Alexei Navalny, en juicio en su contra. Foto: Reuters.
Por Manuel Castro
¿Qué tan poderosos son los poderosos que gobiernan las naciones? ¿Llegan a esos puestos por el voto o son bendecidos por los verdaderos dueños del mundo, que los ven como buenos candidatos y que por medio de grandes campañas logran convencer a los ciudadanos para que los voten? De ser así llegan al poder con deudas que serán pagadas por los pueblos. Una especie de pacto con el diablo. Es decir, ellos hacen el pacto y nosotros lo pagamos.
La necesidad de democracia y de derechos llevó a la denominada Primavera Árabe, manifestaciones populares que comenzaron en Túnez el 17 de diciembre de 2010 cuando un vendedor ambulante de nombre Mohamed Buazizi, se inmoló a lo bonzo como forma de protesta. Ahí comenzó todo, primero en Túnez. Finalmente Ben Alí tuvo que dejar el poder y el país.
Después de Túnez, las protestas se extendieron a Egipto, Libia, Siria, Yemen y Argelia. Hubo algunos cambios parlamentarios en Omán y Bahrein. En Catar y en Emiratos no hubo manifestación alguna. Esta inestabilidad fue aprovechada por las potencias, pero solo en Túnez hubo cambios de verdad. En los otros países, no.
En los últimos años ha habido manifestaciones populares en distintos estados de diferentes continentes. Las razones de las quejas ciudadanas contra la casta política y contra los gobernantes estaba (y sigue estando) más que justificada. En un principio parecían espontáneas pero por el modo en que se realizaban no tenían ese “sabor” de lo espontáneo, denotaba organización y sobre todo financiamiento. El nuevo sistema para demoler gobiernos es llamado no violento, aunque se use la violencia.
Toda revolución reclama justicia, pero también puede servir a intereses que en primera instancia no llegan a verse.
Los grandes titiriteros saben cómo manejar a las masas. Un ejemplo de esto son las denominadas Revoluciones de Colores.
Esta clase de revolución ha sido definida como un tipo de acción no violenta como la consignó en su libro Gene Sharp (Cómo librar la lucha no violenta). Sharp señala que “no todos los conflictos son iguales, algunos son mucho más importantes que otros, y en algunos conflictos los temas de disputa son más difíciles de resolver de manera aceptable que en otros conflictos”.
En los conflictos de importancia limitada se puede alcanzar algún tipo de solución. Pero aún en estos conflictos el grupo que protesta debe tener metodologías como para presionar. Es diferente con los conflictos agudos. Estos se libran por ideales de libertad, religión, restablecimiento de la democracia, etc. Aquí ya no es tan pacífico.
Cabe recordar que si bien las manifestaciones pueden tener un reclamo justo pueden ser fogoneadas por personajes o sectores que se aprovechan de esos movimientos para lograr otros fines. En eso hay que estar muy atentos.
Estas revoluciones comienzan con protestas y manifestaciones para convencer al resto de la ciudadanía de lo ilegítimo del poder y la necesidad de formar un movimiento antigubernamental. También es fundamental el desprestigio de las fuerzas de seguridad y llevar a cabo disturbios, sabotajes, huelgas, etc. Todo el trabajo llevará a que el gobierno en cuestión llegue a ser derrocado de forma no violenta.
A partir del 2000 regiones de Europa del Este y de Asia fueron escenarios de protestas “pacíficas” contra gobiernos a los que se acusó de autoritarios. También ha habido manifestaciones contra gobiernos democráticos.
Mencionaré algunas de las llamadas Revoluciones de Colores:
La Revolución de las Rosas en Georgia en el año 2003.
La Revolución Naranja en Ucrania en el año 2004.
La Revolución de los Tulipanes en Kirguistán en el año 2005.
También en manifestaciones “feministas” y de otro tipo.
Todas fogoneadas.
No hablaré de las manifestaciones en Bielorrusia sino lo que está ocurriendo en la propia Rusia con el caso Navalni, un gran opositor al presidente Putin o quien después del intento de envenenamiento ha sido elegido o se ha erigido como “el adversario político”. Los futuros dirigentes se moldean en “ciertos lugares” y después son presentados a la sociedad, que compra el paquete.
No negaré que Putin es un autócrata, como lo fue el Zar o Stalin, pero cada pueblo tiene el sistema de “democracia” que más se le parece. Todo se amolda a la idiosincrasia de cada pueblo. Es por eso que Putin dirige Rusia, Xi en China (que no es una democracia sino una dictadura) y el impresentable de Pedro Sánchez en el Reino de España.
Detrás de estas manifestaciones hay ONGs con una impresionante ramificación de telaraña como la Open Society y la diplomacia estadounidense. El dueño de la Open Society tiene la maldita costumbre de creer que el mundo debe ser como a él le gusta y eso lo ha llevado a enfrentarse a Putin y a Trump. Pero también está vinculado a sectores secesionistas como ocurrió en Cataluña y de otros países del Viejo Continente. Eso sin contar el sablazo que le dio al Banco de Inglaterra. Se “ganó” mil millones de dólares en un día. ¿No es maravilloso? La idea es debilitar política y económicamente a Europa, cosa que no parece ser muy difícil. Hasta el presidente de Turquía lo ha acusado de estar detrás de las protestas del año 2013. Debo creer que en ciertos niveles gubernamentales las informaciones que se manejan son confiables.
Por lo tanto no sería nada raro que hubiera algún tipo de ayuda de ciertos autodenominados filántropos, algunos con un pasado criminal durante la Segunda Guerra Mundial o capitalistas dueños de bancos que den su aprobación. Ocurrió con la revolución que hizo Lenin que fue apoyado por bancos europeos y yanquis. ¿O todavía hay alguien que crea que la Revolución Bolchevique fue nacional y popular?
También se apoyan movimientos feministas, de inmigrantes ilegales, aborto y un largo etc.
Volviendo al tema ruso, Navalni volvió a su país después de estar cinco meses en Alemania recuperándose del envenenamiento. Inmediatamente fue arrestado. Fue condenado a un mes de prisión mientras se espera la sentencia definitiva.
Después de las protestas del sábado (23 de enero) pasado la policía rusa desplegó a sus hombres y produjo arrestos desde el hermano del Navalni, Oleg, hasta a su esposa Julia. Además se abrieron causas penales contra muchos de los detenidos.
Putin calificó de terroristas a los organizadores de las protestas sobre todo por poner en primera fila a menores de edad.
Y las cosas con los Estados Unidos de Biden no parecen estar muy bien ya que la legación diplomática publicó el itinerario de las manifestaciones del sábado 23 de enero en cada una de las ciudades rusas donde iban a tener lugar. El gobierno ruso entendió esto como una intromisión en sus asuntos internos y el ministerio ruso exigirá explicaciones.
Putin señaló que se está viviendo una situación similar como en los años treinta antes del comienzo de la Segunda Guerra. La epidemia ha exacerbado los conflictos y se trata de buscar enemigos para justificar sus políticas geoestratégicas.
También habrá duras sanciones contra Facebook , Instagram, Youtube, Twitter, Tik Tok y Vkontakte por haber incitado a menores a ir a la marcha.
Durante este último fin de semana de enero hubo manifestaciones convocadas en 200 ciudades. Los detenidos son 5.646. Todas ellas exigiendo la liberación de Navalni.
El tema interno está caliente o pretenden que lo esté. Pero sería tonto creer que Putin no tiene el control absoluto de la situación.
Ahora la Fiscalía quiere que Navalni cumpla de manera efectiva sus tres años y medio de cárcel preventiva pero de manera efectiva. Su esposa Julia y su hermano Oleg deben pagar una multa de unos 20 mil rublos (un poco más de 230 dólares yanquis) por participar en manifestaciones no autorizadas. Pasa también en occidente.
Reitero, Putin podrá ser un “autócrata constitucional” pero por otra parte habría que estar seguros que Navalni es trigo limpio, y si lo fuera, sería una oportunidad democrática; de lo contrario toda elección, para la ciudadanía, será una falacia.