Una ruptura amorosa puede afectar nuestra mente y nuestro cuerpo por igual. Si bien el camino hacia la recuperación no es fácil, es posible sanar y seguir adelante.
Nadie muere por un corazón roto… dicen por ahí, sin embargo, los malos amores se sufren, se lloran y se duelan. En la etapa de enamoramiento, se idealiza a la otra persona, a la que se la llega a considerar como sinónimo de perfección. Cuando las ilusiones se rompen y los sueños compartidos se esfuman, un vacío en el pecho se hace visible. ¿Cómo superar un mal de amores?
Este 29 de julio se conmemora el Día Internacional del Mal de Amores, fecha en donde se hace visible el sufrimiento emocional que se da en las relaciones que no prosperan. Aunque resulte algo extraño, los efectos del desamor son reales y profundos, llegando incluso a impactar sobre nuestra salud física y mental.
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Según la Asociación Americana de Psicología, el amor es una emoción compleja que involucra fuertes sentimientos de afecto, ternura y sensaciones placenteras ante la presencia de una persona. “Si bien tiene un significado universal, el amor como sentimiento lo vivimos subjetivamente de millones de maneras, dependiendo de cada persona y de cómo aprendimos qué es el amor”, explica la licenciada en psicología y especialista en vínculos, Sol Buscio.
Como cualquier proceso, el amor consta de distintas etapas, aunque, como se mencionó, sus raíces se encuentran en la infancia. Todos venimos con una experiencia de base que generalmente tendemos a repetir y buscar en nuestra vida adulta.
Luego, es la propia vida la que va “creándonos” como personas. "A medida que vamos teniendo esas experiencias, vamos moldeando nuestro estilo y nuestra forma, y la vamos trasladando a las personas que llegan a nuestras vidas", añade la especialista. Sin embargo, no todo es color de rosas y, tarde o temprano, aparece el desamor.
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Cada ser humano es un mundo y, por ende, su experiencia con respecto a una ruptura amorosa varía de un individuo al otro. Cuando las cosas no salen de acuerdo con lo esperado y los sueños en conjunto se derrumban, aparece “la angustia, la desmotivación y la desesperanza”, enumera Buscio.
Según la licenciada, cuando esto tiene lugar “el individuo entra en un proceso de duelo”. “Hay quienes pasan por el enojo, hay quienes caminan por la angustia o la negación. Hasta llegar a la aceptación hay un largo trecho”, comenta. Se trata de sentimientos que son normales y que forman parte del proceso de curación.
Al principio, puede resultar difícil aceptar que la relación llegó a su fin. La negación actúa como un mecanismo de defensa que amortigua el impacto inmediato de la pérdida. Durante esta etapa, las personas pueden aferrarse a la esperanza de una reconciliación y evitar confrontar la realidad de la situación.
“Aparece la fantasía y la ilusión”, suma Sol Buscio. Quedamos perdidos en el qué pudiera haber sido si las cosas se hacían de otra manera. Nos centramos solamente en la pérdida, sin poder mirar más allá.
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El “mal de amores” no es una simple metáfora. Investigaciones recientes demostraron que el dolor emocional asociado con el mal de amores activa las mismas áreas del cerebro que el dolor físico. Esta conexión explica por qué una ruptura amorosa puede ser tan devastadora.
Durante una relación amorosa, el cerebro libera una combinación de neurotransmisores y hormonas como la dopamina, la oxitocina y la serotonina, que generan sentimientos de felicidad, apego y bienestar. Cuando la relación termina, estos niveles químicos tienden a disminuir drásticamente, provocando síntomas similares a los de la abstinencia de una droga. Esto puede generar ansiedad, depresión y desesperación.
El estrés que genera esta situación se hace escuchar. La ruptura puede desencadenar la liberación de cortisol, la hormona del estrés, que en niveles elevados puede afectar negativamente al sistema inmunológico. Esto puede hacer que la persona sea más susceptible a enfermedades.
La ansiedad, combinada con el estrés, puede llevar al insomnio y a la pérdida de apetito. Estos cambios pueden tener un impacto significativo en la salud general, exacerbando aún más el sufrimiento emocional.
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El mal de amores es una experiencia dolorosa, que afecta tanto a nuestra mente como a nuestro cuerpo. Durante este proceso, que no se da de un día para el otro, “hay que tenernos paciencia y escucharnos, buscar apoyo en nuestros seres queridos, hablar cuando lo necesitemos, intentar hacer cosas que nos saquen, no quedarnos permanentemente machacándose con lo que pasó”, enumera la psicóloga Buscio.
Si bien es primordial llevar la atención hacia otras cosas, es importante no reprimir aquello que nos atraviesa. “Hay que permitirnos caer. Del dolor no podemos huir porque va a encontrarnos con más fuerza. La idea es poder transitarlo porque es parte de la vida”, remarca.
Y aunque se diga que el tiempo todo lo cura, es importante no dejarse estar. “Es importante poder hacer con el tiempo y no simplemente dejar que el tiempo pase”, enfatiza Sol.
“Son momentos que traen mucho aprendizaje, pero que hay que darle tiempo y requieren de mucha paciencia”, concluye la especialista. El camino puede parecer desafiante pero sirve para el crecimiento personal. Podemos conocernos mejor a nosotros mismos y emerger muchos más fuertes y preparados para afrontar un nuevo amor en el futuro.
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