Semanas de enormes movimientos políticos marcan la agenda de un Medio Oriente que busca romper con su imagen de región convulsionada.
El presidente de Siria Bashar al-Assad y el presidente iraní Ebrahim Raisi. Foto Reuters.
Medio Oriente, una de las regiones más golpeadas por los conflictos armados, empezó durante las últimas semanas un proceso de pacificación y normalización general de vínculo entre países, observado mu de cerca por la comunidad internacional.
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Desde el mes de marzo el Medio Oriente no deja de sorprender con una amplia cantidad de acuerdos y de decisiones políticas que parecen reorganizar el tablero regional.
Todo comenzó a inicios de marzo, cuando de manera sorpresiva para muchos países, Irán y Arabia Saudita - dos enemigos históricos en la región - dejaron sus diferencias de lado para sellar la normalización de sus relaciones bilaterales, rotas desde hacía varios años.
En aquel entonces, llamó poderosamente la atención que, además de los ministros de asuntos exteriores de Irán y Arabia Saudita, estuviera una delegación de China, que operó como mediadora y nexo entre las dos partes. Con esa acción, China demostró que efectivamente busca ocupar ese vacío regional que Estados Unidos abandonó tras su precipitada retirada de Afganistán en 2021.
China demostró que efectivamente busca ocupar ese vacío regional que Estados Unidos abandonó tras su precipitada retirada de Afganistán en 2021.
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En el sentido económico, estos movimientos provocaron un acercamiento claro de Arabia Saudita hacia China, distanciándose de Estados Unidos, su histórico mentor.
Los saudíes ingresaron a la Organización de Cooperación de Shanghai, que agrupa a varias de las principales economías asiáticas, y dejaron muy en claro su deseo de sumarse a los BRICS en breve.
Como consecuencia política inmediata en la agenda internacional, Arabia Saudita propuso su primera reunión oficial con las milicias hutíes de Yemén. ¿Por qué fue relevante esa reunión? En primera instancia porque Yemén se encuentra en guerra desde 2014 con dos bandos bien definidos: el gobierno yemení (con apoyo de Arabia Saudita) y las milicias hutíes (con apoyo de Irán). Con el nuevo acuerdo entre Irán y Arabia Saudita, la ecuación cambió también para Yemén.
Por primera vez, luego de nueve años, el gobierno de Yemén, y su pueblo, ven la posibilidad de poner fin a un dramático conflicto con escasa cobertura general.
Cancilleres de la Liga Árabe. Reuters
En segunda instancia, porque se alcanzó un alto al fuego temporal, y se iniciaron tratativas formales entre las partes enfrentadas, para conseguir un acuerdo de paz definitivo. Por primera vez, luego de nueve años, el gobierno de Yemén, y su pueblo, ven la posibilidad de poner fin a un dramático conflicto con escasa cobertura general.
Por otro lado, Arabia Saudita inició un proceso de normalización de sus vínculos con Siria, otro país en guerra, solo que desde 2011. En aquel entonces, el gobierno de Bashar al-Assad en Siria, fue aislado internacionalmente, con el fin de provocar su caída en el marco de la Primavera Árabe. Mucha agua corrió bajo el puente desde entonces y Assad no solo no cayó, sino que se fortaleció con los apoyos directos de Rusia e Irán.
La gente se para cerca de los carteles que representan al presidente de Siria, Bashar al-Assad, en Damasco. Reuters
Por esa misma razón, el gobierno saudí, en el marco de sus acuerdos con Irán, inició una etapa de normalización con un socio clave de Teherán: Siria. Así, al anuncio de la normalización siguió el anuncio de la reincorporación de Siria a la Liga Árabe, el bloque geopolítico y de cooperación árabe por excelencia, dónde Siria estaba suspendida desde hacía varios años. Al apoyo de Arabia Saudita se sumaron los votos afirmativos de otros países, entre ellos Egipto, uno de los países con mayor gravitación en el mundo árabe.
El reingreso de Siria a la Liga Árabe es un hecho relevante fundamentalmente porque confirma que la comunidad árabe, al menos, vuelve a otorgar a Assad el reconocimiento del gobierno legítimo de Siria, y encamina una salida política al aislamiento que aplicaron sobre ese país por tantos años.
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Por otro lado, Turquía también quedó en medio de estos movimientos políticos de Medio Oriente. El gobierno turco tiene aún presencia militar en el norte de Siria, lo que condujo a qué las relaciones entre Siria y Turquía se hayan roto por completo hace un década. Con los auspicios de Rusia y de Irán, hace tan solo dos semanas, se produjo la primera cumbre cuatripartita entre representantes de los gobiernos de Siria, Turquía, Rusia e Irán, con el objetivo de normalizar las relaciones entre Damasco y Ankara.
En el primer encuentro, Siria dejó en claro que un requisito para la normalización total es la salida de las tropas turcas de suelo sirio, aferrándose al derecho internacional. El gobierno turco aún analiza el caso, pero ha dado algunas señales que muestran cierta voluntad de revisar su estrategia en Siria. Una salida turca de ese país pondría fin definitivamente al conflicto.
El presidente turco, Tayyip Erdogan, se dirige a sus seguidores.
Muy importante será la elección del próximo domingo en Turquía, dónde el oficialismo - encabezado por Recep Erdogan - intentará retener el poder. Desde su gobierno aseguran que el proceso de normalización con Siria está en curso y que un cambio de gobierno podría alterar el proceso. Sin embargo, el opositor principal, Kilicdaroglu, confirmó que no solo seguiría con las negociaciones sino que ordenaría la retirada inmediata de las tropas turcas en Siria. Pugna discursiva y política en tiempos de una campaña electoral muy polarizada, y seguida de cerca por todas las potencias.
Cómo fuera, los últimos movimientos geopolíticos de la región, por reconciliaciones y potenciales acuerdos, prometen darle un lugar protagónico al Medio Oriente, en plena reconfiguración global.
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