todos han trabajado, incluso los movimientos sociales, en el peinado del padrón a los fines de saber quienes no fueron a votar y los llevaron. Los que no habían contratado autos sí lo hicieron y aquellos que lo habían hecho lo reforzaron. Para los jefes comunales, ganar sus distritos, es clave para la discusión que ya se ha iniciado en la reconfiguración de las coaliciones. Las medallas de combate, para los barones, son el triunfo y, sobre todo, la diferencia que obtengan. Son sus cartas de presentación. La llave que hace sonar sus teléfonos con mayor o menor intensidad.
El domingo a la noche se apilaban en los celulares la información que llegaba de distintos distritos. “Arrasó el Peronismo en Malvinas Argentinas”, “En Merlo la lista de Gustavo Menéndez ganó por 15 puntos”; “Rotunda victoria de la lista de Ariel Sujarchuk en Escobar”; “Mayra Mendoza: Teníamos que construir una victoria y lo logramos, ganamos”; “José C. Paz: Con una amplia diferencia, Ishii consolida su liderazgo y suma la 39 victoria consecutiva”. La lista sigue. Conclusión: Los intendentes del Frente de Todos querían dejar claro que ellos fueron los artífices de la recuperación de los votos. Incluso le reconocen a Massa haber acercado a la campaña a Antoni Gutierrez Rubí y su campaña positiva del SI.
"Se trabajó entendiendo el resultado de las PASO y el enojo de mucha gente que en 2019 nos había acompañado, con todos los intendentes movilizados para hablar con los ciudadanos”, afirmó Leonardo Nardini. En esa misma línea, Gabriel Katopodis, ministro y jefe político de San Martín fue por la misma línea: “en la PASO perdimos por cuatro puntos y medio, pero hubo una reacción de todos como militantes". "Habíamos perdido la calle, porque la pandemia nos había metido en las casas, pero volvimos al mano a mano; la clave fue volver a conversar con la gente”.
No parece ser la misma mirada que tienen en la cercanía de Axel Kicillof. Su jefe de Asesores adjudicó la suba de votos a la gestión de su amigo: "Desde las PASO cambió el humor social y eso tiene que ver con el avance de la vacunación, que nos llevó a una vida más normal; el hecho de tener medidas de cuidado más laxas en esta elección permitió mayor celeridad y que la gente vaya en un número más alto”. Por lo que se ve, las heridas del desembarco de los jefes comunales en el gabinete provincial aún no cerró.
En los días transcurridos entre la elección y el acto que preparó el gobierno para recordar el 17 de noviembre comenzó a crecer un reclamo entre intendentes y gobernadores. En 2023 las candidaturas deberán resolverse en las elecciones primarias, de la misma forma que lo hizo Juntos por el Cambio. El mensaje, por ahora en nacimiento, asoma como el primer atisbo de rebelión a la figura de Cristina Kirchner. Su propia voluntad para imponer candidatos ya no será suficiente.
Juntos por el Cambio se consolida como una fuerza nacional. El “cristinismo” se reduce a una fuerza sólo del Gran Buenos Aires. El peronismo tiene la palabra sobre su propio destino. Y nunca hay que subestimarlo. Aunque lo hayan llevado a morder el polvo de su peor derrota.