Los líderes de 14 facciones palestinas se reunieron en Beijing la semana pasada, en una muestra de voluntad de reconciliación y para formar un gobierno de unidad.
La tensión global no cede espacio en Medio Oriente. La alternancia de momentos de diálogo con una nueva ronda de enfrentamientos se viene repitiendo con regularidad, con la posibilidad siempre cierta –a veces más lejana, a veces, como ahora, más cercana-, de que la situación se salga completamente fuera de control y estalle una guerra general en la región.
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El último gran intento de llevar paz a la región pareciera terminar nuevamente en un rotundo fracaso. El 23 de julio pasado se reunieron en Beijing 14 facciones palestinas, entre ellas Hamas y Fatah, las más relevantes, para acordar el comienzo de un proceso de reconciliación que incluiría formar un gobierno de unidad que permita abordar el conflicto con Israel de una mejor manera.
El eje central, para China, no es darle apoyo a la causa palestina, sino tratar de encontrar la manera de terminar el conflicto en Medio Oriente. Lograr la unidad entre palestinos para negociar las condiciones de forma unificada podría ser una señal hacia Israel de que hay así posibilidades de negociar sobre bases sólidas.
Terminar el conflicto, para Beijing, supondría lograr tres cuestiones de gran valor geopolítico:
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Sin embargo, la iniciativa no parece haber resultado exitosa. Pocos días después de la cumbre en la capital china, fue asesinado el líder de Hamás mientras se encontraba en Irán, hecho que se atribuye a Israel.
A partir de allí, nuevamente ha comenzado a aumentar la tensión dado que Irán amenazó a Israel con represalias por este hecho, y en consecuencia EE. UU. ha decidido reforzar su presencia militar en Medio Oriente, especialmente las ubicadas en el Golfo Pérsico y el Golfo de Omán, en el medio de los cuales se encuentra el Estrecho de Ormuz, la yugular del petróleo. Un problema en esta región tendría serias consecuencias a nivel global.
Debemos recordar que, de todas maneras, la actitud estadounidense de reforzar sus tropas en la región no es nueva. Lo hizo en el mar Rojo cuando comenzaron los ataques de los hutíes, aunque sin tanta suerte en esa ocasión. Lejos de frenarlos, los hutíes se envalentonaron y han atacado durante meses los cargueros que pasan por el mar Rojo, ocasionando su desvío por rutas más largas y, por tanto, más caras. ¿Funcionará la disuasión en este caso, o será que nuevamente la presencia de tropas norteamericanas motive a algún actor a escalar la situación?
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