Varios casos recientes de la historia argentina demuestran que de poco y nada sirven las coaliciones momentáneas, que reúnen bajo el mismo techo a sectores que -en la inmensa mayoría de los casos- tienen posturas e ideas muchas veces irreconciliables. Será la hora de enmendar errores no forzados y corregir el rumbo por el bien de la Argentina en peligro.
Otra grieta en la Argentina: las coaliciones de Gobierno.
No es la primera vez que una coalición de gobierno naufraga en la Argentina, sin embargo todos y cada uno de los dramáticos casos previos no han servido de lección. Tal vez sea el mejor modo de comprobar -de manera dura y concreta, en carne propia- la poca cultura cívica que tenemos y que -en definitiva- nos pinta de cuerpo entero a la hora de decidir los destinos de nuestra Patria. Es cierto que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero lo de los argentinos definitivamente ya es demasiado. Un triste récord difícil de igualar.
Bien es sabido que desde hace muchos años en la Argentina se vota -lisa y sanamente- para volar del gobierno a quién ostenta el poder, antes que privilegiar los auténticas convicciones, ideas políticas o incluso ilusorios ideales. Claro que ese modus operandi de gran parte de la sociedad, posiblemente sea directa responsabilidad de una casta política que solo se ha empeñado en sacar provecho personal y réditos, en lugar de predicar con el ejemplo y las buenas acciones en pos del bien común.
De golpe en golpe y decepción tras decepción, la Argentina se ha convertido en un país en el que los votantes son poco menos que "eliminadores seriales" de funcionarios y gobiernos que caen en desgracia, mientras que los votados se las arreglan perfectamente para cabildear, organizar intrigas palaciegas, e incluso para camuflarse lo más efectivamente posible y reciclarse (con la más absoluta dureza de rostro) a la vista de los demás.
Y no hace falta hacer nombres propios, ni tampoco mencionar a los -casi ya inexistentes- partidos políticos a los que pertenecen o al que alguna vez han integrado. ¿O es que sí hace falta refrescar la memoria con algunos casos representativos de esas coaliciones que -de una u otra manera- se transformaron en insondable grieta?
Allí estuvo el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI), una alianza electoral argentina formada en 1972 por el Partido Justicialista con el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), el Partido Conservador Popular, y el Partido Popular Cristiano (PPC), una de las dos facciones del Partido Demócrata Cristiano.
En 1997 la UCR y el FrePaSo conformaron la Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación. O el caso del tristemente célebre 17 de julio de 2008, cuando el famoso voto "no positivo" contra la resolución 125 que establecía retenciones móviles para las exportaciones de origen agropecuario, dio origen a una crisis sin igual. Luego la alianza Cambiemos, que ganó las elecciones en 2015 y que claramente demostró cómo el PRO dejó de lado a sus socios de la UCR. Y ahora... ahora lo del Frente de Todos (que parece no ser tan "para todos").
Tampoco cabe la excusa de que cambiaron o que volvieron para mejor. Así, (muchas veces auto engañados) entramos en un espiral descendente que nos lleva directo a un infierno de errores no forzados consumando una de las más grandes tragedias de la Argentina.
En parte, esto es posible gracias al sistema político electoral imperante en el país, que permite crear de la nada agrupaciones políticas que (muy lejos de ser fundadas entre gallos y medianoche para el bien de la gente común) tienen como principal y único objetivo el de perpetuar en puestos ejecutivos a los mismos (y mismas) de siempre, que se juntan solo con fines electorales momentáneos, sin ni siquiera tener en cuenta la posibilidad de dar formas a un proyecto de país sostenible en el futuro. La famosa coalición.
Y como tantas otras veces, la pregunta del millón: ¿Para qué sirven las coaliciones políticas? y más: ¿Sirven?
Habrá que serenarse, parar la pelota y pensar, simplemente pensar. Sucedió en el pasado reciente y también un tiempo atrás. Pasa en este complicado presente y depende de quién vota para que -lo mismo- no vuelva a pasar nunca más. ¿Tanto le cuesta a la Argentina no aceptar mansa e ingenuamente, una y otra vez, espejitos de colores a cambio de políticas de verdad?
¿Será posible que no veamos que dos o tres "pillos" se juntan para sacar ventaja sin importarles ni un rábano los demás? Una cosa es el disenso y la pluralidad de ideas dentro de un espacio, y otra muy distinta es el reunir distintas corrientes ideologicas en una misma bolsa para que se dediquen a aplastar al otro, peleando por pelear. En el medio está la gente. Desde el llano todo se ve idílico y prometedor. Sonrisas y abrazos encolumnan a las masas detrás de una eterna e inalcanzable ilusión. Pero tras los pesados cortinados del poder, los perfectos candidatos, esos seres elegidos por el Pueblo, muestran las uñas y siempre -pero siempre- el que más pierde es quién los votó.
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