Juli, Beto y su gatita Titi se lanzaron a la travesía en 2018 y pasaron el año previo al coronavirus por diferentes puntos de nuestro país, conociendo gente y disfrutando de una historia de vida sin barreras. Curiosidades, sueños y mucho camino por recorrer cuando se termine la pandemia.
Juli, Beto y un camino sin barreras en su camioneta, Foto: Agustín Carrizo @aguslingals
Por Matías Greisert
Tw: @MatiasGreisert
Se conocieron en 2014 y desde el 2018 comparten una travesía que parece no tener barreras, con un objetivo final: llegar a Alaska en camioneta.
Juli y Beto, junto a su gatita Titi, son los protagonistas de esta historia de amor y aventura que los hizo recorrer nuestro país de punta a punta, siempre dentro de su camioneta Volkswagen Transporter del año 1998 que tienen equipada como su hogar.
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“El viaje inició el 8 de septiembre de 2018 desde la Ciudad de Buenos Aires. Primero fuimos al Litoral, subimos hasta Misiones, luego decidimos bajar para cruzar toda la provincia de Buenos Aires e hicimos la ruta 3 hasta Ushuaia. Allí visitamos el sur de Chile y durante todo el 2019 estuvimos subiendo por la ruta 40 hacia Jujuy. Allí, por diciembre del 2019, decidimos ir a trabajar por la temporada de verano a la Costa Atlántica y estuvimos allí hasta que comenzó la pandemia de coronavirus”, iniciaron su relato.
En medio de tantos paisajes y kilómetros, la licenciada en Hotelería y Turismo y el licenciado en Administración coinciden en que lo que más valoran es el contacto con la gente: “Durante todo el viaje nos encontramos con muchas personas que nos recibieron de la mejor manera, nos llevaban a sus casas y nos contaban de sus vidas”.
Juli, Beto y un camino sin barreras en su camioneta, Foto: Agustín Carrizo @aguslingals
A la hora de la rutina y pagar los gastos, los integrantes del proyecto Vuelta por América cuentan su experiencia: “La camioneta está equipada con cocina con un horno, que funciona con una garrafa de diez kilos. En cuanto a la comida, tenemos una idea de viaje muy austera así que no salimos a comer sino que cocinamos en la camioneta. En cuanto a los gastos, nos arreglamos con ahorros por algunos momentos, luego vendimos comida o artesanías y hemos hecho intercambios de trabajo. Igualmente, en nuestra experiencia, podemos decir que viajando se gasta mucho menos que estando en un lugar fijo. Mucho de los gastos tienen que ver con el combustible así que si estás parado un mes en un lugar, se reduce mucho el gasto de dinero. En el último tiempo lanzamos un proyecto de venta de frutos secos que llama VueltaporAmérica.market, que nos sirve como otra entrada de dinero”.
La camioneta se volvió su hogar desde ya hace tiempo pero todo se inició en 2016, cuando la compraron, y comenzaron a acondicionarla para el viaje: “Tiene todo lo que necesitamos: una heladera, una cocina, la cama que se hace sillón, nuestra energía es renovable, ya que tenemos unos paneles solares con lo que alimentamos todo lo que tiene que ver con batería o mismo la heladera, un baño químico, tenemos cierta forma de bañarnos en la camioneta pero también en otros casos recurrimos a las duchas de las estaciones de servicio o gente que nos va invitando y nos ofrecen ducharnos o lavar ropa. Somos muy autosuficientes así que podemos viajar sin tener que parar. Estamos muy cómodos con la casa pero siempre le estamos haciendo reformas o mejoras”.
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Dejaron sus trabajos en relación de dependencia y salieron a la ruta a conocer el país con un sueño. Allí vivenciaron anécdotas que hoy se vuelven un recuerdo gracioso pero que se presentaron como una dificultad en su momento. “Una vez en Río Negro, en la vía costera que se llama Ruta 1, hay una zona, pasando Viedma, que se llama Bahía Creek y conecta con San Antonio Este. Esa ruta generalmente está cerrada porque hay muchas dunas por el viento. El día anterior nos habían dicho que el camino estaba bien, que podíamos llegar a pasar y decidimos arriesgarnos e ir sabiendo que nos podíamos encontrar con cualquier cosa. Llegamos a un punto en el que el camino tenía una duna de un metro y medio por encima, lo que nos hacía imposible seguir. En ese momento, vimos que justo estaba trabajando personal de vialidad, despejando el camino. La única opción que teníamos era que, con el tractor, nos enganche y nos pase por encima de la duna. Y así fue. La camioneta estuvo barrenando un ratito, con el volante incontrolable, pero lo importante es que pudimos seguir”.
Con mucho camino por recorrer, Juli y Beto no se obsesionan con el final sino que se entusiasman con el desarrollo: “Alaska es el punto más alto al que podemos llegar comenzando de Argentina pero nuestra meta no es ciegamente llegar a dicho punto sino todo el recorrido que hay hasta llegar a Estados Unidos. Tenemos muchísimas ganas de recorrer Latinoamérica y llegar ahí sería un objetivo de fin de etapa. Sería demostrarnos que podemos pero no sería el cierre definitivo porque después tenemos que bajar. No podemos ni siquiera visualizarlo porque nos quedan muchos caminos y paisajes por conocer en el continente. Sin embargo, estamos pensando en cuando podemos volver a salir porque nos quedan muchos kilómetros por recorrer”.
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